SEMBLANZAS

Amigo, compañero, camarada, hermano.

«Niego ser una pluma de derechas. No tengo nada que ver con la derecha. Ni con la izquierda, ojo». «Desde el primer momento yo elegí el falangismo porque se presentaba como un camino de concordia entre las dos Españas».


Guion de la participación de Enrique de Aguinaga en la mesa redonda celebrada con motivo de la conmemoración del centenario de Rafael García Serrano, en Madrid (11/FEB/2017). Recogido por la revista El mentidero de la Villa de Madrid (14/OCT/2023). Ver portada de El Mentidero en La Razón de la Proa (LRP). Solicita recibir el boletín semanal de LRP.

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Amigo, compañero, camarada, hermano.

Rafael García Serrano (Pamplona, 11-II-1917/Madrid, 12-X-1988), del que digo: Fuente que mana, siempre igual, siempre nuevo. Según la costumbre de la casa, hago estaciones, que en este caso son ocho:


1ª.- Amigo, compañero, camarada, hermano.


Amigo.

«A Manolis y Enrique, amigos de oro», dedicatoria en La fiel Infantería (1973).

Compañero.

El título no se me ocurrió a mí, aunque de ordinario se me ocurran buenos títulos, sino a un chico que trabaja conmigo, que lleva la cabeza pelada, pero llena de ideas, que es muy bueno, que quiere ser pobre –el tío–, que tiene mujer y dos hijos y pico y que se llama Enrique de Aguinaga. Por que suenan las campanas, en Madrid noche y día (1955).

Camarada.

En Arriba (II época) y Haz (V y VI épocas). Monaguillo de un trio de lujo: Ismael Herraiz, José María Sánchez-Silva y Rafael García Serrano. O lo que es lo mismo: aprendiendo todo el día. Manuel Alcántara decía que estaba en tercero de Herraiz.

Hermano.

Hijos de la misma madre, Navarra. Olite-Tafalla. Flechazo. Nos declaramos hermanos ya que, como diría Rafael, para maricones no valemos.


2ª.- Valor literario.


«Escritor navarro, cuya gracia, tierna y desgarrada, su prodigiosa facilidad y su clara letra es ya de escuela madrileña». Solapa Madrid noche y día (1955). Una cosa era leerle y otra verle escribir. Yo le he visto. Asombro.

Así le dijeron adiós los cuatro matutinos de Madrid. Rafael muere el 12 de octubre de 1988 (si le hubieran dado a elegir fecha, no habría elegido otra):

Arriba.- «Escribía como los ángeles». José María García Escudero.

ABC.- «Cuando leía algo de su pluma, tenía que acordarme de San Rafael, porque ha escrito como un arcángel». Jaime Campmany.

Ya.- «Su prosa sobrevivirá a sus ideas y su coyuntura histórica… Su Fiel Infantería y su Diccionario para un macuto son obras que van a tener más influencia cultural que las doce mil historias escritas sobre la guerra civil… Pervive más Quevedo que el conde-duque de Olivares, más Goya que Carlos IV. En el caso de García Serrano, cuando haya sido olvidada la causa que generó un millón de muertos, seguirán vivas esas páginas». Luis Apostua.

El País: «Fue un gran prosista, un excelente narrador, un escritor de calidad y un testigo de la mitad de nuestro pasado, con sus exaltaciones, insultos e imprecaciones consabidas, pero con momentos de rara y excepcional poesía (Los ojos perdidos 1958. “Una de las más bellas novelas de amor que se hayan escrito en España”. Salvador Jiménez)… Negarlo es negar esa mitad de nuestro pasado, parcializar nuestro presente y falsificar nuestro futuro. Y aceptarlo será conocernos mejor y por qué somos lo que hemos decido ser, si es que lo somos». Rafael Conte.

Pasados nueve años, así lo veía Francisco Umbral (El Mundo 1997):

«Puesto a glosar los sanfermines, prefiero quedarme con el falangista García Serrano (gran generación de los prosistas de la Falange) que era algo así como un Cela de camisa azul, cosa que nunca fue Cela. Los sanfermines son la guerra civil por otros caminos y García Serrano y Hemingway necesitaban la guerra para escribir, como otros necesitan enamorarse. Los sanfermines son lo que son en el mundo gracias a estos dos grandes escritores. El yanqui hizo la españolada. García Serrano, sencillamente, lo hizo en español».

