Editorial

Bajo vigilancia.

Más que nunca en la historia, la libertad del ser humano –aquella que se afanaba en afirmar José Antonio por encima de toda moda o tendencia política– está en entredicho.


Editorial de La Razón de la Proa (LRP) de enero de 2021, recuperado para ser nuevamente publicado en diciembre de 2023. Solicita recibir el boletín semanal de LRP.

Bajo vigilancia.


Sabemos que, debido a la introducción de la tecnología informática en todos los órdenes de la vida, las grandes plataformas digitales pueden obtener, en todo momento, nuestros big data sobre cualquier orden de nuestra vida.

De este modo, la búsqueda de un producto en Internet suele representar que recibamos un aluvión de propaganda posterior en productos similares; nuestras compras on line son valiosas fuentes de información sobre nuestros gustos,

Cada correo electrónico, cada guasap, puede ser conocido, y vendido en un impresionante mercado global; aunque nos parezca cosa de ciencia ficción, un móvil o una cámara, aun apagados, en nuestro comedor o dormitorio pueden ser chivatos de nuestras conversaciones y de nuestra intimidad.

Estamos ante el llamado capitalismo de vigilancia, ávido de conocer a fondo todo sobre nosotros para incitar a un consumismo constante y controlarnos en todos los órdenes.

Del mismo modo, y por las mismas plataformas y sus ventas o por servicios de información de muchas naciones, pueden vigilarnos y llegar a orientar nuestros pensamientos; por supuesto, también está en su mano censurarnos cuando lleguemos a representar un riesgo para sus intereses. Vamos a llamarlo democracia de vigilancia o, mejor, por el nombre más extendido: democracia totalitaria encubierta.

Más que nunca en la historia, la libertad del ser humano –aquella que se afanaba en afirmar José Antonio por encima de toda moda o tendencia política– está en entredicho. Ya no hacen falta apenas medios coercitivos o represivos en la sociedad, pues el ciudadano medio asume con naturalidad esa vigilancia, que es llevada a cabo con la excusa de que es por nuestra seguridad.

Sabemos también que varios Estados europeos, entre ellos el nuestro, está en la línea de suprimir el dinero de papel o metálico, para ser sustituido por las tarjetas de crédito; la excusa es que se trata de evitar blanqueos, pero, en realidad, es un modo global de fiscalizar nuestros gastos, saber en qué momento, dónde, para qué y por qué empleamos nuestros dineros. Está en la línea del avance de ese Nuevo Orden Mundial, en que las palabras democracia y libertad quedarían en simples enunciados; tenemos la evidencia de que, de alguna forma, ya empieza a ser así, y las medidas que va adoptando el gobierno español –tan progresista y social– van en esa dirección.

No quiere decir todo lo anterior que debamos ser renuentes en aprovechar lo que de positivo nos ofrezca esta imparable cuarta revolución industrial ni mucho menos; pararse en el tiempo es una completa idiotez, y la prueba, en nuestro caso, es cómo vamos sustituyendo la imposible presencialidad por los medios electrónicos.

Pero, a la vez, seamos comedidos y vigilantes por nuestra parte en su empleo, para no facilitar el camino a quienes niegan de facto la libertad del ser humano.