España bilingüe

4/05.- Cuatro lenguas, cuatro, hay que manejar desde el cabo de Rosas a Finisterre, gracias al incumplimiento de la legalidad vigente en materia lingüística y por supuesto de la intolerable permisividad al respecto del gobierno central.


Publicado en el número 23 de 'Somos', de mayo de 2020. * En la sección Colaboraciones.
Editado por la asociación cultural Avance Social.
Ver portada de Somos en La Razón de la Proa.

El restaurante Polidor, en la rue Monsieur le Price, en el barrio latino de París, es una simpática y vetusta casa de comidas, con precios razonables y no mala cocina tradicional francesa. Su aspecto es lo suficiente arcaico como para haber servido hace unos años a Woody Allen para rodaje de Midnight in Paris, evocando los años treinta de la ciudad.

Allí andaba yo hace poco, solo, almorzando discretamente, mientras en una mesa a mi espalda conversaban un español, indudablemente del centro, y un catalán. Ambos en perfecto castellano, claro, pero sobre todo el catalán, que construía no ya bien sino mejor que bien un discurso léxica y gramaticalmente excelente, eso sí, con sus inevitables eses sonoras donde el castellano las suele hacer sordas y las eles velares tan características de aquel idioma.

Tras haber escuchado una buena parrafada de ambos no pude sino volverme, y de la forma más amable posible felicitar al catalán por su perfecto bilingüismo a la vez que le indiqué que me permitía preocuparme porque al ritmo que íbamos, personas como él estuvieran abocados a ser especie en extinción. Hubo tímidas discrepancias por parte de mi repentino interlocutor, pero reconociendo al fin y al cabo que si la exclusión del castellano no se consigue del todo, sí es la meta que ansía el gobierno local, con el torpe beneplácito que ha tenido por parte de los sucesivos gobiernos centrales de todos los signos.

No se imaginan ustedes a la alcaldía de Bayeux multando a una tienda porque ponga su nombre en francés y no en normando, ¿verdad? O a la de Cardiff porque un pub se rotule en inglés y no en gaélico, ¿a que no? Pues eso. Y peor: un amigo alemán con cierto conocimiento del castellano y que vino a recorrer el norte de España durante dos semanas, se atascaba en los carteles en exclusiva en catalán, en vasco, por fortuna menos, y finalmente solo en gallego.

Cuatro lenguas, cuatro, hay que manejar desde el cabo de Rosas a Finisterre, gracias al incumplimiento de la legalidad vigente en materia lingüística y por supuesto de la intolerable permisividad al respecto del gobierno central.

Volviendo al caso catalán, he sabido más tarde de casos concretos, fruto ya de la política educacional de la Generalidad, y he apreciado las carencias en la lengua común de más de un joven catalanohablante, que se justificaba sin embargo con que eran casi bilingües con el inglés –cosmopaletismo tenemos, me dije–, destreza que me resultó sencilla de comprobar como ilusoria, dado que casualmente me he ganado la vida enseñando la lengua de Shakespeare como catedrático de instituto, y un poquito aún recuerdo.

Con estas clarísimas y cicateras perspectivas por parte de la Generalidad, uno, en su inocencia y buenas intenciones podría preguntarse si aparte de ansiar la independencia, o por qué no la reconquista del Rosellón y La Cerdaña a los franceses, o quizá la construcción de una mancomunidad catalana en el Mediterráneo, o incluso la ocupación de Aragón y todo lo que ustedes quieran…,

¿No pensarán que es además muy útil mantener el bilingüismo que han usado y gozado hasta ahora, comunicándose no ya con la cultura española e hispanoamericana, sino el contacto humano y comercial con casi quinientos millones de personas, ventajas que de ello sin duda se derivan?

Pues no. Sencillamente no. Y ahí está la diabólica labor, miserable y destructora de la panda independentista. Prefieren una Cataluña o lo que sea monolingüe, despilfarrando esa enorme riqueza cultural que les ha venido dada y que puede hermanarlos con el mundo hispanohablante. Todo antes que ceder al interés general y universal de disfrutar de la lengua española o castellana.

Porque catalanizados a fondo ya tienen más trabas para contactos mayores, porque así la barretina como unidad de destino en lo craneano sería la única guía y resumen del pensamiento catalán. Y el caganer el icono heráldico de los “Països Catalans”.

La harka separatista no quiere hacer más felices a sus conciudadanos separándolos de “Madrit”, no crea nadie tal simpleza. Sencillamente quiere, busca y está consiguiendo desgajar lingüísticamente a sus súbditos del tronco común para poder gobernarlos a sus anchas y en exclusiva.

El provincianismo que vemos en muchos vascos y navarros, y que ha aparecido, por fortuna débilmente en Andalucía, Canarias y otras regiones españolas, pretende todo menos que esas regiones sean más prósperas y desarrolladas, cual resultarían gobernadas por sus indígenas en exclusiva. Qué adanista estupidez. Pretende simplemente mandar sin oposición, en monoplio y sin controles, sin filtros, sin transparencia, cosa que por desgracia estamos compro-bando en la cicatería, arrogancia, racismo y oportunismo de la Generalidad catalana en esta crisis del virus y desde mucho antes.

¿De verdad algún catalán de bien puede pensar que gentes obsesivas que mienten, zancadillean, babean y agreden de palabra y obra como hacen los independentistas y sus jaurías se convertirían en benéficos ciudadanos de la noche a la mañana en caso de una hipotética independencia absoluta?

Qué majadería más grande…