Su propio mérito y un clamor soterrado le proponen académico de la Lengua; pero no pueden con el sectarismo establecido, no pueden por el pecado de confesarse falangista.


3ª.- Obra.


Literatura y Periodismo en simbiosis: Sus novelas como reportajes, sus reportajes como novelas. Corresponsal en Roma y cronista de Coros y Danzas en América. Su bibliografía es resonante.

Novelas, relatos cortos, libros de viajes, recopilación de artículos:

  • Eugenio o la proclamación de la primavera. 1938.
  • La fiel Infantería. 1943/1973.
  • Los toros de Iberia. 1945.
  • Cuando los dioses nacían en Extremadura. 1949.
  • Notas de un viaje de Roma a Buenos Aires. 1949.
  • Plaza del Castillo. 1951.
  • Bailando hasta la Cruz del Sur. 1953.
  • Al otro lado del rio. 1954.
  • Madrid, noche y día. 1955.
  • Los ojos perdidos. 1958.
  • Feria de restos. 1959.
  • La paz dura quince días. 1960.
  • El domingo por la tarde. 1962.
  • Los sanfermines. 1963.
  • La ventana daba al rio. 1963.
  • Historia de una esquina. 1964.
  • El pino volador y otras historias militares. 1964.
  • Diccionario para un macuto. 1964.
  • Retrato al minuto de un cabrón contemporáneo. 1977.
  • El obispo de Gambo tiene el honor de invitarle a la próxima g. civil. 1977.
  • La paz ha terminado (Dietarios). 1980.
  • Las vacas de Olite y otros asuntos de toros. 1980.
  • Poemas desangelados. 1982.
  • La gran esperanza (I). 1983.
  • Concierto para máquina de escribir y cinco toques de corneta. 1984.
  • V centenario. 1986.

Guiones cinematográficos

  • Ronda española. 1952
  • La patrulla. 1954
  • La casa de la Troya. 1959.
  • La fiel Infantería. 1960.
  • Tu yo somos tres. 1961.
  • Morir en Madrid. 1965.
  • Los ojos perdidos. 1966.
  • El marino de los puños de oro. 1968.
  • A la Legión le gustan las mujeres. 1976.
  • Los económicamente débiles.


4ª.- Fidelidad.


Leo del artículo de Conte en El País:

«Lo que sucede con Rafael García Serrano y su obra es que no se movió un ápice de sus posiciones iniciales, ese falangismo al que tan tempranamente se adhirió y que fue la razón de ser de su vida y de su obra. Tanta y tan tremenda fidelidad perturba y aplasta, sobre todo a espectadores y lectores al uso, acostumbrados a tanto giro, a tanto cambio, a tanta vuelta de chaqueta, a tanto matiz y tanta sutileza mental que intenta justificarlo todo…» (1988)

¿A qué se debe su fidelidad a ese eje temporal de nuestra historia? Le pregunta Ignacio Marina Grimau (El Mundo, 1986) y Rafael García Serrano responde:

A que es el hecho más importante de mi vida y al deseo de dejar testimonio, porque del lado nacional se abandonó toda literatura testimonial y yo veía que el lado contrario procuraba dar muchos y variados testimonios¿Se considera un ultra?Nunca me he considerado un ultra. Siempre he creído en la solución de la Falange. Hay en ella una verdad radical y hermosa, de superación de izquierdas y derechas.


5ª.- Contra viento y marea


Con la observación y la experiencia he llegado a un teorema: los condenados, a la vez, por los unos y por los otros, son hombres de bien y de verdad.

Es conocido el caso de Julián Marías. Y tantos casos. Es el caso de Rafael con la gran paradoja de La fiel Infantería, que el propio Rafael relata en el prólogo de la cuarta edición (1973).

Esta edición reproduce íntegramente la primera, subrayando en rojo los textos condenados por decreto del arzobispo de Toledo y primado de España, cardenal Enrique Pla y Deniel, cuyo nombre, el pasado mes de enero, ha sido borrado del callejero de Salamanca, por acuerdo municipal en aplicación de la mal llamada ley de la memoria histórica.

