Confusionismo cromático

Se acostumbra a sintetizar el triunfo o fracaso de los representantes del bipartidismo oficial con el rojo y el azul.


​​Publicado en la revista El mentidero de la Villa de Madrid núm. 763 (20/JUN/2023), continuadora de Desde la Puerta del Sol. Ver portada El Mentidero en La Razón de la Proa (LRP) Recibir el boletín de LRP.​

Confusionismo cromático

La evidente debacle de los partidos del Gobierno en las pasadas elecciones municipales y la presunta victoria de la oposición en las futuras nacionales del 23-J vuelven a expresarse, de forma visual y gráfica, en muchos periódicos y cadenas televisivas con colores concretos para indicar al lector o al espectador las circunscripciones donde prevalecen –de forma real o deseable– uno y otro adversario.

Si descontamos aquel anaranjado (casi totalmente desvaído en este momento) de Ciudadanos y el morado o lila de los podemitas, se acostumbra a sintetizar el triunfo o fracaso de los representantes del bipartidismo oficial con el rojo y el azul; evidentemente, el primero para representar al PSOE (a pesar de aquello de Surennes) y el segundo para hacer evidente al PP.; no recuerdo dónde oí o leí que un periodista, en el colmo de éxtasis pepero aludía a una “marea azul”.

No sé hasta qué punto se sienten identificados algunos socialistas con el color rojo asignado; habría que preguntarlo, por ejemplo, a Lambán o a Page, incluso a Felipe González. Lo que sí puedo asegurar es que a un servidor no le hace ninguna gracia que se asigne el azul para caracterizar y simbolizar los actuales o futuros feudos del partido del señor Feijóo. Debo aducir para ello unas evidencias históricas objetivas y otros motivos, todo lo subjetivos que se quiera, pero de fuerte carácter sentimental y personal.

Como los lectores pueden ya suponer, la razón principal es que el color azul fue el elegido por José Antonio Primo de Rivera para las camisas de su Falange. Y que nadie se rasgue las vestiduras, pues la historia es así; en aquella lejana época, casi todos los partidos de Europa se aprestaron a simbolizar en sus uniformes un color concreto; así, los comunistas se ataviaban de rojo, las Juventudes Socialistas optaron por el azul celeste, los fascistas por el negro, los nazis por el pardo y Esquerra Republicana de Cataluña vistió a sus “escamots” con camisas de color verde, cruzadas con correajes; creo que solo las juventudes turcas del partido de Mustafá Kemal desestimaron uniformarse…

Concretamente, José Antonio aportó por el azul mahón –a propuesta del escritor, santanderino de nacimiento y barcelonés de adopción, Luys Santamarina–, por entender que era un color serio, neto y proletario.

Recuerdo un excelente artículo del injustamente olvidado Rafael García Serrano, allá por 1966, donde, con su habitual ironía, reflexionaba sobre la mala suerte que le cayó encima al color falangista; empezaba por recordar que en España se había pasado del azul-prusia al azul-purísima, según soplaban los vientos internacionales, pero sin recalar nunca en el verdadero mahón falangista; también decía que a las camisas azules se les habían adosado multitud de aditamentos extraños (guerreras negras, saharianas blancas…) y una corbata negra que no era más que una imitación del luto por Nelson de la Marina británica, y que hubiera hecho desternillar de risa al propio José Antonio de haberla conocido. Fue un artículo antológico, que provocó cabreos varios al no dejar se ser una contestación en toda regla a la deriva de aquel Régimen, alejado de los presupuestos sociales y morales del fundador de la Falange. Cualquier militante sincero y auténtico hubiera podido repetir las palabras de Ortega sobre la Segunda República: No es esto, no es esto.

Por desgracia, añadía nuestro periodista, la camisa azul también sirvió para ocultar mucha mercancía averiada. Con todo, fue hasta cierto punto divertido, en la Transición, constatar como ciertas camisas azules de ocasión y de lealtades inquebrantables desaparecían por el escotillón y sus antiguos usuarios iban adoptando tonos cromáticos más acordes con la nueva situación sobrevenida; sobre ellos también se despachó a gusto García Serrano en aquel Dietario personal antológico.

No creo que el señor Feijóo se encuentre muy a gusto con la asignación del azul para representar los triunfos de su partido, pacte o no con Vox según los territorios y las circunstancias; es un encasillamiento que de ninguna forma le puede caracterizar, dicho sea con todos los respetos para sus ideas y las posiciones del PP, distintas y distantes (que dijo alguien) del falangismo.

Todos sabemos que el azul mahón no está en liza en la política actual por muchas razones que no es el momento de mencionar. De lo que sí uno está seguro es de que, dejando respetuosamente en la cuneta de la historia todo lo coyuntural y contingente que representa ese color, el pensamiento esencial joseantoniano puede aportar muchos elementos significativos y válidos para un futurible español, por lo que podría ser adecuado reservar el color azul.




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