EDITORIAL

España, bifronte

'España fue americana por vocación y europea por decisión'. En nuestro ADN llevamos, pues, la herencia de una voluntad y de una vocación, ya que estas constituyen nuestro sello, nuestra 'razón de ser', muy distinta a cerrarnos en las fronteras de una 'identidad' con nosotros mismos.


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España, bifronte

España, bifronte


Los dos últimos editoriales de La Razón de la Proa eran sumamente explícitos: Los enemigos de la Hispanidad y Los enemigos de Europa. En ellos, profesábamos claramente de hispanistas y, a la vez, de europeístas. No obstante, no ha dejado de haber entre los lectores quienes lo han entendido como una contradicción y, aun, como alternativas excluyentes: ¿en qué quedamos, apostamos por la Hispanidad o por la Europa Unida?

Para despejar estas dudas, debemos recurrir a la raíz, es decir, a la razón de ser de España, o, si se quiere, a su esencia, pues no es de nuestro gusto el actual sentido de identidad, que se presta a equívocos.

Y la razón de ser de España, la que la justificó como patria, es decir, como comunidad histórica ultrageneracional y dotada se sentido, diferenciándose de otras naciones que también tienen su propia esencia, recibe un nombre exacto: universalidad. España fue grande cuando se abrió y dio al mundo, decíamos antaño; es decir, cuando no cayó en el pecado original de la naturaleza que se llama nacionalismo. Ya sabemos que el nacionalismo no es más que el individualismo de los pueblos, y, para nosotros, fue un desafortunado invento del siglo XIX, y una de las causas de lo fatídico de esta centuria.

América y Europa: España fue americana por vocación y europea por decisión; y este aspecto nos lo explican maravillosamente unas palabras del orteguiano Julián Marías: «España con Portugal es el único país que ha querido ser europeo, occidental. Los demás lo son, simplemente; España optó por serlo, decidió serlo y persistió en esa decisión sin desmayo».

En efecto, en la dura alternativa del siglo VIII entre seguir siendo europea o africana, los españoles optaron por llevar a cabo una empresa de europeización frente al islam; la Reconquista de ocho siglos ⎼entre titubeos prenacionalistas, luchas intestinas y miradas más generosas y acertadas⎼ representó un impresionante esfuerzo colectivo sin parangón en otros países; se recuperó la herencia romana y germánica, con todos los aditamentos añadidos e indispensables también de la integración española de razas, costumbres y pueblos.

La decantación definitiva de esta tarea de toma de decisión por lo europeo ⎼por la Cristiandad, se decía entonces⎼ tuvo lugar en el siglo XV, con la reunificación bajo Isabel de Castilla y Fernando de Aragón. Y fue entonces cuando se amplió la vocación universalista de España, que, además del Mediterráneo, le llevó a cruzar océanos y descubrir y colonizar continentes. Colonización, en nuestro caso, fue sinónima de mestizaje y de evangelización.

En nuestro ADN llevamos, pues, la herencia de una voluntad y de una vocación, ya que estas constituyen nuestro sello, nuestra razón de ser, muy distinta a cerrarnos en las fronteras de una identidad con nosotros mismos.

España es, a su vez y consubstancialmente, europea e hispánica, y en ello debemos poner nuestras querencias y nuestras expectativas en el mundo de hoy. Tanto las naciones de Europa como en las de Hispanoamérica se ven sometidas actualmente a ideologías adversarias de esa constante española, incluso presentes en nuestros propios lindes; estas ideologías toman cuerpo en los proyectos de la globalización, concepto que se opone en su sentido y alcances a los de europeidad e hispanidad.

Los valores de la europeidad y de la hispanidad son enérgicamente contrarios a los que pretenden regir los destinos del mundo en un mañana próximo; por ello, nosotros, joseantonianos, europeos e hispánicos, nos situamos en un claro disenso con respecto a ellos. En la medida de nuestras fuerzas ⎼mediante la convicción y la educación⎼- pretendemos hacerles frente, y para ello no renunciamos a nuestras definiciones personales y colectivas.

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