Rebelión en la casa de Bernarda Alba

28/NOV.- Me pareció, no lo pude evitar, que las cinco hijas de doña Bernarda Alba, aquellas infelices mujeres de la España profunda que Lorca recluyó entre las blancas paredes de una casa vieja, casi cien años después se reunían una noche en aquelarre para dar señales de vida.

Publicado en la revista Desde la Puerta del Sol núm. 548, de 24 de noviembre de 2021. Ver portada Desde la Puerta del Sol en La Razón de la Proa (LRP). Recibir notificaciones de LRP.

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Rebelión en la casa de Bernarda Alba

Rebelión en la casa de Bernarda Alba


Me pareció, no lo pude evitar, que las cinco hijas de doña Bernarda Alba, aquellas infelices mujeres de la España profunda que Lorca recluyó entre las blancas paredes de una casa vieja, casi cien años después se reunían una noche en aquelarre para dar señales de vida. Fue como si dijesen:

«Aquí estamos nosotras, dispuestas a cambiar el mundo. Ya está bien de miseria. El comunismo que representamos ha alcanzado su punto álgido y España va a ser el yunque donde con nuestras hoces y nuestros martillos vamos a perfilar el nuevo que se aproxima y que nosotras preconizamos. Como la otra vez».

Y después de pegar un golpe en la mesa se ajustaron el cinturón ese que se ponían las mujeres cuando los maridos se iban a la guerra y llamaron a los medios para que las elevaran al podio mítico. Y ahí están. Ya las tenemos en haz, unidas por la cintura, danzarinas ellas, comunistas todas, con un insípido toque islamista, dándole a los becarios de turno información para la novedosa campaña que se avecina.

Claro, esto no hubiera sido posible en un país donde gobernase el sentido común. Para que esta gente pudiera más o menos compaginar sus pasiones hacía falta un individuo que detentara el poder con su ayuda, y con la de los separatistas, y que una diva con carisma se alzara en lideresa con sus proclamas sociales y sus pulsiones guerreras, como dicen que hacían las amazonas en el lejano país del Ponto. Tanto es así que hasta se cree que se cortaban un pecho para poder disparar mejor el arco y las lanzas, aunque nunca se ha probado, porque es mentira. Pero hacían una cosa que las llevó a la fama: pelear con los hombres. Eran mujeres nacidas para matar y como tales formaban un ejército de tetas imparable. No llegaron a ninguna parte, pero idealizaron su tiempo. Después fue todo cuesta abajo. Hasta llegar a la casa de doña Bernarda Alba, cuando una viuda con hijas bebía sus lágrimas en la soledad de las noches oscuras de una España incierta. Así lo pintó Lorca, pero este hombre era un poeta y ya se sabe que a los poetas les está casi todo permitido.

Ahora, casi un siglo después, he oído que un autor ha escrito una réplica de la obra, pero no la he leído. Procuraré enterarme. De lo que sí tengo información es de los nuevos pasos que este ramillete de flores marchitas pretende dar, que son los que encaminan a hacerse con el hueco que van dejando sus socios de la izquierda, según dicen los sondeos. Tanto es así que en el partido del puño que asfixia a las rosas están preocupados. Le temen a la tal Yolanda porque ven en ella una sustituta con garra. Verduras de las eras. No llegará al río la sangre que suelen derramar las comunistas de turno. Tanta han dejado correr desde aquello de la Revolución que ya la tienen en casa, como la leche que beben, si es que la beben. Pero sí es seguro que incordiarán. Por ejemplo, en casa de doña Bernarda Alba han puesto las muebles patas arriba. Ahora están en el bullebulle de acomodarse, pero pronto extenderán cédulas de alistamiento y todo el rojerío español (femenino) hará cola para apuntarse, pues una ocasión como esta no es cosa de todos los días.

Los primeros síntomas de disgusto ya se han hecho notar. Les ha molestado que digan que se han reunido en aquelarre. Son tontas. El gran «Chespir» comienza su Macbeth con un cónclave de brujas y saca una obra genial. Será, digo yo, porque siempre aparece en ellas el macho cabrío, que es el quid de la cuestión. Porque lo necesitan, siquiera sea para sus conciliábulos determinantes. Como pasó en Salem, hace ya muchos años, al otro lado del Atlántico. Pues en España, que es este país que habitamos, el comunismo galopante ha levantado la voz para erigirse en batallón pestaña de la nueva orden que llega.

Una política de derechas ha dicho que la figura está bien para quedar en la sombra maldita de un burka y vivir acobardadas. No lo sé. Pero lo que sí intuyo es que si ya ha llegado la hora de los coños esta no es. Esta que se anuncia es un número circense jaleado por unas cuantas televisiones para procurarse materia informativa, y luego seguir con sus guarrerías de rigor. Lo siento, es la España que tenemos. Y mientras no se demuestre otra cosa más decente, tengo que seguir denunciando la matraca de mujeres que en vez de defender sus encantos femeninos trabajan por sus ideas feministas. Es como si lo varonil fuese sustituido por lo machista.

Pero así vienen dadas.


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