SEMBLANZAS

Carlos Sáenz de Tejada.

Un maestro de la ilustración, un artista de impar exquisitez. Entre sus muchos trabajos destaca sus ilustraciones en el libro 'Cara al sol. Himno de la Falange Española'.

Artículo publicado en La Razón de la Proa (LRP) de noviembre de 2020, recuperado para ser nuevamente publicado en abril de 2023. Recibir el boletín de LRP.

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A la derecha, Carlos Sáenz de Tejada dibujando del natural en su estudio. En el centro, "La novia" lámina publicada en la revista falangista 'Vértice'.
Carlos Sáenz de Tejada.

Carlos Sáenz de Tejada


Cuando Ediciones Ultra, publicó, bajo el título Cara al sol. Himno de la Falange EspañolaCómo nació la canción de Falange, con texto de Agustín de Foxá, éste comenzaba escribiendo:

La echábamos de menos al final clamoroso todos los mítines, cuando la voz de José Antonio se apagaba entre aplausos. La presentíamos, casi la amábamos sin conocerla. Varias veces habíamos dicho al jefe al terminar un discurso:
Figúrate cómo prolongaríamos la emoción, si una Banda nuestra tocase ahora una canción de guerra.

Él nos tranquilizaba:
Os prometo que tendremos una canción pronto.

José María Alfaro, poeta de las primeras horas de la Falange, componía y destruía estrofas. Era uno de los más entusiastas de la idea. Nos leía trozos revueltos con estrofas imperiales. ¿Te acuerdas, José María, de aquella que escribiste, de marga profecía, que yo quise incorporar a nuestro himno no nacido?
¿Dónde está el capitán… Nadie lo sabe; del Arlanzón al Duero, se ha perdido.

Al finalizar los comentarios de Foxá, Ediciones Ultra publicaba los nombres de todos los poetas que habían intervenido en su composición y que, lógicamente, anteriormente ya habían sido citados por el mismo Foxá. Estos fueron los nombres de los poetas: José Antonio Primo de Rivera, José María Alfaro, Luis Bolarque, Jacinto Miquelarena, Pedro Morulane Michelena, Rafael Sánchez Mazas, Dionisio Ridruejo y el propio Agustín de Foxá. La partitura musical. fue obra del maestro Juan Tellería.

En esa misma edición, cada una de las estrofas venían ilustradas con dibujos del grabador y litógrafo Carlos Sáenz de Tejada y aunque su obra estuvo presente en algunas exposiciones monográficas y colectivas a lo largo de esos años; también es verdad que su nombre y su trabajo no aparecen citados en la mayoría de los libros escritos sobre nuestra guerra civil.

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Carlos Sáenz de Tejada Lezama, nació en Tánger el 22 de junio de 1887. Era hijo del diplomático Carlos Sáenz de Tejada Groizard y de María Lezama González. Sus primeros estudios fueron en aquellas tierras que lo vieron nacer y en donde se inició en la pintura y dibujo con Daniel Cortes.

En 1911 se trasladó a Madrid y en la capital de España entra a trabajar en el taller de José María López Mezquita. En Madrid asiste también a la tertulia del Pombo que había fundado su pariente Ramón Gómez de la Serna y que, en 1920, La tertulia del Café de Pombo inmortalizaría José Gutiérrez Solana, su obra más emblemática.

En 1916 ingresa en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, donde tiene como maestros, a Mezquita, Sotomayor, y  Sorolla.

A partir de 1921 colabora en el diario La Libertad; desde 1924 hace ilustraciones para las revistas Nuevo Mundo, Aire libre y La Esfera, entre otras.

En 1925 obtiene una beca del Ministerio de Instrucción Pública y se instala en París. Una vez en este país logra los primeros contratos, entre ellos uno en la revista L’Illustración Française, para ilustrar obras de Alphonse Marie Louis Prat de Lamartine, escritor, poeta y político francés del período romántico.

Después le surge el encargo de ilustrar una edición de lujo de la obra de Prosper Mérimée, Carmen, novela corta, escrita en 1845, que serviría más tarde de inspiración para el libreto de la ópera homónima de Georges Bizet. También brotaron de su lápiz o pincel, páginas en las prestigiosas revistas como Vogue, The Ilustrated London News, TheSphere, etc.

De vuelta a España, en 1935, se instala en Laguardia (Álava), donde tenía vínculos familiares. En este tiempo, ilustró páginas en el diario ABC y en la revista Blanco y Negro.

Durante la guerra civil española se adhirió al bando franquista dadas sus simpatías por el carlismo. En este tiempo alcanzó un enorme protagonismo, incorporándose en el Servicio de la Delegación de Prensa y Propaganda en Salamanca. Su obra  pasó, entonces, a ser un referente iconográfico.

En 1937 realizó la portada y cuatro ilustraciones interiores para el primer número de la revista falangista Vértice.

