Ángel custodio, hada madrina

26/04.- Me entra la duda de cómo calificar a Pablo Iglesias en su aparición en la televisión de todos desde el palacio de La Moncloa para anunciar a los niños que los iba a liberar de estar encerrados en casa, como seguirán sus padres, sus abuelos y los hermanos mayores.

Publicado en el número 298 de 'Desde la Puerta del Sol', 26 de abril de 2020.
Ver portada Desde la Puerta del Sol en La Razón de la Proa.

Ángel custodio, hada madrina

Me entra la duda de cómo calificar a Pablo Iglesias en su aparición en la televisión de todos desde el palacio de La Moncloa para anunciar a los niños que los iba a liberar de estar encerrados en casa, como seguirán sus padres, sus abuelos y los hermanos mayores.

Unos momentos veo a Pablo Iglesias como el Ángel Custodio al que nos encomendaba nuestro querido amigo Jaime Suárez –Ángel al que ya estará acompañando en estos momentos en su propósito de ayudar a las buenas gentes que padecemos el coronavirus, y al que rezábamos con convencimiento–; un Ángel Custodio en el que confiábamos plenamente porque nos sentíamos amparados bajo sus alas limpias y bien formadas de Ángel de buenas maneras y no como los revoltosos dispuestos a tañer cualquier instrumento e incluso enzarzarse en los amoríos de los mortales.

En este caso no es que Pablo Iglesias se haya convertido a la buena fe, ¡qué va!,es que se ha vestido con ropa decente –ha mejorado su vestuario desde que visita Zara e intenta conquistar a Amancio Ortega–, ha peinado su coleta con decencia y se ha metido entre las alas del Ángel Custodio para decir a los niños que podrán salir a la calle a partir del domingo, aunque sin largos paseos para que no se cansen pero sí lo suficientemente amplios como para que vayan estirando las piernas sin peligro de dañarlas, lo que ha hecho con dulzura, como si fuera él el artífice de tan importante resolución, probablemente utilizando la terneza que emplea con sus niños recluidos en el casoplón de Galapagar.

Aunque también lo vi como el hada madrina que con su bondad, el cariño desmedido que suelen desplegar hacia la infancia, la varita mágica con la que les conceden todos aquellos deseos de que son merecedores los niños buenos de ambos sexos, es decir varones y hembras –sin que considere los de diferentes mixturas que andan por ahí y que no se encuentran catalogados en el mundo de las hadas–, con su corona refulgiendo sobre la cabeza –a pesar de no ser un adorno del gusto de Pablo Iglesias–, y con la alegría rebelde de la hermana novicia que representaba Julie Andrews en la película Sonrisas y lágrimas conduciendo la prole de la familia Trapp.

Por más que me cabe la gran duda señalar en qué papel estuvo mejor Pablo Iglesias, si en el rolde Ángel Custodio o en el de Hada Madrina. Lo cierto es que igual semejaba ser uno como la otra en el protagonista que representó en contra de su natural.

Natural que, sin poderse contener, tuvo que sacar a colación para poner de manifiesto que lo que la ministra portavoz del Gobierno, María Jesús Montero, había dicho al respecto tras el último consejo de Ministros no respondía a la realidad, por lo que se vio obligado a aclarar ante el «jefe» de ambos que las alida de paseo de los niños tenía que ser inmediata, porque así lo había planeado él.

Dicho lo que antecede queda demostrado de que Pablo Iglesias es un soberano y mendaz manipulador, que se viste de patrullero cuando ejerce como satélite de Maduro, se coloca ropa de Zara cuando quiere pasar inadvertido, de esmoquin cuando va con sus amigos a los premios Goya, o de cualquier otro tipo de prenda según el papel que le toca representar si ello va a favor de sus pretensiones, tanto para él como, según su pensar e ideología, para esa colectividad que desprecia a pesar de ser la mayor parte de los que moramos en España.

Hoy, hemos sacado a la terraza de casa un botijo de hechura normal, de barro blanco, decorado con aparente emblema de Paradores Nacionales, aunque de origen desconocido, con el fin de echar un trago por los niños que ya disfrutan paseando por las calles de España, esperando nos concedan a los mayores el mismo esparcimiento, pues si los niños han de desfogar toda la energía acumulada, los mayores hemos de poner en movimiento una estructura decadente, cansada, más propensa a estar parada que en movimiento, y a la que si no se ayuda un poco entrará en parada total, lo que será francamente deplorable.


 

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