EDITORIAL

Combate cultural e intrahistoria

Sabemos que las principales batallas del mundo de hoy se entablan, no en los foros de los políticos –tienda para el público y trastienda para iniciados–, sino en el campo de las ideas, de la cultura, que es el coso donde se acrisolan las mentes y se despiertan las conciencias...


Editorial de La Razón de la Proa (LRP), de febrero de 2020, recuperado para ser nuevamente publicado en febrero de 2023. Recibir el boletín de LRP.

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Combate cultural e intrahistoria

Combate cultural e intrahistoria

En los ámbitos de la cultura y de la intrahistoria se debate el porvenir y la existencia de España y del conjunto de Europa

Desde La Razón de la Proa difundimos y comentamos, claro está, noticias que se refieren a la actualidad, desde las tenidas del Gobierno español con los separatistas hasta los conciliábulos esperpénticos en el aeropuerto de Barajas; también echamos nuestro cuarto a espadas en lo tocante a la historia, para evitar que sea arrojada al sumidero del olvido desde el ministerio de la verdad de la desmemoria y la tergiversación. Pero nuestra principal inquietud se centra en dos aspectos: el de las ideas y en el de la intrahistoria.

Sabemos que las principales batallas del mundo de hoy se entablan, no en los foros de los políticos –tienda para el público y trastienda para iniciados–, sino en el campo de las ideas, de la cultura, que es el coso donde se acrisolan las mentes y se despiertan las conciencias.

Las ideologías del pensamiento único no encuentran rival en sus teóricos adversarios de la derecha, empecinados tan solo en sus razones económicas y en la búsqueda leguleya de resquicios formales. Casi nadie se atreve a entrar en el un espinoso campo del disenso, porque ello supone caer en la espesura de tópicas descalificaciones y, en definitiva, en el ostracismo.

Y pocos se adentran en lo que parafraseando a Unamunocompone la intrahistoria de los españolitos de hoy: el crecimiento del número de parados, la inseguridad en la vivienda y en el trabajo, el desasosiego de los padres por la educación de sus hijos, el desprecio o ataque frontal a los valores del espíritu, el grito del mundo rural, el drama de la España vacía, la patente de corso de la que disfrutan los especuladores, la sustitución de poblaciones por la baja natalidad autóctona y los reclamos para una inmigración indiscriminada y masiva.

En ambos ámbitos, el de la cultura y de la intrahistoria, se debate el porvenir y la existencia de España y del conjunto de Europa; la política al uso es, por ahora, un coto privado del Sistema del que nosotros estamos marginados y que constituye el escaparate vistoso par uso y disfrute de las multitudes a las que solo se invoca para depositar cada cierto tiempo una papeleta en una urna.

Es cada vez más necesario que tomemos conciencia de donde podemos y debemos intervenir los que hemos optado por el disenso y creemos que el mensaje esencial joseantoniano contiene los elementos básicos de las soluciones.

Eso no quiere decir que renunciemos a estar al día en lo que se urde y trama en el terreno de la política ni que abandonemos la pre-ocupación constante que nos causa como ciudadanos conscientes. Pero es en otros ámbitos –cultura e intrahistoria– en los que debemos ocuparnos de forma primordial.

Y, sobre todo, procurando que nuestra ocupación sea compartida por las mentes preparadas, aquellas que no aspiran a medrar en los partidos políticos y tienen marcada su inquietud por los indicios que señalan las estrellas, esas que marcan el rumbo de las razones de la proa.


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