SEMBLANZAS | POESÍA

Neruda y Panero: poetas de mundos diferentes.

Leopoldo Panero, frente al 'Canto general' que escribió Pablo Neruda, alzara el español su 'Canto personal' expresando así el sentir y el pensar de un grupo de poetas afines a una generación a la que ellos pertenecían.


Publicado en la revista Gaceta de la FJA de ENE/2022. Ver portada de la Gaceta FJA en La Razón de la Proa (LRP). Recibir el boletín semanal de LRP.​​​

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Neruda y Panero: poetas de mundos diferentes.

Neruda y Panero: poetas de mundos diferentes.


Cuando José Antonio pronunció aquellas palabras que decían: «¡Ay del que no sepa levantar, frente a la poesía que destruye, la poesía que promete!», no eran, precisamente, palabras vacías ni faltas de contenido porque no pasaría demasiado tiempo sin que Leopoldo Panero, frente al Canto general que escribió Pablo Neruda, alzara el español su Canto personal expresando así el sentir y el pensar de un grupo de poetas afines a una generación a la que ellos pertenecían.

Hay un momento en que Pablo Neruda en su Canto general dedica un poema «a Miguel Hernández asesinado (sic) en los presidios de España» y es, probablemente, el que causa mayor desesperación a Leopoldo Panero:

Que sepan los que te mataron que pagarán con sangre.
Que sepan los que te dieron tormento que me verán un día.
Que sepan los malditos que hoy incluyen tu nombre
en sus libros, los Dámasos, los Gerardos, los hijos
de perra, silenciosos cómplices del verdugo,
que no será borrado tu martirio, y tu muerte
caerá sobre toda su luna de cobardes…

Leopoldo Panero lee la ofensa y el insulto de Pablo Neruda a sus amigos Dámaso Alonso y Gerardo Diego y sale en su defensa: Tus insultos de perra son tu anillo / de Judas, agarrado a tu pescuezo. También porque, dice Ridruejo, todo el poema de Neruda es un insulto a España y que queda reflejado, a título de ejemplo, en estos versos: España entró hasta el Sur del Mundo. Agobiados / exploraron la nieve los altos españoles. / El Bío Bío, grave río, / le dijo a España: Detente...

Así pues, un Martes Santo 31 de marzo de 1953, marchó Panero a pasar la Semana Santa a su casa de Castrillo. La idea de contestar a Neruda le dominaba y se sintió moralmente obligado a hacerlo. Además, tenía la completa seguridad que si el propio Miguel Hernández hubiera vivido habría sido él quien escribiera una carta análoga al poeta chileno. En los ocho días que permaneció en Astorga compuso la mayor parte del poema, con principio y con final: «podría decirse que era una versión reducida del texto publicado, pero sin que faltase nada esencial».

A su regreso a la capital de España es en el bar de nombre exótico Ombú donde Leopoldo Panero sigue escribiendo el poema grande, fluyente y estremecedor que finalizaría a últimos de mayo, en el tiempo pues, en que las acacias han tardado en abrir completamente sus hojas esta primavera, como muy bien nos repite Ridruejo.

¡Es tan fácil saber de dónde mana
la rabia de la voz, que cuando hablo
es como si vibrara una campana
interior y profunda! Pablo, Pablo,
ni un obrero te escucha o se despierta
dormido entre la rosa y el establo…

Cuando Panero escribió su Canto personal en contestación al Canto general de Pablo Neruda, separados en aquellos momentos por inmensos espacios, no estaba pensando solamente en escribir la poesía que él sabía escribir, sino que quería salir al paso de la ofensa que el chileno hacía a España y a sus amigos Dámaso Alonso y Gerardo Diego. A la histeria antiespañola de Neruda, opone Panero una caritativa hidalguía, que no le impide alzar la voz cuando el caso lo requiere.

Pablo: mira la noche. Nos promete
majestad de insondable permanencia,
fidelidad lejana. Pablo: vete.

El poeta español Eugenio de Nora, a la muerte de Panero, dice que «el Canto no es, después de todo, un libro doctrinal ni un panfleto, ni un discurso político, sino precisamentey ahí está el nudo de la cuestiónuna obra poética». Estas palabras recogidas por José García Nieto son, en opinión de éste, un acierto totalmente. Y Dionisio Ridruejo, también con acierto, dice:

«Con mucho valor ha puesto, sobre la belleza y la pobreza de España, su orgullo y su tragedia Leopoldo Panero. No ha querido omitir nada: ni siquiera a Miguel Hernández o a Federico García Lorca».

Así, pues, la voz de Panero, sincera, recia y vigorosa, opone caridad al odio y verdad al amaño de la propaganda. Con su contestación Panero se coloca definitivamente en el sitio que le corresponde en la poesía española. Y, enfrente también, de la poesía que destruye.




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