HUELLAS DE NUESTRO PASO

Las clases sociales y el Frente de Juventudes

Vamos a referirnos en estas líneas a uno de los rasgos distintivos del Frente de Juventudes: su carácter interclasista, tanto en lo referente a su acción con los encuadrados como especialmente en las organizaciones de afiliados.

Publicado en el boletín Nº 33 de Mástil digital, de Febrero de 2015. Editado por la Hermandad Doncel. Ver portada de Mástil digital en La Razón de la Proa. Recibir el boletín semanal de La Razón de la Proa (servicio gratuito).

2022-06-16-clases-sociales-FJ-1w
Las clases sociales y el Frente de Juventudes

Las clases sociales y el Frente de Juventudes


Este año (2015) se cumple el 75º aniversario de la fundación de la Delegación Nacional del Frente de Juventudes (6-XII-40), como obra educativa –aunque no predilecta– del Régimen de Franco.

Su existencia se prolongó a lo largo de treinta y siete años, teniendo en cuenta los cambios de nomenclatura (Delegación Nacional de Juventudes a partir de 1961 y Delegación Nacional de la Juventud, de 1970 a 1977) y sin perder de vista su precedente de las Organizaciones Juveniles de FET y de las JONS.

A lo largo de ese tiempo, sus departamentos pretendieron abarcar a toda la juventud española, objetivo de máximos que nunca se alcanzó por la falta de medios, según la función que le confería aquella Ley Fundacional y las posteriores reformas y modificaciones: Centros de Enseñanza, Centros de Trabajo (aprendices), Rurales, Educación Física y Deportes, Campamentos…; con el paso de los años, amplió sus servicios: Red de Albergues Juveniles, Oficina de viajes para jóvenes, Editorial Doncel, Radio Juventud…

Además de esta labor para los niños y jóvenes encuadrados (en teoría, todos), creó y tuteló dos movimientos juveniles propios, integrados por voluntarios o afiliados: las Falanges Juveniles de Franco (1942-1959) y la Organización Juvenil Española (1960-1977), que luego sobrevivió a la extinción de la Delegación, como entidad de Derecho privado y que sigue existiendo felizmente.

Caben muchas valoraciones acerca de una Institución que perduró durante tan dilatado período histórico y son legítimas las diferentes perspectivas con que se contemple; se puede estar o no de acuerdo con su pedagogía específica basada en los valores falangistas; se puede matizar su instrumentalización como medio para la política de juventud de un determinado Régimen y se pueden juzgar, ya desde la lejanía, sus adaptaciones a la cambiante realidad nacional e internacional; lo que en modo alguno es admisible es la habitual estrategia del silencio y la ocultación o la no menos habitual de la deformación y la caricatura.

Vamos a referirnos en estas líneas a uno de los rasgos distintivos del Frente de Juventudes: su carácter interclasista, tanto en lo referente a su acción con los encuadrados como especialmente en las organizaciones de afiliados. Se trataba de un planteamiento de acción global, inclusiva, fundamentada en aquella propuesta joseantoniana de superar las divisiones entre los españoles creadas por los partidos, por los separatismos locales y por las clase sociales.

Podríamos decir sin temor a errar que era la primera vez que, desde el Estado español, se promovía una obra para todos los niños y jóvenes, sin discriminación alguna de origen social o familiar y que hacía posible que, bajo la misma lona de la tienda, convivieran en estrecha hermandad el hijo de la familia obrera, el hijo de una familia que se sostenía mediante una profesión liberal y el de un alto funcionario.

Estas fueron las intenciones y la norma, pero, como en todo lo humano, se puede encontrar la distancia que va de la teoría a la práctica, y ello debido a la resistencia clara de las “clases altas” a que sus vástagos participaran en las actividades o se afiliaran a las organizaciones del Frente de Juventudes.

Esta resistencia o recelo al interclasismo también se solía dar, paradójicamente, entre los jerarcas del Régimen o del Movimiento, hasta el punto de que, con ingenuidad manifiesta, se dictaron órdenes e instrucciones en este sentido.

Especialmente a partir de 1945 y del resultado de la SGM, las Falanges Juveniles se vieron inmersas en una creciente proletarización, como se llamó al repliegue generalizado de hijos de la burguesía con respecto a la afiliación y participación y, por el contrario, la existencia de una base juvenil entusiasta de quienes procedían de presuntas clases bajas; si cruzamos este dato con la tendencia ideológica familiar, no dejaremos de comprobar cómo padres de familia que habían pertenecido al bando vencido en aquella guerra civil ya lejana no tenían obstáculos en que sus hijos estuvieran afiliados o asistieran a campamentos; no hace falta recordar que en el Frente de Juventudes y en sus organizaciones de afiliados jamás se preguntó por las ideas de los padres ni se discriminó por este motivo a la hora de seleccionar los cuadros de mando.

Otras dificultades se sumaron a estos recelos y rechazos, algunas de triste tradición desde la fundación: las trabas y dificultades que interponían los colegios y centros de nivel acomodado, incluyendo los dependientes de la Iglesia, siempre renuente a que las propuestas falangistas pretendieran sustituir la beneficencia mediante la justicia social o que las organizaciones voluntarias del Frente de Juventudes supusieran una competencia al monopolio eclesiástico en este sentido.

En los años 60 se mantuvo esta preponderancia social y aquellos recelos, pero con el importante matiz de que una cada vez más creciente clase media –creación del Régimen– no puso tantos inconvenientes a que sus hijos se afiliaran a la naciente O.J.E. y disfrutaran de los servicios que ofrecía la Delegación Nacional de Juventudes.

No obstante, persistió, como tónica general, el desprecio de las clases altas y puede decirse, en términos amplios, que no acostumbramos a compartir cantimplora o plato de aluminio con hijos de financieros, grandes empresarios… o políticos, con las honrosas excepciones de quienes, desde puestos oficiales del Régimen, seguían persiguiendo ideales más que prebendas.

Se perdió, así, una oportunidad histórica para la cohesión social de la sociedad española, igual que se perdieron otras oportunidades cuya enumeración sería prolija para este artículo.

Del mismo modo, para resumir, que ulteriores acontecimientos en la llamada Transición hicieron imposible la creación de una verdadera democracia de contenido para todo el pueblo español.

Comentarios