SEMBLANZAS

Ricardo Rambal Madueño

Ricardito, la increíble historia del joven falangista que, con tan solo 15 años, sobrevivió a su fusilamiento en Paracuellos.

Publicado en Historias azules (6/04/2024), blog editado por el autor en redes sociales, y posteriormente en La Razón de la Proa (LRP) que reúne todas las reseñas de ese blog en la sección Nuestra memoria. Solicita recibir el boletín semanal de LRP

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Ricardo Rambal junto al monolito que lleva el nombre de un amigo suyo asesinado el 2 de diciembre de 1936. De fondo el cuadro "Fusilamientos de Paracuellos del Jarama" obra de Carlos Sáenz de Tejada.
Ricardo Rambal Madueño

Hay multitud de libros y testimonios sobre la matanza de miles de inocentes llevada a cabo en Paracuellos del Jarama por los frentepopulistas entre el 7 de noviembre y el 8 de diciembre de 1936.

Existen abundantes listados de las víctimas, que rondan los cinco mil fusilados, que sólo el sectarismo puede hacer dudar de la responsabilidad directa en la masacre de Santiago Carrillo, consejero de Orden Público de la Junta de Defensa de Madrid. Los fusilados fueron mayoritariamente presos de las cárceles de Madrid, de un amplio perfil político, aunque los caracterizaba su probada o presunta desafección al régimen.

Civiles, militares, falangistas, monárquicos, religiosos, militantes de partidos de derechas o simplemente católicos, componen la base común descriptiva de las víctimas, entre los que hay identificados 276 menores de edad, el más pequeño de ellos de trece años.

En esta breve reseña me refiero al ⎼probablemente⎼ único de los fusilados falangistas que logró salir con vida de la masacre: Ricardo Rambal MadueñoRicardito, como era conocido por todos⎼, que por aquél entonces tenía quince años.

Ricardo fue detenido el 4 de junio de 1936, acusado de ser un militante falangista, e ingresado en la cárcel Modelo de Madrid, donde coincidió con José Antonio justo antes de que éste fuera trasladado a Alicante; llevó una vida normal de recluso hasta el 18 de julio en que la situación de los presos políticos cambió radicalmente.

La tarde del 22 de agosto se produjo el asalto incontrolado de los milicianos socialistas y anarquistas, encabezados por el dirigente de la juventud socialista Enrique Puente y el siniestro asesino anarquista Felipe Sandoval, conocido como el "doctor Muñiz". Tras tomar la cárcel, durante dos días procedieron a asesinar a un grupo selecto de presos falangistas. Ricardito vio morir a Matorras, Nicasio Ribagorda, Juanito Orellana, Fernando Primo de Rivera y Julio Ruiz de Alda entre otros muchos.

Tras esa primera masacre, en los meses de septiembre y octubre, comenzaron las sacas indiscriminadas de presos que eran asesinados en las afueras de Madrid. En el mes de noviembre, Ricardito y otros presos fueron trasladados a la cárcel de San Antón donde presuntamente iban a ser juzgados. Ricardito fue juzgado el día 7, y se le comunicó que iba a ser puesto en libertad.

El día 28 de noviembre, junto con otros presos, fue subido a un autobús para su traslado de prisión. El traslado lo componían unos doscientos presos que fueron directamente conducidos a un descampado en Paracuellos del Jarama e inmediatamente fusilados. Lo sucedido fue escalofriante y Ricardo lo contó así en diferentes entrevistas tras la guerra:

«Hacía frío, pero, créame, que no lo notábamos. Llevábamos la ropa interior y el mono de la prisión, nada más, pero no notábamos el frío. El miedo era la sensación más fuerte, no había lugar para sentir nada más». Habían recorrido unos cincuenta metros desde que bajaron de los camiones “Algunos de nuestros compañeros llevaban las manos atadas”. Comenzaron las descargas ⎼continúa Ricardo⎼: «Yo, además, tenía una herida en la pierna. Me la había hecho un miliciano en la prisión cuando intentaba robar una hogaza de pan. Me clavó el machete, pero no me quitó la hogaza».