El decreto del cardenal que condena La fiel Infantería se produce justamente a raíz de haber obtenido el premio nacional de literatura José Antonio Primo de Rivera en 1943. El prólogo de esta cuarta edición tiene 113 páginas (podrían ser un libro más) en las que Rafael García Serrano relata minuciosamente la odisea, sintetizada irónicamente por Salvador de Madariaga en la BBC de Londres:

«El Régimen ha alcanzado la plenitud de la autarquía ya que un libro escrito por un oficial de Franco, publicado por una editora de Franco y premiado por un organismo dependiente de Franco había sido recogido por la policía de Franco».

José Antonio nos dejó en su testamento:

«El dolor de que se haya vertido tanta sangre por no habernos abierto una brecha de serena atención entre la saña de un lado y la antipatía de otro» (1935).

En el capítulo Bienaventurados los que mueren con las botas puestas, de La fiel Infantería (página 110), Ramón, Miguel y Matías, en la academia de alféreces provisionales, cantan, en formación por las calles de Ávila, el Die Fanhe hoch (Arriba la bandera) con la letra falangista que dice: «perseguidos por izquierdas y por las derechas, caía yo, mientras dudabas tú».


6ª.- Reconciliación.


Rafael dedica su Diccionario para el macuto (1964)...

«A Francisco Franco, el general de mi juventud. Y a todos los que entonces quisieran una España nueva, la quisieran como la quisieran y desde donde la quisieran». Y en el Diccionario escribe: «No soy objetivo pero sí leal y amo a mis antiguos enemigos como a mí mismo».

A propósito, paréntesis. Una primicia que tiene ochenta años y de la que, como una joya de mi archivo, poseo documento manuscrito (vaya usted a saber por qué). En marzo de 1938, en plena guerra, ganada la batalla de Teruel, Franco contesta un cuestionario del corresponsal de Deutscher Verlag de Berlín,

¿Qué puede decir S.E. de la actual capacidad militar del ejército rojo-republicano? 
El Ejército Rojo solo tiene un valor: el hombre, este soldado español tan sufrido y admirable que sobrelleva hasta las máximas derrotas; otro soldado de menos virtudes se hubiera derrumbado ya ante la catástrofe constante. No merece tan mala causa sangre tan preciosa.
Cierro paréntesis.

En una entrevista muy crítica que le hace Carmen Rigalt (Diario 16, 20/02/1983) Rafael rechaza la clasificación de "pluma de derechas"...

«Niego ser una pluma de derechas. No tengo nada que ver con la derecha. Ni con la izquierda, ojo». Rigalt se escandaliza y Rafael se afirma: «Desde el primer momento yo elegí el falangismo porque se presentaba como un camino de concordia entre las dos Españas».

Según la idea de Enrique Sotomayor, el Frente de Juventudes (1940) se concibe como aquella conciliación en las nuevas generaciones, y, de hecho, así lo practicaron hijos de vencidos y de vencedores, de modo que el Frente de Juventudes cambió el Día de la Victoria por el Día de la Canción, con un regalo musical de Joaquín Rodrigo, Tambores de primavera.

Aquel espíritu cunde en el Arriba de Rafael, donde José María Sánchez Silva escribe, en el Día de los Caídos de 1945, su impresionante Arenga a los muertos (a todos los muertos). En la misma tesitura, el Día de la Victoria (1957), Ismael Medina firma su Victoria también para los vencidos. Y, permitidme este añadido personal, el Día de la Victoria (1950) se publica La Victoria con botas texto con el que un tal Aguinaga acaba de felicitar Pascuas y Año Nuevo.


7ª.- La gran esperanza


La gran esperanza, sorprendente Premio Espejo de España 1983, es el primer tomo de una propuesta trilogía sobre la historia de la Falange. La gran esperanza es la fe de García Serrano, que, vista en el polo opuesto (Álvaro Delgado Gal, en El país), es su círculo vicioso. Rafael, inasequible al desaliento, se defiende literariamente, invocando, una y otra vez, a Balzac.

«Si Balzac pudo hacer 'La comedia humana' con la sociedad de su tiempo», «¿Por qué no ha de poderse hacer una comedia humana del drama español que tiene tantos aspectos y ofrece la ventaja de ser una situación límite. Eso es lo que no entiendo como no lo comprenden los demás y eso es lo que quiero hacer yo» (Ana María Carbonaro, El Alcázar, 15 de marzo, 1972).

