MEMORIA

Vascos de Falange y el 'Cara al sol'

Publicado en primicia en el digital Sevillainfo (3/DIC/2022), recogido por Gaceta de la Fundación José Antonio. Núm. 365 (FEB/2023). Ver portada de Gaceta FJA en La Razón de la Proa (LRP). Recibir el boletín de LRP.

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Vascos de Falange y el 'Cara al sol'

Vascos de Falange y el 'Cara al Sol'.

Nuestro himno debe ser una canción alegre, exenta de odio, pero a la vez de guerra y amor. Haremos una estrofa a la novia, después una alusión a la guardia eterna en las estrellas y luego, otra a la victoria y la paz. J.A.

La bella tierra vascongada ha dado a España grandes nombres en todas las áreas del conocimiento y de las artes, lo que no la ha privado de engendrar también las peores alimañas asesinas. Pero no es de esas criaturas del averno de las que trata este artículo sino de una época en que salieron de ella una serie de personas que amaban España y querían hacerla más grande y recuperar su antiguo esplendor imperial. Y que lo hicieron vistiendo la camisa azul mahón y teniendo la palabra y la poesía como norma.

La Escuela Romana del Pirineo, fundada por Ramón de Basterra reunió en su seno un nutrido y selecto grupo de intelectuales vascos que acostumbraban a reunirse en el Café Lyon d'Or que estaba en la Gran Vía de la ciudad vizcaína de Bilbao y que nació a principios de los años 20 del siglo pasado.

El grupo era elitista en el aspecto cultural y sus miembros compartían una acerva crítica del materialismo y una visión clasicista a semejanza de la de Eugenio d'Ors. Allí recaló Ramiro de Maeztu pero también salieron de la Escuela varias figuras que, poco después, formarían en las filas de la Falange de José Antonio Primo de Rivera. Sin duda el más destacado fue Rafael Sánchez Mazas que, pese a nacer en Madrid, vivió su infancia y adolescencia en Bilbao, donde regresó en 1916, una vez finalizados sus estudios de Derecho en Madrid, colaborando con la revista Hermes (órgano principal de expresión de los miembros de la Escuela Romana del Pirineo) y en diversos diarios como el ABC, El Pueblo Vasco o El Sol.

En la citada Escuela coincidió con otros futuros falangistas, particularmente Pedro Mourlane Michelena, al que su amigo Sanchez Mazas definió como Gran caballero pobre y que escribió obras como El discurso de las armas y las letras o El arte de repensar los lugares comunes. A pesar del tuteo tradicional en las filas falangistas, incluso José Antonio siempre le llamó don Pedro.

También coincidió con otro futuro falangista, Jacinto Miquelarena, gran viajero y periodista con un tremendo sentido del humor, colaborador que fue de La Ametralladora y La Codorniz y que relataría su experiencia en el Madrid de las checas en Como fui ejecutado en Madrid y como refugiado en la Embajada de Argentina en el libro El otro mundo. Formó parte de la tertulia La Ballena Alegre del Café Lyón en la calle Alcalá de Madrid:

«Un día se acercó (…) un mozo de frente despejada y ojos azules. Llegó con toda su vehemencia, con una claridad de mediodía, con el amor a España, con el desprecio a todo lo que corrompía en el país, con asco para la derecha y con asco para la izquierda: se llamaba José Antonio Primo de Rivera (…) y con su llegada “había entrado la Falange en La Ballena Alegre, dejó escrito».

Los tres integraron, junto con Agustín de Foxá, José María Alfaro, Dionisio Ridruejo, Agustin Aznar o Luis Aguilar el grupo que junto al propio José Antonio, que los reunió, participó en la composición del Cara al sol, el famoso himno de la Falange, con música del también vasco Juan Tellería, que este había creado un año antes con el nombre de Amanecer en Cegama, que compuso en recuerdo de su pueblo natal.

