Y ahora, ¿quién manda en el PP?

11/05.- La irrupción triunfal de doña Isabel en la escena política ha roto algunos moldes. Porque en la imaginación calenturienta de mucha gente de la Derecha había dos o tres potros bien colocados, cada cual esperando su oportunidad.

Publicado en la revista Desde la Puerta del Sol, núm 453, de 11 de mayo de 2021. Ver portada Desde la Puerta del Sol en LRP. Recibir actualizaciones de La Razón de la Proa.​

Y ahora, ¿quién manda en el PP?

Como la paciencia es prima hermana de la prudencia, he esperado hasta esta noche, 4 de mayo, conocidos ya los resultados de las elecciones a la región de Madrid, para escribir este artículo, entre otras cosas porque estaba cantado. No es que tenga especial interés en pergeñarlos a toro pasao sino que, como asunto de actualidad que es, debería sumarme a la legión de comentaristas que me temo se desharán en elogios y ditirambos hacia la persona que ha ganado, y seguiría sin ruborizarme esa corriente. Pero no lo haré. En todo caso le diré un suave y dulce piropo de caballero al final, que es cosa mandada y pulcra entre personas educadas.

Lo hago así porque a la vista de lo sucedido, pasados los cohetes y celebraciones, la situación creada presenta interesantes interrogaciones. La primera, tal vez, la que zascandilea en labios de la gente de la calle, sin duda la más peliaguda, cual es preguntarse quién manda en Madrid. Pretendo decir quién manda en el resto de España, cuando de partidos de derechas hablamos. Se rumoreaba con bastante intención el asunto, hasta ayer, pero entonces eran elucubraciones, cuando no buenos deseos y un frotarse las manos ante las expectativas; desde hoy pasa a ser pregunta de primera que, para el porvenir de esta bendita nación, reviste suma importancia.

Porque la irrupción triunfal de doña Isabel en la escena política ha roto algunos moldes. Porque en la imaginación calenturienta de mucha gente de la Derecha había, diré con recelo hasta hoy, dos o tres potros bien colocados, cada cual esperando su oportunidad, para iniciar el galope hacia lo más alto, que suele ser el cetro innominado que da pase a la Historia. Claro, están también otros caballos y otros puntos de salida, pero en estas líneas, que pretenden ser de encomio, los voy a obviar. Por eso me refiero a las fuerzas ganadoras, solamente. Y en estas, en la principal, hoy, destella una luz de mucho brillo, tanto que ha oscurecido el panorama circundante.

Hasta esta noche desprendía un extraño fulgor el señor Casado, que, pese a sus contundentes discursos, luego votaba paniaguados y desangelados estados de opinión. Más arriba, en el Norte, el señor Feijoo, tras varias renuncias con inusitados cálculos, seguro de sus poderes, «sabía» que no tenía rivales en la competición. Luego, en el Sur, un andante caballero de capa y espada, discreto pero pujante, confiado a una tal promesa que le asegura un pacto hasta el final de su mandato, espera. Además, todavía no tiene tres yerbas y, como a todo aspirante que se precie, cuando se es joven hay que echar las barbas a remojar.

Y luego aparece la dama. No hay ajedrez que se precie sin dama que determine. No es la primera vez que escribo sobre ella, a quien me permití llamar la Leona de Castilla, salvando distancias, porque no fue nunca lo mismo enfrentarse a todo un recio emperador que a un mercachifle de feria, pero así lo entendí y quedó en el papel. Ahora ya no es el papel sino la propia vida, el quehacer, la realidad, la Verdad. Ha llegado la hora en que se ventilan las fuerzas.

Por eso procede preguntarse lo que anunciaba en el título. Porque se avecinan tiempos oscuros y es de libro estar preparados para esta nueva guerra, que no será fría pero sí tibia. Como conviene a la gente que, por encima de sus flaquezas, sigue amando a España.

Y ahora, recuerden ustedes el famoso poema Dos de Mayo. Me he permitido coger una de sus estrofas y, modificándola, recomponer una décima en su honor.

¡Guerra!, gritó al despertar
la candidata ante el Foro.
¡Guerra!, dijeron a coro
de Aranjuez hasta El Molar.

Y cuando en este lugar
dio comienzo el requisito
de las urnas, despacito
como convenía al buen uso,
ganó la señora Ayuso
por goleada.

¡A qué es bonito!