«No sabía dónde estaba ni qué me había pasado. Serían las doce de la noche cuando abrí de nuevo los ojos. Me dolía una pierna, el estómago y la boca. Sangraba, sangraba mucho. Sin moverme del lugar en el que había caído palpé el terreno con ambas manos. El frío de los muertos me hizo reaccionar. ¡Qué escena! Cuerpos y más cuerpos sin vida, amontonados, ensangrentados, algunos de ellos terriblemente desfigurados. Me puse de pie, dudé décimas de segundo y salí corriendo despavorido. Creo que no grité porque tenía un intenso dolor en la boca. Luego me daría cuenta, horas más tarde, que tenía una bala incrustada en el paladar. Era el tiro de gracia que me había entrado por la barbilla, pero afortunadamente el proyectil se quedó en la boca».

Al amanecer se escondió en unos matorrales donde permaneció todo el día. Al anochecer comenzó el camino hacia su casa. Caminó hasta que volvió a amanecer y se volvió a esconder. Cuando volvió a anochecer, emprendió de nuevo la marcha y llegó a la barriada de Canillejas.

Llevaba casi tres días intentando llegar a su casa. Tuvo que esquivar varios controles y finalmente, a pesar de estar desorientado, llegó a la calle Leganitos donde vio que la casa de su madre había sido destruida por una bomba. Cuando ya estaba totalmente desesperado, una vecina le reconoció y le dijo que su madre estaba en un refugio de los guardias de asalto en el cine Capitol. Ricardito se dirigió al refugio y allí encontró a su madre que pensaba que su hijo estaba muerto.

Ricardo se desmayó de puro cansancio y debilidad ya que, además del tiro de gracia, tenía balazos en el estómago y en la rodilla izquierda. Estuvo semiinconsciente casi tres días, durante los cuales algunos de los allí refugiados le curaron y le extrajeron la bala de la boca. Una vez ligeramente recuperado, un guardia de asalto le dio un carnet de la CNT, un mono y una pistola y le dijo: «Toma, defiéndete como puedas y guarda la última bala para ti».

Poco después fue nuevamente detenido y encarcelado en los sótanos del Ministerio de Marina. Pasó allí tres meses y consiguió salir porque la hija de un carcelero se enamoró de él y consiguió que lo pusieran en libertad. Pero volvió a ser detenido e ingresado en la cárcel de San Antón hasta febrero del 37.

Ya en la calle, de nuevo en libertad, logró contactar con la quinta columna y pasarse al bando nacional por la Ciudad Universitaria. Colaboró con el servicio de espionaje de Burgos llevando mensajes de la quinta columna de Madrid. Finalmente luchó como alférez provisional en unidades de combate falangistas.

Terminada la guerra, Ricardo Rambal se hizo abogado. Nunca olvidó su paso por Paracuellos y el asesinato de sus camaradas, recordándolos siempre emocionadamente en las entrevistas y conferencias que dio finalizada la guerra.

"Fusilamientos de Paracuellos del Jarama" obra de Carlos Sáenz de Tejada

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ABC | Manuel P. Villatoro | 30/08/2020

El 29 de noviembre de 1936, el joven Ricardo Rambal Madueño, de apenas quince veranos, se despertó en una gélida zanja excavada en el municipio madrileño de Paracuellos del Jarama. Su única compañía, a izquierda y derecha, eran cadáveres inertes; como él, hombres y mujeres que habían sido sacados por las bravas de las prisiones de la capital y llevados hasta aquel triste campo de muerte para ser fusilados. El chico se hurgó la mandíbula, que palpitaba con vida propia, y corrió despavorido. Solo pensaba en escapar. No fue hasta algunas horas después cuando descubrió que tenía una bala alojada en el paladar.

Publicada por La Cofa en Jueves, 11 de abril de 2024

 

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Maqueta de Paracuellos del Jarama con el cuadro de Carlos Sáenz de Tejada "Fusilamientos de Paracuellos del Jarama". Sala de la Guerra Civil, antiguo Museo del Ejército de Madrid (2003).
 

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