EDITORIAL

Los idus de marzo.

Los idus de marzo ⎼cuando, en la antigua Roma, se cumplió el siniestro augurio del asesinato de Cayo Julio César por mano de sus supuestos fieles⎼ van a ocasionar en la política española de hoy más de una víctima..


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Los idus de marzo.

Los idus de marzo.


Reconocemos que ha tenido gracia la señora Díaz Ayuso al decir que España le debe una al haber apartado ⎼aunque sea indirectamente⎼ a Pablo Iglesias de su cargo de vicepresidente del Gobierno. De todas formas, las espadas están, más que nunca, en alto, y no sabemos los posibles resultados de las maniobras que se suceden a velocidad de vértigo.

Los movimientos políticos de estas últimas semanas han sido bien calificadas de terremoto; en todo caso, es una prueba más de que la historia da muchas vueltas, y los conformismos, basados en un pesimista determinismo, siguen siendo actitudes propias de pusilánimes y de mentes claudicantes.

Los idus de marzo ⎼cuando, en la antigua Roma, se cumplió el siniestro augurio del asesinato de Cayo Julio César por mano de sus supuestos fieles⎼ van a ocasionar en la política española de hoy más de una víctima; de momento, además del vicepresidente del Gobierno (cuya salida apresurada del banco azul se puede interpretar con más de una clave: actual de bombero en Madrid o por mor de sus discrepancias con el flamante presidente), todos los dedos señalan a la señora Arrimadas, aquella en la que antaño pusieron sus esperanzas (defraudadas) muchos catalanes de bien; a partir de ambos, muchos políticos de segundo nivel han iniciado un baile de renuncias, cambios de bando o dimisiones que apenas tiene precedente.

De todas formas, ¿son estos acontecimientos apresurados y sus posibles consecuencias suficientes para remediar los graves problemas de España? Nosotros creemos que los males son más profundos y vienen de causas que se remontan al pasado.

En un momento dado de nuestra historia reciente, se decidió que fuéramos asimilados a una determinada configuración del Estado, sugerida o impuesta por poderes extranacionales que se entendían como inapelables. De este modo, las perspectivas de una vida auténticamente democrática fueron reemplazadas por el imperio de la partidocracia; las esperanzas de una revisión del sistema económico y de sus efectos sociales se vieron cegadas por la evidencia del sometimiento a intereses financieros; las exigencias de una sociedad moderna ⎼educación, cultura, promoción de la natalidad y de la familia…⎼ fueron escamoteadas por la dictadura de las ideologías del Sistema; la honradez fue sustituida por la corrupción; la moral, por su descrédito sistemático...

En suma, se constituyó un Régimen puramente artificial, que encandilaba a las poblaciones con eslóganes ocurrentes, siempre dentro de los parámetros de la corrección política. De ese Régimen, ahora discrepan los herederos de sus posibles logros y de sus evidentes defectos: las espadas ⎼como decíamos⎼ siguen en alto, y no solo para cambiar de siglas de partido de gobiernos locales, autonómicos o nacionales.

No es extraño que cualquier movimiento sísmico, que en otras naciones más serias estaría calificado como de baja intensidad, aquí despierte un interés desusado, sea calificado como terremoto y sirva luego, en la mayoría de los casos, para ocultar problemas de fondo.

No nos asusten, con todo, estos terremotos, ni sintamos temor alguno ante los idus de marzo. Ojalá sirvieran para sanear el ambiente y levantar, sobre las ruinas de lo artificial y lo defectuoso, una España más justa, más libre, más auténticamente democrática y más acorde con su historia y su esencia.