Y aquí surge un pensamiento insólito, que no lo recuerdo en otra expresión de Rafael. «Naturalmente, fracasaré. Naturalmente, fracasaré». Pensamiento, que, como saben mis sufridos lectores, me resulta muy familiar. Y más con el plus de Rafael:

«Pero siempre es bello fracasar en una obra grande. Fracasar en una novela rosa no tiene importancia; pero fracasar en algo bello, que te compromete, en algo que te cueste disgusto desde lo personal hasta lo económico, eso, simplemente, merece la pena».

Comento. Reiteradamente he remachado la idea: Frente al éxito a toda costa, fracasar con éxito, que me enseñó Sánchez-Silva. El método científico ensayo/error es ir al éxito de fracaso en fracaso. Vivimos en la estela de fracasos admirables. La utopía mueve el mundo… A ver si suena esto:

«Y queremos que la dificultad siga hasta el final y después del final; que la vida nos sea difícil antes del triunfo y después del triunfo» (José Antonio, 1935).

A ver si suena esto:

«Si desfalleces /del acoso de todos, y cansado / ves tu afán como un verso malogrado: / bebamos juntos en las mismas heces. / En tu propio solar, quedaste fuera, /del orbe de tus sueños hacen criba. / Pero, allí donde estés, cree y espera / El cielo es limpio y en sus bordes liba / claros vinos del alba, primavera. / Pon arriba tus ojos, siempre arriba» (Ángel María Pascual, Envío, soneto, Capital de tercer orden, 1947)

Hay una positiva filosofía del fracaso, de raíz cristiana, frente a una negativa filosofía del éxito, de signo materialista. Jaspers, Sartre, Lacroix y Ortegaven el fracaso como «necesario y fascinante. Naufragar no es ahogarse», dice Ortega, mientras que Lacroix eleva el fracaso a «característica de la realidad humana», que fracasa esencial y fundamentalmente; que debe distinguir entre experimentar el fracaso y sucumbir en él; que permite descubrir la alegría dentro del fracaso; que no tiene por qué agotar la esperanza; que es aceptación y superación de lo trágico; que se remonta sobre el escepticismo y el nihilismo. Así lo ha visto Julián Marías, que nos alecciona con este hallazgo político y filosófico: «lo verdaderamente importante no es lo que se consigue, sino lo que se propone».


8ª y ultima.- Alegramente.


Y todo, incluso el fracaso, con alegría, alegremente.

Mirad. En la revista Haz, VI época (director, García Serrano; subdirector, Aguinaga), hace sesenta y cuatro años, en 1953 (1 de febrero), bajo el título de Pequeña proposición en honor de Matías Montero, Rafael escribía con su estilo inconfundible. Vamos a escucharle:

Ahora mismo se nos echa encima la conmemoración de Matías Montero y todas  las previsiones protocolarias se escalonan en torno a un módulo de tristeza. Matías Montero no era triste ni su generosa historia nos autoriza a dar un tono elegiaco a la fecha del 9 de febrero.

Febrero es un mes alocado, no por el maligno y bostezante carnaval, sino porque en su tiempo revuelto apunta ya el sol de primavera y hay mañanicas de febrero que huelen a abril, y en cinco minutos de una tarde de febrero está esbozado el perfecto programa del dichoso mayo y hasta la cálida acogida de agosto.

Las mieses son en febrero como niños chicos y un poco desamparados, pero con los ojos vivos, con los pequeños gestos cargados de vital elocuencia. Todo comienza en febrero, la vida misma comienza en febrero. La vida, como un can, junto a las bardas en que pega dulcemente el primer sol del año.

(Este canto a febrero, Rafael en estado puro. Y sigue)

Ni siquiera me atrevo a poner en duda que Matías Montero murió porque España siempre alegrase su cara, porque todos nosotros fuésemos más alegres, porque las fábricas y los campos, los puertos y los ríos, las montañas y los hombres de la Patria fuesen como una sonrisa, como una campana llamando a fiesta y a oración, como una laboriosa romería.

¿Por qué no transformar la conmemoración de Matías Montero en la grande y honesta feria del yugo y las flechas, en la anticipada primavera que canta el himno, en la hermosa seguridad de mayo?

Me ha parecido, camaradas, que esta era la forma de conmemorar, desde HAZ, el Día del Estudiante Caído. Perdón, si me equivoqué.

Firmado: Rafael García Serrano.

¡Este es mi hermano Rafael!


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