Un ejemplo

Hemos puesto atención en el grupo de gentes que forman parte del equipo nacional femenino de fútbol.


​​Publicado en la revista El mentidero de la Villa de Madrid núm. 789 (24/AGO/2023), continuadora de Desde la Puerta del Sol. Ver portada El Mentidero en La Razón de la Proa (LRP) Recibir el boletín de LRP.​

En esta vida hay que fijarse en todo para valorar las acciones del personal y los diferentes resultados. Y vale tomar como ejemplos, tanto una acción de jefe de Estado, como la de un jefe de Gobierno, la de un ministro, la de un miembro de cualquier organismo de una nación, la de quien lleva la batuta en una empresa, la de un chiringuito de playa que funciona como un reloj, y cómo trabaja un grupo deportico: Es decir, hay que tener en consideración todo lo que se mueve por cualquier parte, y justipreciar los resultados de sus acciones.

Nosotros, en esta ocasión, hemos puesto atención en el grupo de gentes que forman parte del equipo nacional femenino de fútbol. ¿Qué porqué? Muy sencillo: da la sensación de que actúan con un poco de caletre, honestidad reconocida, y operando con limpieza y voluntad de cumplir. Al menos a mí da esa sensación. Con la independencia de cada persona en particular.

Y lo comparo con la democracia al uso. Ni parecido. En la democracia que conocemos se actúa con barullo. Cuando hay elecciones normalmente se presenta cualquier perogrullo: el que ambiciona ejercer esa profesión sin que se tenga en cuenta su currículum –hay personas que merecen todo nuestro respeto y quedan al margen de nuestro comentario–; cualquier edad vale aunque esté en los primeros años de su andadura y no tenga profesión alguna y mucho menos experiencia sobre los temas con los ha de enfrentarse; lo siente en la butaca quien lo vea con deseo de fidelidad, aunque solo sea por el egoísmo del presunto elegido; persona que surja por la única razón del sexo femenino aportado en estos momentos por algún grupo, aunque sus andanzas por la vida hayan sido pocas y, de momento, no esté capacitada para cooperar con algo en relación con la misión alcanzada.

Por otro lado, los currículum que generalmente se exhiben en la actualidad –de doctorado, licenciatura, master o certificado de primera enseñanza–, no pueden ser considerados para valorar únicamente al pretendiente de figurar en una papeleta de votación porque, –con nuestro respeto a las organismos educadores como pueden ser las Facultades– da la sensación de que son títulos que se otorgan con excesiva facilidad a juzgar por las capacidades que presentan no pocos de quienes hacen uso de ellos.

Porque, comparándolo con el equipo de fútbol femenino, aunque parezca una paradója hasta extravagante, nos encontramos que es formado por un entrenado designado por la Federación –y aquí omitimos el personal que ocupa la Federación dado que en no pocas ocasiones son personas nombradas a dedo, sin que nos extendamos más al respecto, aunque pensemos en este momento en los abusos del presidente en determinadas ocasiones–: entrenador que ha demostrado sus conocimientos y su capacidad para ejercer esa función; un equipo que normalmente elige el entrenador de entre personas que él sabe que son expertos en la especialidad que han de ejercer, y a ello se entreguen en alma y cuerpo; y luego viene la elección de las personas que han de formar el equipo en sí que son elegidas de entre los equipos existentes en el país por ser las mejores según han demostrado día a día; y todas ellas, esas personas en los distintos escalones, se ponen a trabajar sin descanso hasta el día en el que se termina el torneo para el cual se ha preparado al equipo, pues a partir de ese momento empieza otro tiempo.

¿Que qué observamos? Sencillamente, que aquí no hay una democracia al uso, sino una autocracia que funciona como un reloj y nadie duda de que, cada quién en su puesto, tiene que responder a lo que es su obligación, y lo hace. Y si no, al banquillo, equivalente que a la calle.

Por ello habría que pensar más en lo que hacemos cuando nos enfrascamos en valorar las democracias a las que estamos sometidos. Sería necesario echar mano de las diferentes ofertas que se han manejado en distintas épocas, han presentado diversos pensadores y, tras analizar cada uno de los sistemas, elegir el más adecuado y no el más facilón para quitarnos de en medio el problema facilitando a los incapacitados intelectualmente, o a los ambiciosos, a hacerse cargo del poder.

Por ejemplo algo así como lo que se manejó hace años donde se tenía en cuenta que las Cortes estuvieran formadas por representantes de los grupos de ciudadanos que conforman la sociedad de la nación, quienes nombrarían sus procuradores elegidos entre los más válidos del grupo, con un palmarés demostrado a lo largo de su vida y con voluntad decidida de ser fieles al juramento que profirieran. Y respetando las leyes que tuvieran en cuenta los indebidos desvíos del compromiso contraído.


P.D.: Individuos, los citados, de ambos sexos, distintos a los que ahora pululan por los organismos de la administración de la nación. Pues hay que ser miserable y vil para pronunciar las palabras que soltó Pedro Sánchez cuando, tras la declaración por la presidenta de las Cortes de que el Rey designaba a Alberto Núñez Feijóo para la investidura como presidente del Gobierno, en la que, junto a su alegato de que «solo hay una mayoría parlamentaria posible, una mayoría progresista liderada por el PSOE, no hay otra alternativa que reeditar un Gobierno de progreso» por lo que se perdía el tiempo ya que Feijóo no tiene capacidad para conseguir los apoyos suficientes, hizo no pocos gestos de desprecio de quien había obtenido más votos que él en las elecciones generales.




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