¿Empieza la caza?

Las mascarillas se convertían en euros en un santiamén. Y la diferencia a la faltriquera. Lo hacían al sol de las caceroladas.


​​Publicado en la revista El mentidero de la Villa de Madrid (26/FEB/2024). Ver portada El Mentidero en La Razón de la Proa (LRP). Solicita recibir el boletín semanal de LRP.

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¿Empieza la caza?

A ver. Que aparezcan todos los bocazas que aseguraron que nadie se había llevado un ochavo por comprar mascarillas por millones los días de la pandemia. Y los de todos los que cabe añadir como consecuencia de haber medrado indebidamente; haber disfrutado de un puesto público sin condiciones para ello; haber escondido las maletas que trajo de Venezuela Delsy; gastar el dinero estatal sin justificación aparente al repartirlo en asociaciones sin cachet adecuado o fin desconocido; haber sido utilizado en comilonas o festejos infundados; viajar por cuenta de los españoles sin justifiación alguna; sin olvidar visitar al Papa para no sabemos qué. O donarlo caprichosamente a países extranjeros como es el caso reciente de adjudicar a Marruecos un puñado de millones de euros sin encontrar fundamento adecuado, o hacerle entrega de un territorio nacional, como el Sahara, sin someter la propuesta a los representantes de la propiedad que es España.

Ahora, como un escopetazo, sale a relucir el caso de Ábalos, Koldo y De Aldama –por mencionar los primeros–, que no tuvieron ningún temor a contagiarse manoseando lo que fuera menester de las cosas de la plaga, pues trajeron mascarillas por millones firmando contratos aparentemente a la liguí, y con prisas para que estuvieran bien protegidos los españoles... ¡Qué va! No tuvieron ningún escrúpulo en reunirse en lugares oficiales para manejar cifras increiblemente grandes, para echar las firmas correspondientes, para determinar de dónde saldrían los billetes, ni para encauzarlos a los diferentes lugares a los que tenían que arribar. ¿Y las mascarillas, la ropa para los sanitarios, los equipos para vencer la enfermedad? Lo que fuera y vinieran de donde más conviniera. ¡Qué más daba! Ni siquiera se comprobaba previamente si servían o no para la protección necesaria. Y al llegar el material bueno, por lo que se oía, no se repartían a tiempo; y del malo todavía no nos han dicho dónde fue a parar. Solo se trataba de encaminar bien los millones de cada operación.

Estas operaciones de malversación del dinero público de todos los españoles iban paralelas al ardor de los españoles de conseguir todo lo necesario para que España salieda de la invasión del cobid-19, calamidad desconocida hasta entonces y cuya comparación –con ignorancia se asustó a la población–se aproximaba a la peste negra del siglo xiv. Más como los inventos avanzan a un ritmo que es una barbaridad, ahí estaban las modestas mascarillas para poner el freno al mal..., en lo que participaron parte los más listos, tomando la rápida decisión de convertir parte de las mismas en euros poderosos. Al mismo tiempo, para que pareciera que todo iba en igual idrección y con el mismo fin, las cacerolas cantaron al sol mostrando el agradecimiento de la población española a los médicos, a todo el sistema sanitario, a la Policía Nacional, a la Guardia Civil, mientras los metidos en el batahola hacían sonar los fajos de billetes sobre la mesa de distribución... A todo esto, miles de personas se la jugában para evitar la muerte de miles de españoles que era difícil contener, declarándose por ley que la población permanecíera encerrada en sus casas –asustados por lo que decían las autoridades–, pues Pedro Sánchez cerraba todo lo que se le ponía por delante, aprovechando el tiempo para ir consiguiendo entre tanto no pocas de sus frulerías.

Como decimos, salieron las ratas de bajo las tarimas, de los rincones sucios, de los muros semiocultos, y en ocasiones de los buenos despachos. Utilizando a unos majos que andaban haciendo la jugada. Buscando al que daba mayor comisión. Y no escatimaban firmar pedidos de millones de euros en la adquisición de equipos que apenas valía miles. Y la diferencia, a la faltriquera. No de uno, sino, a saber, de cuantos. Pero todos ellos sin desasosiego por enfangarse en esas operaciones. Hundiéndose hasta la calvicie abrillantada convencidos de que no les proporcionaría ningún perjuicio. Teniendo en cuenta aquello de la igualdad para que también las señoras se pringaban sin preocupación alguna. Es más, empujando a los varones atemorizados ¡Hala, tú que puedes!

Pero ya empezaron a surgir por diversos horizontes los soles que iluminan todos los pillajes de los que España ha sido objeto. Hemos anunciado repetidamente que llegaría un momento en el que se abrirían las cajas fuertes, se valorarían las disposiciones de los ratas, se acumularían las notas que a diario se iban encontrando, las cuentas de los bancos se harían públicas, y se notaría quién que antes no era nadie ahora era estaba bien pertrechado. Y saldrían a relucir en los papeles. Y los jueces empearían a valorar los expedientes. Y se perdería el miedo de señalar a los que abusaron. E irían cayendo uno tras otro. Y aquellos que se salvaran de responder de sus males durante su vida de trasgresores, si no los cazan, irán al averno, crea o no crea en la existencia de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Algunos piensan haberse liberado anticipadamente con declaraciones fastuosas como que «la lucha contra la corrupción ha de ser implacable, venga de donde venga y caiga quien caiga (Europa Press reproduciendo palabras de Pedro Sánchez)». Palabras difundidas por todos los medios de comunicación, escritos u orales. Ello con intención de echar la basura a las puertas del enemigo cuando, al mismo tiempo, se dice abiertamente que «la corrupción más cruda le ha estallado al Gobierno de Pedro Sánchez en su momento de mayor debilidad política (El Mundo)».

Suponemos que en estos momentos habrá cientos de golfos tratando de escapar al lugar donde disfrutar de protección, ya sea dentro o fuera de las fronteras de España.