No parece por tanto coincidencia que se eligiera para tan histórica ocasión un restaurante vasco en Madrid, La Cueva del Or-Kon-Pon, donde tradicionalmente se reunían los provenientes de esa región española. Uno de los de aquel grupo, Agustín de Foxá narró en uno de sus más celebrados títulos, el Madrid de corte a checa, cómo fue aquella reunión de un 3 de diciembre de 1935, hace ahora ochenta y siete años. Según su relato era el Or-Kon-Pon «una especie de cueva con acuarelas de Guipúzcoa en los zócalos, carros de bueyes rojos con lana sobre la testuz, caseros de boina, frontones, maizales y curas con paraguas bajo los cielos plomizos de Loyola».

Tellería estuvo en la reunión y del himno que dio en llamarse para la posteridad Cara al sol dictaron estrofas el propio José Antonio, Sánchez Mazas, Mourlane Michelena o Dionisio Ridruejo, entre otros.

Fue después de salir del cine, de ver La Bandera con Rafael Sánchez Mazas, José María Alfaro y Dionisio Ridruejo, que José Antonio los citó para el día siguiente en La Cueva del Or-Kon-Pon conminándoles humorísticamente: «Si falta alguno, mandaré que se le administre ricino».

Al día siguiente, 3 de diciembre, se reunió el grupo que, según Agustin de Foxá en su Madrid, de corte a checa, estaba formado por el propio Foxá, José Antonio, José María Alfaro, Dionisio Ridruejo, Pedro Mourlane Michelena, Jacinto Miquelarena, Rafael Sánchez Mazas y el marqués de Bolarque, junto al maestro Juan Tellería, autor de la música y al que apodaban “el Músico”.

Parece que en la puerta del local quedaron Agustín Aznar y Luis Aguilar montando guardia, quizá para que nadie se marchara antes de realizar el cometido para el que habían sido reunidos…

Tellería interpretó al piano la música por él compuesta y José Antonio dio para comenzar la labor las siguientes pautas: «nuestro himno debe ser una canción alegre, exenta de odio, pero a la vez de guerra y amor. Haremos una estrofa a la novia, después una alusión a la guardia eterna en las estrellas y luego, otra a la victoria y la paz».

El propio José Antonio ya traía escritos dos versos para el himno: traerán prendidas cinco rosas, las flechas de mi haz.

Los autores de la primera estrofa fueron José Antonio, Alfaro y Foxá; fue revisada por Sánchez Mazas y quedó así: Cara al sol, con la camisa nueva que tú bordaste en rojo ayer, me hallará la muerte si me lleva y no te vuelvo a ver.

Las estrofas siguientes fueron surgiendo hasta llegar a los versos finales, los que tenían que hablar de la victoria y de la paz, y se debieron a Alfaro: Volverá a reír la primavera, y a Pedro Mourlane Michelena, que hizo el segundo de los versos: Que por cielo, tierra y mar espera.

Remató José María Alfaro con los dos versos finales: ¡Arriba, escuadras, a vencer! ¡Que en España empieza a amanecer!.

El himno fue estrenado oficialmente en el mitin del Cine Europa de Madrid celebrado el 2 de febrero de 1936.

Durante la guerra civil corrió peligro de perderse, y si no lo hizo fue gracias a Ángela Ridruejo, jefa provincial de Segovia de la Sección Femenina, que recibió de la hermana de José Antonio, Pilar Primo de Rivera, uno de los ejemplares originales, durante una de sus visitas de inspección. Dicho ejemplar fue llevado por Dionisio Ridruejo a Valladolid para ser editado.

Carlos Sáenz de Tejada, que, aunque nacido accidentalmente en Tánger por ser su padre diplomático, era también de fuertes raíces familiares vascas, concretamente de la Rioja alavesa, realizó una serie de láminas de gran valor artístico que ilustraban cada una de sus estrofas.

Y, en fin, todos los que participaron con tanto amor y pasión por su patria en la composición de ese himno que nació hace ahora ochenta y siete años, y que vivieron en los meses posteriores las horribles circunstancias que viviría su amada España, habrían compartido la frase que quedó para la historia y que dirigió en cierta ocasión el vasco Mourlane Michelena a su amigo vasco Jacinto Miquelarena ante una situación que presenciaron ambos, y que hoy y siempre tendrá plena vigencia: ¡Qué país Miquelarena.

Publicada por La Proa en Miércoles, 1 de febrero de 2023

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