JOSÉ ANTONIO

Las sepulturas de José Antonio.

Si Unamuno pedía, en su Vida de Don Quijote y Sancho abrir el sepulcro del caballero para que volviera a campar por España, ahora en nosotros está la llave para hacerlo con José Antonio.


Publicado en la revista Lucero, núm. 151, abril-junio de 2023. Editado por la Hermandad Doncel - Barcelona | Frente de Juventudes. Ver portada de Lucero en La Razón de la Proa (LRP). Recibir el boletín de LRP.

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Las sepulturas de José Antonio.

Entre la saña de un lado y la antipatía del otro se frustró el proyecto de la Falange fundacional y fue fusilado José Antonio el 20 de noviembre de 1936; desde 1939, sus restos fueron trasladados a diversos lugares y sepulturas: de Alicante a El Escorial, y, de allí, al Valle de los Caídos. Hoy podríamos decir que su nuevo traslado al cementerio madrileño de San Isidro, por deseo de la familia, ha sido debido al rencor de un lado y a la indiferencia del otro. Al parecer, José Antonio sigue molestando a ambos polos de la actual democracia española, con la diferencia de que la saña de entonces se ha convertido en rencor y la antipatía ha devenido en silencio y en indiferencia.

La realidad es que José Antonio sigue siendo actual, y lo han probado la gran cantidad de artículos y reportajes que han ido apareciendo en los medios con motivo de este el postrer traslado de sus restos; dicho de otra manera: sigue despertando curiosidad y, frente a la animadversión, suscita simpatías entre los que no se habían parado nunca en su recuerdo y militancias entre jóvenes que se han aproximado a su figura y a su obra en tiempos recientes.

¿Pero de verdad está “sepultado” José Antonio? Sí lo están sus restos mortales, pero no su valía para el siglo XXI, pues sus ideas fundamentales, esas intuiciones de larga onda histórica que decía el profesor Fueyo, pueden seguir inspirando proyectos transformadores para el mundo de hoy. No importa que sus esbozos doctrinales para el momento en que le tocó vivir hayan quedado, lógicamente, desfasados por el curso de la historia, pues lo esencial permanece y espera ser desarrollado de acuerdo con los condicionantes de nuestra época. Las diferentes losas que han cubierto sus varias sepulturas no han bastado para dejarlo depositado en un rincón oscuro de la historia, como a la mayoría de sus coetáneos. Si Unamuno pedía, en su Vida de Don Quijote y Sancho abrir el sepulcro del caballero para que volviera a campar por España, ahora en nosotros está la llave para hacerlo con José Antonio.

No nos bastan los actos de homenaje ni los recuerdos funerarios. Bien están siempre que se realicen bajo una exigencia de esfuerzo y una constante de actualidad; que no queden en meras evocaciones, ni en lamentos inútiles por el nuevo traslado de los restos. Sería una manera de volver a traicionarlo.

La España que quiso y no consiguió no es la que nos rodea; las aspiraciones sobre la armonía del hombre con su entorno, empezando por el trascendente están por cumplirse; su anhelo de justicia social, de libertad y de transformación radical de una sociedad permanece junto a su recuerdo. Hay mucho que hacer, mucho que estudiar, mucho que propagar a los cuatro vientos, no como mera campaña electoral al uso, sino como compromiso de quienes nos seguimos considerando joseantonianos. La verdadera sepultura de José Antonio vendría dada si nosotros desistimos del empeño, si nos vence la inercia y la comodidad, si nos limitamos al homenaje, olvidando que el verdadero homenaje estriba en ser inasequibles al desaliento en medio de una España desalentada de sí misma.