Que trata de saludos

17/03.- Ante la crisis provocada por el coronavirus, una de las primeras recomendaciones de las autoridades sanitarias ha sido la de evitar contactos físicos entre las personas, comenzando por la costumbre social de darse la mano como saludo.
Que trata de saludos

Que trata de saludos

Ante la crisis provocada por el coronavirus, una de las primeras recomendaciones de las autoridades sanitarias ha sido la de evitar contactos físicos entre las personas, comenzando por la costumbre social de darse la mano como saludo; claro que alternativas como rozarse los codos o juntar los pies, amén de ridículas, no han tenido seguimiento por pura lógica…

He leído que, en Italia, alguien había propuesto –imagino que con un chusco afán de provocación– volver a instaurar el saludo romano; como no podía ser menos, un aluvión de protestas, desde las indignadas hasta las favorables, fue el resultado de la ocurrencia. Lo cierto es que levantar el brazo con la mano extendida es hoy, en Occidente, un tabú, cuando no motivo de rasgamiento de vestiduras y de proceso penal.

Sin embargo, política aparte, parece ser el modo de saludarse más higiénico y, quizás por ello, el más arraigado en un soterrado inconsciente colectivo de las sociedades humanas en multitud de civilizaciones dispares.

Lo vemos, por ejemplo, en los westerns usado por los pieles rojas, y convenientemente correspondido por los casacas azules en la firma de los tratados de paz, siempre previos al genocidio de las tribus indígenas por parte de los anglosajones. También es posible notarlo en las recreaciones cinematográficas del Egipto de los faraones. Y cualquiera de nosotros, en medio de sociedades democráticas, lo usa para saludar, de lejos, a los amigos a los que divisa.

Dicen que proviene de una costumbre de los íberos, copiada por los romanos cuando entraron en la Península, así que los españoles no deberíamos acomplejarnos ni mostrar síntoma alguno de preocupación extranjerizante, pero considero que a estas alturas es inútil ningún intento por seguir la sugerencia del chistoso-provocador italiano.

La antropología, alejada de las connotaciones ideológicas del siglo XX, nos dice que su extensión en diversos pueblos responde a un deseo de expresar la paz: estoy sin armas en la mano, por eso la muestro, vendría a decir. Si lo pensamos bien, cabalmente lo contrario de cuando alguien nos muestra un puño cerrado, signo inequívoco de amenaza y deseos de agresión, dicho sea también sin querer entrar en el espinoso terreno de las connotaciones.

Un significado también pacífico adquieren, tanto el saludo burgués de antaño quitarse el sombrero–, como el militar, el de llevarse la mano derecha a la sien, con el brazo formando un impecable ángulo.

El primero, el del sombrerazo, prácticamente ha desaparecido, pues se ha impuesto un sinsombrerismo total (menos en un amigo mío apegado a los usos antiguos); por otra parte, la sustitución del fieltro por las gorras tipo béisbol no ha mejorado en nada los usos cívicos, pues no se apean de los cráneos de sus portadores ni en lugares cubiertos (como era norma de educación antaño) ni para mostrar respeto hacia el otro, especialmente si el otro era una dama. Incluso, en este último caso, se podría denunciar esta costumbre como forma inicial de acoso

Quitarse el sombreo provenía de la costumbre de destocarse de la celada en los caballeros medievales, pues se suponía que mostrar las facciones del rostro y quitarse la armadura que cubría la cabeza eran signos de mostrar de antemano la condición pacífica y no bélica del encuentro.

Ante un superior, todos se quitaban la prenda de cabeza, con excepción, en España, de los Grandes, que tenían el privilegio de permanecer cubiertos ante el mismísimo rey.

El saludo militar también tiene una reminiscencia caballeresca y medieval en línea de paz, pues supone el gesto de levantar la visera del casco para que el otro reconociera tus facciones y advirtiera tus intenciones nada belicosas, aunque estuvieras enfundado en la armadura, hoy devenida en traje caqui o mimetizado en los Ejércitos; según los países, se dan variantes:

En España e Italia, por ejemplo, la mano recta es casi perpendicular a la cabeza, mientras que en el Reino Unido y en los Estados Unidos (que no conocieron Edad Media alguna), la palma se abre hacia el exterior. Por cierto, en esta última nación, se mantiene un saludo nacional contra viento y marea, que consiste en llevar la mano derecha hacia el corazón.

Volviendo al uso de estrecharse las diestras –saludo hoy proscrito por culpa del maldito virus–, este supone también un mismo significado de no violencia, pues muestra que no se oculta arma ofensiva alguna.

Claro que, cuando se estrechan las manos los políticos, cabe sospechar si la izquierda amaga un puñal florentino, verbigracia, para clavarlo en la espalda del saludado en el momento posterior del hipócrita abrazo.

No hablamos aquí de los besos como saludo habitual, para no entrar en un tema más espinoso y acaso perseguible de oficio; se había extendido el hábito de que los varones saludasen así a las señoras, aun a las recién presentadas; ignoro qué opinan las femen o los integrantes de los colectivos LGTBI al respecto.

Franceses e italianos son dados a emplear un beso cordial entre caballeros con barba y todo, pero nunca llegan al extremo ruso de que el ósculo de saludo sea en los labios, como signo de extrema cordialidad, también de ancestrales reminiscencias medievales sin matices eróticos.

En suma, que ahora no sabemos cómo podemos saludarnos. Una mínima precaución profiláctica impele a dejar besos, abrazos y entrecruzar de manos para mejores momentos; al no ser militares en ejercicio ni tener la costumbre de llevar sombrero, tampoco podemos acudir a los usos referidos.

Y, en cuanto a levantar el brazo en saludo romano o íbero, o sioux, o faraónico…, mejor no meneallo.


 

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