Oda a un soñador, José Antonio

Poema.- Pero tú no has muerto, José Antonio, que todo nos queda en el recuerdo, el legado de tu obra es tan fuerte, que siempre vences al olvido y al tiempo...

Publicado en la revista Gaceta de la FJA, de noviembre de 2020. Ver portada de Gaceta FJA en La Razón de la Proa (LRP). Solicita recibir el boletín semanal de LRP.

Oda a un soñador, José Antonio

En Benalúa te mataron, camarada,
fue en Benalúa.

Cuando apenas despuntaba el alba,
un siniestro pelotón de fusileros
hicieron oír su mortífera descarga

de balas, de fanatismo y de rabia,
pero tú sonreías, camarada,
ante el paredón de la mañana.
Clara y lejos tenías la mirada.

Cuando se abren los días, camarada,
y el sol aparece con recelos, absorto
me siento, al ver como hasta el cielo

llorando quedaba por la vida que te
robaron los sicarios del miedo, y del
relámpago ardiente, y del trueno.

Ya está amaneciendo, camarada, sobre
los fusiles de acero, y tú, José Antonio,
morías frente a los balazos de hierro.
Te fusilaron amaneciendo.

Una descarga de envidia, la señal del
tormento, bramó frente a la brisa de
Alicante, cárcel de vidas y de sueños

que un pelotón de ciegos milicianos
te apuntaron a los ojos y al cuerpo,
y tú, fijas las pupilas, gritaste: ¡Dispara 
ya¡ 
Que la muerte siempre espero,
pues esta vida no la contemplo, sino
es quemándola en un bien supremo.

Tu sangre brotó en una cruel mañana,
nunca demandó resentimiento, jamás
quiso venganza, para aquellos que con
odio, vivieron de su mal, sedientos.

Y la vida diste, por amor a tu pueblo,
ese que camina entre insultos, el que
pide el pan que es lo justo, y el hogar
que nunca tuvieron.

En la memoria, estarán tus camaradas
rezando una patria sin luto ni hambre,
con sus manos abiertas y el corazón
latiendo, por una España libre y grande.

Pero no te importa camarada, que no
importa morir por un sueño; contento
me marcho amigo de gesta y de versos
que la gloria desea.

Pero nunca te fuiste solo, José Antonio,
que contigo otros muchos te siguieron,
para el último viaje, los brazos siempre
en alto se pusieron 
por España.
 

No sufras mas, compañero,
que siempre te lleváremos muy dentro;

cinco rosas las despliego, pues rosas
son los dardos que yo llevo, bordadas
están en tu camisa de azul serio y neto
que las novias las hicieron.

Afuera, nadie escuchaba tu lamento
que era tiempo de mentiras, y horas
de juramentos, unos por el Dios que
nos salva, y otros por el del infierno.

Y aquellas madrugadas de noviembre
ya no son las de siempre, compañero,
que están mal acompañadas, por un
tiempo, de tragedia y triste desespero.

José Antonio ya te tenemos -¡Presente!-
en contra de los clavos puestos, que
la siembra que dejaste, sí germinaron
como los trigos en el infinito universo.

Aunque ahora residas entre luceros
y nuestros cantos suenan muy lejos,
millares de voces recitan tu nombre,
José Antonio, con su eco creyendo,
tus palabras y tu definitivo ejemplo.

Y mira, cuántas cosas hablaríamos, mi
camarada, que en España y su pueblo
atentos están a tu consigna, por más
que descanses al otro lado del viento...

Pero tú no has muerto, José Antonio,
que todo nos queda en el recuerdo,
el legado de tu obra es tan fuerte, que
siempre vences al olvido y al tiempo.

¡Ay!, camarada. ¡Ay! Cuánto tiempo
compartido, ya quisiera yo darte hoy
un inolvidable abrazo a nuestro estilo,

que tú sigues con nosotros, que en ti
solo se te duerme el cuerpo, porque
eres un soñador de patria y de pueblo.

Cieza, junio de 2020