Los Veteranos dejamos orillada ⎼como de costumbre⎼ las celebraciones del estúpido y foráneo Halloween y preferimos celebrar, en estos primeros días de noviembre, la festividad de Todos los Santos y de los Fieles Difuntos, desde la perspectiva religiosa, y la Castañada, desde el punto de vista tradicional y popular.

Y no es un prurito de despreciar lo importado, que asumimos cuando tiene validez y enjundia, sino franco recelo ante las modas que nos quieren imponer a machamartillo; no nos importa que se dé la aceptación de pocos o de muchos, pues, entre nuestros valores, no entra la sumisión a las posverdades o a los consensos mayoritarios.

Del mismo modo, el próximo mes de diciembre, seguiremos celebrando la Natividad del Señor, en su profundo significado de Redención para el género humano, y no esas melifluas y laicistas vacaciones de invierno, que sirven como propaganda de las agencias de viajes.

Desde siempre, hemos elegido la andadura de la autenticidad, sin importarnos corrientes dominantes o imposiciones más o menos veladas. Tenemos muy claros nuestros valores e ideas, esas que vienen expresadas, de forma poética y sintética, en los puntos de nuestra Promesa; y procuramos, con nuestro ejemplo, que lleguen sin recortes a las siguientes generaciones. ¿Somos unos bichos raros? Todo lo contrario, creemos, pues a esa ejemplaridad, añadimos nuestro testimonio y nuestras razones, que no nos recatamos en publicar en estas páginas.

Por otra parte, hay quienes confunden maliciosamente el otoño estacional con el otoño de la vida; si por este último se entiende el paso de los años, bienvenido sea, ya que, junto al hecho de ser inevitable, encierra experiencia y constancia; si se pretende relacionarlo con la decadencia o un mirar atrás, se está equivocado.

Además, tomamos referencia de este otoño estacional por su simbolismo: siembra de hojas caducas el tapiz montañero, como esperanza segura de fecundar nuevas primaveras; vemos la belleza en los diversos tonos que adornan nuestros bosques; soñamos con veladas de camaradería junto al fuego del hogar, donde resuenen nuestras canciones… En definitiva, es símbolo de ese constante retorno de valores, hoy aparentemente olvidados, pero que seguro servirán de guía a otros jóvenes en sus caminos.

Del mismo modo, los otoños y los inviernos en las coyunturas de los pueblos, por mucho que predomine en ellos la oscuridad por caprichosos cambios de horario, nunca son definitivos, pues, en nuestro caso, España, como nación histórica y como tarea, lleva en su germen seguras promesas de otras primaveras.