EDITORIAL, TAL VEZ EL ÚLTIMO.

Despedida... Que no quiere ser un adiós definitivo.

Constatamos que el intento deberá esperar mejores momentos; por ello, cerraremos próximamente nuestra revista ⎼que quería ser la de todos⎼, no con un adiós definitivo, sino como una despedida a modo de paréntesis.

Sugerencia para evitar que el adiós sea definitivo

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Despedida... Que no quiere ser un adiós definitivo.

Despedida... Que no quiere ser un adiós definitivo


Los lectores de La Razón de la Proa tienen hoy ante sí lo que puede ser el último editorial de esta revista digital, que ha previsto cerrar su publicación próximamente después de dos años y medio ininterrumpidos de servicio.

La Razón de la Proa nació como expresión de un proyecto… o de un sueño: que las generaciones de los años 60 y 70 del siglo XX, educadas bajo una impronta inequívocamente joseantoniana, dieran un paso al frente y adquirieran protagonismo en los ámbitos azules de nuestros días. En consonancia con este proyecto, siempre hemos resaltado lo esencial y no tanto lo accesorio del pensamiento de José Antonio Primo de Rivera ⎼atentos también a otros intelectuales de nuestros días⎼, con la idea clara de que en él existen las claves para los problemas del ser humano, de España y de Europa en este siglo XXI.

Nacimos, pues, con vocación de actualidad y de rigor en nuestros planteamientos, liberando ese pensamiento ya histórico de la ganga acumulada durante años, incluso de ciertas resonancias épicas provenientes de circunstancias históricas distintas a las del mundo en que vivimos. Pretendíamos, incluso, hacerlo con un nuevo lenguaje, comprensible para las nuevas generaciones, que reemplazara al histórico y ya tópico en muchos casos.

Nunca pretendimos lanzarnos a una aventura estrictamente política (que entendimos que quedaba en manos de los partidos), sino que buscábamos abrir una trinchera en el combate cultural, donde lo espiritual y lo trascendente, lo ético y lo antropológico presidiera nuestros mensajes; confiábamos en que, por su parte, sociólogos, economistas y politólogos colaboraran, interpretando, en clave joseantoniana, las necesidades de hoy.

Y, efectivamente, recibimos en estos dos años y medio muchas respuestas a nuestra demanda; nos enorgullecemos de hacer contado con excelentes plumas, algunas de ellas constantes. También, nos hemos hecho siempre eco de publicaciones afines, identificadas con nuestro proyecto, y hemos difundido sus artículos, haciendo nuestras, en muchos casos, sus ideas.

Pero, por otra parte, no se acabó de dar ese paso al frente de esas generaciones mencionadas, formadas en la España del desarrollo o, incluso, de la Transición, salvo dignísimas excepciones individuales; ¿cuestión de olvido?, ¿de comodidad?, ¿de desaliento?

Ante esta situación, los ilusionados creadores de La Razón de la Proa hemos acabado formando una respetable minoría, con un intenso trabajo acumulado que obligaba a dejar otros menesteres perentorios. Constatamos que el intento deberá esperar mejores momentos; por ello, cerraremos próximamente nuestra revista ⎼que quería ser la de todos⎼, no con un adiós definitivo, sino como una despedida a modo de paréntesis.

Otra serie de problemas, derivados de lo mencionado (humanos, económicos…) nos obligan a tomar esta medida. No obstante, persistimos en la premisa fundamental que dio lugar a nuestro nacimiento: José Antonio, como alternativa en el siglo XXI, aunque muchos lo soslayen por desconfianza en sí mismos quizás; puede ser que las añoranzas ⎼aun legítimas⎼ han prevalecido sobre la eficacia; nosotros apostábamos (y seguimos apostando) por el presente y por el futuro.

Solo nos queda dar las gracias a quienes han hecho posible este proyecto que hoy cumple dos años y medio de andadura, especialmente al inigualable soporte técnico e informático que ha dado a esta revista digital un sello inequívoco de modernidad y de una estética que hasta ahora parecía imposible en nuestras esferas.

Parafraseando al propio José Antonio cuando despidió con tristeza el último número de Libertad de Valladolid, podemos decir:

Nuestra revista digital no nació por el gusto de afirmarnos, de erigirnos en centro vivo justificador de nosotros mismos; nació para ser voz de una empresa abnegada. Cuando esa misma empresa, en una nueva etapa, que queremos que sea más extensa y más fuerte, exige que vuelva al silencio aquella voz, La Razón de la Proa renuncia a la vida.

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