SEMBLANZAS

José María Alfaro: poeta.

José María Alfaro Polanco, poeta de vocación profunda, también abogado y diplomático. Al él se deben estos versos del Cara al sol: Volverá a reír la primavera / Y será la vida, vida nueva. También: Arriba escuadras a vencer / que en España empieza a amanecer.

Publicado en las gacetas núm. 361 (10/2022) y núm. 339 (12/2020). Ver portada de la Gaceta FJA en La Razón de la Proa (LRP). Recibir actualizaciones de LRP.​

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José María Alfaro: poeta.

Fue uno de los letristas del Cara al Sol. Al él se deben estos versos: Volverá a reír la primavera / y será la vida, vida nueva, aunque después Pedro Mourlane tachaba el segundo que ya no iban a repetir y que sería sustituido por este otro: ...que por cielo, tierra mar se espera, del propio Mourlane.

De nuevo serían de Alfaro: Arriba escuadras a vencer / que en España empieza a amanecer. Fue también quien, en compañía de Rafael Sánchez Mazas y José María Cossío, visitaron en la cárcel al poeta Miguel.

Hernández, condenado a muerte, según nos cuenta el escritor Andrés Trapìello en su libro Las armas y las letras. Incluso acompañó a los ya citados Cossío y Sánchez Mazas a ver al ministro del Ejército, general Varela, para que no fusilaran al poeta de Orihuela.

José María Alfaro Polanco, poeta de vocación profunda, también abogado y diplomático, nació en la ciudad castellana, árida y fría de Burgos el 30 de agosto de 1906, a la que dedicó sus primeros versos: Burgos sabe que los sueños / son de ayer y de mañana / y que repicar a fiesta / es cantar a la esperanza.

Estudió el bachiller en Barcelona donde dice que pasó unos años inolvidables que le hicieron comprender más adelante el fenómeno catalán, incluso llegó a escribir en ese idioma y, sobre todo, el porqué de ciertos particularismos que venían a través de los siglos enriqueciendo la vida española.

Viviendo en casa de uno de sus abuelos en Madrid, hizo la carrera de Derecho y en la universidad conoció a Miguel Primo de Rivera y posteriormente a José Antonio. Fue redactor literario del diario El Sol, que dirigía Manuel Aznar.

Era la época en que los poetas se refugiaban en los cafés, y en uno de ellos llegó a conocer a García Lorca de quien obtuvo unos versos para una revista que Alfaro editaba en Burgos con el título Parábola y que fue una de las primeras que acogió lo que entonces se conocía como nueva literatura. Dice el mismo Alfaro que estos versos aparecieron después en el Romancero gitano.

Dirigió durante un tiempo el periódico falangista FE donde en la edición de enero de 1934 publica estos versos, que ya habían visto la luz en el diario ABC, mayo de 1931, reproducidos en el mismo periódico, diciembre de 1969, y que tituló Pequeña oda a Burgos

De legiones tendidas hasta el Duero
arremeten las rocas las espadas.
Sin posible deriva, las aldeas,
ancladas en las márgenes del hierro,
se clavan entre rosas de corceles.
Un viento empuja todo, Dios espera.
Bajará el Norte al sur, nieves y rosas,
taladradas de lanzas y de soles…

Formó parte de la Junta Política de Falange ya que desde el primer momento estuvo al lado de José Antonio. En las elecciones de febrero de 1936 figuró en la candidatura de Falange, por la provincia de Toledo, junto con el propio José Antonio, Sánchez Mazas, Monthagel, Fernández-Cuesta, Mateo, Garrido y Reyes. Sería de los pocos falangistas que no fue detenido antes de la guerra.

Algunas informaciones dicen que el Alzamiento, es decir, la sacudida de la tragedia, le sorprendió en Madrid y que en el mes de agosto ingresó en prisión con nombre supuesto. Otras dicen que llegó a refugiarse en la embajada de Chile hasta que pudo incorporarse a las filas nacionales en el frente de Extremadura.

Cuando entraron las tropas nacionales en Madrid, Alfaro fue designado para ocupar la dirección del diario Arriba y en agosto de 1939 fue nombrado, por presión de algunos falangistas históricos, subsecretario de Prensa y Propaganda en el Ministerio de la Gobernación, siendo ministro Ramón Serrano Suñer, pero, según éste, el cargo le duró poco porque, en su opinión, no se habituaba a la tarea burocrática.

Al cesar en ese puesto, colaboró en las revistas Vértice y Escorial publicando en esta última, dirigida por Dionisio Ridruejo, varios poemas en el primer número, noviembre de 1940. Dos años más tarde, la revista sería dirigida por el propio Alfaro tras la partida de Ridruejo a Rusia con la División Azul.

Posteriormente fue nombrado vicepresidente de las Cortes y más tarde presidente de la Asociación de la Prensa que para él constituyó una de las mayores satisfacciones que ha tenido. En 1947 es designado encargado de negocios en Bogotá y después, al elevar España y Colombia a embajada sus respectivas legaciones, fue promovido al rango de embajador del país hispano. Después lo sería en Argentina.

Retorna a su patria al cabo de «dos décadas en América Latina (Colombia y Argentina)», escriben los hermanos Carbajosa en su libro La corte literaria de José Antonio, sin tener en cuenta lo que dice el filósofo argentino Alberto Buela: «La latinité es una invención francesa para justificar sus pretensiones de dominio sobre Méjico…».

Tampoco tuvieron en cuenta, el discurso que pronunció en Burgos, con motivo del día de la Hispanidad, y que Alfaro cita el concepto de Nebrija en su Gramática castellana publicada, precisamente, el mismo año del Descubrimiento, y dedicada a Isabel la Católica. La Lengua es la compañera del Imperio es la máxima afortunada de Nebrija que éste acuñó en la dedicatoria prólogo a su ya citada Gramática castellana.

En 1986 formó parte del jurado que concedió el premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades a María Zambrano. Ese día, los periódicos de Oviedo, donde tuvo lugar la votación, hablaron con José María Alfaro, pero ninguno de ellos hizo mención a su pasado falangista, ni mucho menos que había sido uno de los letristas del Cara al sol.

Eran otros tiempos, habían pasado varios años, y nadie quiso recordar su pasado político no fuera a ser que muchos pudieran pensar que al jurado se le había colado un fascista.

Alfaro falleció el 9 de septiembre de 1994 en la localidad guipuzcoana de Fuenterrabía sin que la mayoría de los medios españoles recogieran la noticia. Era, al parecer, el estigma, el deshonor, la vergüenza por haber sido falangista.


Ver José María Alfaro y Polanco en Wikipedia

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