Señoras, señores y jóvenes en general

23/DIC.- Nadie se libra de su tanto de culpa, pues todos ponemos, de una u otra forma, un granito de arena para que la pandemia del covid deje de extenderse.


Publicado en la revista Desde la Puerta del Sol núm. 563, de 22 de diciembre de 2021. Ver portada Desde la Puerta del Sol en La Razón de la Proa (LRP).

Señoras, señores y jóvenes en general

Decíamos, hace unos días, que la pandemia, sin querer por nuestra parte, y apenas enterándonos, nos está cambiando las costumbres, en colaboración con la agenda 2030. En lo que, naturalmente, participamos todos.

Nadie se libra de su tanto de culpa, pues todos ponemos, de una u otra forma, un granito de arena para que la pandemia del covid no deje de extenderse generosamente por pueblos y ciudades por el pecado de nuestra desidia y la pandemia del 2030, porque estamos dormidos y no actuamos con energía para evitar toda la morralla de decisiones que está tomando el malhadado Gobierno de la nación, sin que nuestros representantes en el Parlamento y el Senado se lo terminen de tomar en serio y actúen unidos frente a los maléficos que dirige el presidente del Gobierno, con sus trapicheos y apoyo de toda la mugre nacional que apuntala su actuación en un frente popular más obsoleto que la Chelito, o en promotores y ejecutores de asesinatos indiscriminados en un tiempo que no termina de ser pasado; ello, mas una harka que sigue a ciegas a toda esa bazofia empeñada en deshacer la nación, cargarse la familia, pisotear la cultura, y hacer renunciar a los seres humanos, sus connaturales, de todos los valores dignos, honrados, decentes, honorables, nobles, decorosos que lo orlan desde su nacimiento.

Señoras, señores y jóvenes en general, respecto ala pandemia del covid 19, no son pocos los que actúan con desfachatez, terquedad, contumacia, empecinamiento, testarudez, tozudez y obstinación frente al peligro que tienen enfrente, no respetando las normas que se dictan para intentar frenar la extensión del mal, incluso chuleándose del respeto que otros tienen a esas normas en bien de la comunidad.

Es incomprensible cómo personas adultas se saltan a la torera el uso de la mascarilla o participan en reuniones masivas donde es facilísimo que desplieguen su operativo los virus empeñados en esta guerra tan desigual. Es inconcebible cómo los jóvenes desprecian el peligro que ven a su lado y montan esos fiestorros en los que sin duda caerán muchos en la permanente ofensiva de los virus, dejando de lado la experiencia de que el sábado anterior no pocos de sus amigos fueron atacados por los genes infecciosos que están a la espera de los ofuscados, y en cierta medida lerdos, que desafían al mal sin ninguna defensa.

Aunque pueda ser comprensible, por respeto a los demás no es admisible que una parte importante de la población se oponga a la vacunación con infinidad de alegaciones que, aunque tengan base, sin duda es una actitud que va en contra de la comunidad puesto que pueden ser portadores del mal. Como dice el refrán, del mal el menor. Y si la vacuna, no siendo la panacea que pueda solucionar de por vida todos los males de la pandemia, al menos sirve para paralizar su progreso, contener el densidad del mal, y dar tiempo a que se encuentre el arma que neutralice al virus, por lo que ha de ser bien recibida.

Señoras, señores y jóvenes en general, os confesamos que los que respetamos las normas que nos imponen las autoridades, aunque no nos gusten, no bajamos la cabeza como corderos, ni somos tontos de baba, ni temerosos, ni nos dejamos iluminar por ofertas placenteras o sublimes, no, simplemente intentamos poner trabas al virus para liberarnos de él y evitar pasárselo a los demás. Y lo hacemos desde la modestia, desde reconocer que quien lo impone sabe más que nosotros sobre el particular, aunque pueda equivocarse, como todos.

Encerrados en este silogismo frente a las fiestas navideñas que nos esperan, recomendamos a todos nuestros compatriotas que actúen con parquedad, que no traten de pensar que están en una situación normal, que se den cuenta de que hay que pasar esta plaga que nos ha caído encima para recuperar el normal convivir.

Nosotros lo intentaremos acompañados por un botijo como el que hoy nos conduce por el buen camino, frente al que entonaremos alguno de los muchos villancicos que el pueblo llano fue popularizando, desde la Edad Media hasta ahora mismo. Botijo en el que el alfarero ha asentado a la Sagrada Familia, olvidando, en este caso, que originariamente esta pieza tenía otro destino.



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