Se trasladaría en 1938 a Sevilla para hacerse cargo de la dirección artística de la Historia de la Cruzada Española que dirigió Joaquín de Arrarás. Éste llegaría a decir de él que era «fantástico e inagotable». Incluso en un largo artículo que le dedica en el diario ABC, en el primer aniversario de su muerte también dice:

Fui algunas veces testigo de la iniciación, desarrollo y remate de los dibujos de Carlos Sáenz de Tejada. Vi cómo su lápiz vagaba indeciso sobre el papel sujeto al tablero, en vuelo de golondrinas, trazando tenues e imprecisos arabescos. Con aquellos ensayos el artista se asomaba a los umbrales del ensueño. De allí partís su fantasía hacia mundos irreales para regresar cargada de impresiones que el lápiz o el pincel interpretarían en láminas o cuadros que dan constancia de sus alucinantes navegaciones por reinos quiméricos. Tal un fumador de opio describiría al despertar de sus paseos por los paraísos artificiales.

Sáenz de Tejada, alto y fino, con un sello innato de distinción y un aire romántico y ausente para cuanto le rodeaba, tenía siempre el aspecto de un deslumbrado por el espejismo. Hasta su pronunciación entrecortada, su hablar a medias palabras completaban la sensación del artista arrobado, con dificultad para expresar sus visiones…

Durante la guerra, también inmediatamente después, la actividad de Sáez de Tejada se multiplicaría. Ilustró libros como Retaguardia, de Concha Espina; Poema de la bestia y el ángel, de José María Pemán; Platero y yo, de Juan Ramón Jiménez; El bosque animado de Fernández Flórez; Rimas, de Adolfo Gustavo Bécquer; Don Juan Tenorio, de José Zorrilla; Los Intereses Creados, de Jacinto Benavente, etc. Según algún crítico, están fuera de la realidad cotidiana en tiempo y espacio.

El arte de Carlos Sáenz de Tejada había superado el realismo de las ilustraciones anteriores y su línea aparecía llena de valores emocionales. Probablemente fue el dibujante y el ilustrador español más internacional porque ha sido buen dibujante siempre, después y antes, cuando pintó su moderna Castilla expresionista.

Javier Pérez Segura, que ha estudiado en profundidad la obra del pintor, nos cuenta una historia que deseo destacar. La escritora y política española, Carmen de Icaza, a quien Juan Ramón Jiménez, que la llamaba María del Carmen, le dedicó una poesía:

¡Quién iba a pensar, María
que cuando tú apareciste,
tu boca rosa traía,
una copla triste y mía,
por ser mía y por ser triste…

2020-11-25-saenz-de-tejada-2wCarmen de Icaza fue una de las fundadoras de lo que en un principio se llamó Auxilio de Invierno y después Auxilio Social. Lo deja claro Mercedes Sanz-Bachiller: «Eso sí que lo monté yo, con Carmen de Icaza». Pues bien, ésta encargó a Sáenz de Tejada, que ilustra este artículo, un cartel de propaganda, donde podemos ver a una madre levantando a su hijo y un texto que dice:

«Por la madre y el hijo. Por una España mejor». Al recibirlo Carmen, escribió al autor: «…Lo único que falta en su cartel es el yugo y las flechas. Telegrafíeme dónde los ponemos, si en el ángulo superior derecho o en el pecho del niño. Como símbolo resultaría más de efecto así». Finalmente, el yugo y las flechas se pueden ver sobre el pecho del niño.

El 1955, recibe la primera medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes y es nombrado vocal del consejo de Cultura de la Diputación Foral de Álava. Ya en estos años, Sáenz de Tejada, según el miembro de la Real Academia de las Bellas Artes de San Fernando, José Camón Aznar, su arte había superado el fácil realismo de los ilustradores anteriores y su línea aparecía cargada de tensión evasiva, de valores emocionales.

En la madrugada del 23 de febrero de 1958 falleció Carlos Sáenz de Tejada Lezama, siempre le gustó usar sus dos apellidos, un hombre que muy pocos saben de su existencia, salvo los que hayan seguido las crónicas de arte. Sin embargo un día antes de su fallecimiento, El Diario Oficial del Estado publicaba una orden del Ministerio del Ejército por la que se le concedía la Cruz de la Orden del Mérito Militar con distintivo blanco.

También, hacía pocos días, ya gravemente enfermo, pero con plena lucidez, se le informó que el Gobierno de España le había otorgado la Enmienda con placa de Alfonso X el Sabio. La noticia la recibió con júbilo y emoción, como no podía ser de otra manera.

Murió en Madrid, rodeado de su esposa Luz Benvenuty, y de sus hijos María de la Luz, María Teresa y Carlos. El entierro tuvo lugar al día siguiente, desde su domicilio, en Madrid, a la Sacramental de la Almudena. A las once de la mañana, fue colocado el féretro en el coche fúnebre y la comitiva se puso en marcha, precedida por el clero parroquial.

La presidencia del duelo estaba integrada por su hijo e hijos políticos; el director general de Bellas Artes; el marqués de Luca de Tena; el presidente de la Diputación foral de Álava; el secretario perpetuo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, etc.

En la plaza de la República Argentina se rezó un responso y se despidió el duelo, continuando después hasta el cementerio ya citado, donde los restos mortales de Sáenz de Tejada, un hombre que había sido un maestro de la ilustración, un artista de impar exquisitez, fueron inhumados.


Para saber más.

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