EDITORIAL

Los enemigos de Europa

La posibilidad de que algún día exista ese 'Estado general europeo' que pide Ortega, y que nosotros asumimos como un reto histórico, queda oculta por la 'Europa oficial', que ejerce de sacerdotisa laicista de esas ideologías enemigas a la razón de ser europea.

Editorial de La Razón de la Proa (LRP) de octubre de 2021, recuperado para ser nuevamente publicado en marzo de 2024. Solicita recibir el boletín semanal de LRP.

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Los enemigos de Europa

Los enemigos de Europa


Un amigo, lector habitual de La Razón de la Proa, nos remite un texto de José Ortega y Gasset que teníamos olvidado o nos había pasado desapercibido:

«Ha sido el realismo histórico el que me ha enseñado a ver que la unidad de Europa como Sociedad no es un ´ideal´, sino un hecho y de muy vieja cotidianidad. Ahora bien, una vez se ha visto esto, la probabilidad de que un Estado general europeo se impone necesariamente. La ocasión que lleve súbita mente a término del proceso puede ser cualquiera: por ejemplo, la coleta de un chino que aparece por los Urales o bien una sacudida del gran magma islámico».

Nuestro lector se pregunta si estas palabras tienen carácter profético.

Reconozcamos en Ortega sus grandes cualidades de pensador y de filósofo, de espectador de la sociedad de su tiempo, de enamorado de España y de esa Europa unida, y, sobre todo, de su indudable magisterio sobre José Antonio Primo de Rivera. Ahora bien, no puede serle atribuida la condición de profeta, pues su mirada de la historia y de su presente ⎼su circunstancia⎼ finalizó con su muerte terrenal, y nadie, salvo que reciba un oráculo divino, puede vislumbrar qué depara el futuro. Por supuesto, tampoco pudo ser profeta José Antonio ni lo intentó.

Sin embargo, algunas de sus apreciaciones, en tanto que una comunidad adquiera la conciencia de la necesidad unitaria cuando le amenaza un enemigo, son válidas. Pero ampliemos la idea: ¿solo de un enemigo exterior?

Puede ocurrir muy bien que ese enemigo esté dentro de sus fronteras, e, incluso, dentro de las mentalidades de los ciudadanos; se haya enquistado en un quehacer diario, domine sus pensamientos y su lenguaje; y ese enquistamiento enemigo está, evidentemente, en la presencia de ideologías extrañas a su esencia nacional.

Tal es el caso hoy de Europa y de las naciones que la forman ⎼evidente en España, laboratorio de pruebas de esas ideologías⎼; y esas influencias perniciosas no son necesariamente externas. Son desviaciones de su cultura, de su tradición, de su idiosincrasia, e imposibilitan su porvenir como entidad histórica si no son erradicadas.

Europa se haya en ese caso; se pretende formalizar la unidad continental con basamentos falsos, y no precisamente de influjo asiático o musulmán. Estos basamentos son el identitarismo de género, la falsa dialéctica de las minorías oprimidas, la deconstrucción de las naciones a favor del multiculturalismo, la ingeniería de la especulación frente al trabajo y la producción, el igualitarismo opuesto a la cultura del esfuerzo y, sobre todo, la negación u ocultación de la Trascendencia del hombre, y su correspondiente supeditación de la dignidad y la libertad a las necesidades del Sistema.

En suma, la contumacia neoliberal, neocapitalista y neomarxista, aliadas todas ellas entre sí en un proyecto que coincide, casualmente, con la globalización, claramente opuesta a la europeidad rectamente entendida.

La posibilidad de que algún día exista ese Estado general europeo que pide Ortega y que nosotros asumimos como un reto histórico queda oculta por la Europa oficial, que ejerce de sacerdotisa laicista de esas ideologías enemigas a la razón de ser europea. Esa Europa oficial es presa fácil, en consecuencia, de los enemigos externos que pululan dentro y fuera de las fronteras europeas, porque esta Europa de hoy no tiene nada que oponer a su fuerza y a su mística agresiva.

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