La revolución del botellón

13/OCT.- Esto de las revoluciones es muy complejo. Las hay de todos los estilos. Hay revoluciones de lo más variado en los lugares más sorprendentes y en los momentos menos esperados.

Publicado en la revista Desde la Puerta del Sol núm. 518, de 13 de octubre de 2021.
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portada Desde la Puerta del Sol en La Razón de la Proa (LRP).

La revolución del botellón

Esto de las revoluciones es muy complejo. Las hay de todos los estilos. Igual se revoluciona una casa familiar de lo más honesto, que la montan unos desgraciados que solo desean crear problemas y hacer el bestia, o se arma un cirio de ese aspecto sin que exista razón alguna para ello. O, más en serio, surge cuando los componentes de un país no están de acuerdo respecto a cómo va la gobernanza, o porque quien gobierna ejerce en demasía el poder, pasándose de raya y metiéndose, dándose o no cuenta, en lo que viene en llamarse dictadura.

Hay revoluciones de lo más variado en los lugares más sorprendentes y en los momentos menos esperados. Por ejemplo, en la historia, se han producido revoluciones como la francesa –que se puede decir que recibe la denominación de revolución por antonomasia–, la de Octubre en Rusia, la industrial, la de China, o la cubana, o la portuguesa de los claveles, la parisina de Mayo del 68, la más reciente de la Primavera árabe, la de Podemos contra las fuerzas del orden en la Puerta del Sol madrileña, y la constante del botellón que tenemos en efervescencia en España. Hay muchas más, pero con estas hay suficiente para encajar el problema.

Si nos acercamos al diccionario de la RAE, nos dice, en la primera entrada, que revolución es «acción o efecto de revolver o revolverse». Para lo cual hemos de irnos al término revolverse con el fin de aclararnos un poco más. Aquí el diccionario es más esplendido en definiciones de lo que puede ser considerado como revolución, 18 en total, unas más claras, otras más ambiguas. Tomemos solo algunas, las que más se aproximan a nuestra reflexión de hoy.

 3. Volver la cara al enemigo para embestirlo.
 4. Mirar o registrar moviendo y separando algunas cosas que estaban ordenadas.
 5. Inquietar, enredar.
 6. Mover sediciones, causar disturbios.
10. Meter en pendencia, pleito, etc.
11. Alterar el buen orden y disposición de las cosas.
14. Poner a alguien a mal con otra persona, malquistarlos entre sí.
17. Enfrentarse a alguien o algo.

A poco que se tengan en cuenta las palabras que el diccionario pone al servicio de acción o efecto de revolver o revolverse, los participantes en las macro –o incluso en las micro– manifestaciones del botellón caen en acción revolucionaria por cuanto llevan a cabo un acto no autorizado en espacio no permitido, destrozando el mobiliario público que utilizan además como arma arrojadiza contra la autoridad o usan para violentar establecimientos comerciales, provocando disturbios y enfrentamientos con los ciudadanos que habitan en esos lugares, atentando contra los bienes privados, rompiendo accesos a los comercios y escaparates, destrozando y hurtando el contenido de los establecimientos comerciales, enfrentándose unas pandillas contra otras, quemando contenedores, coches –incluso de la policía– y todo lo que encuentran a mano, provocando enfrentamientos contra las fuerzas del orden público organizados en guerrillas, dando origen a dejar convertidos en porquerizas los espacios ocupados; sin olvidar que en no pocas ocasiones ha de intervenir el Samur para afrontar no pocos comas etílicos que tienen lugar, atender a los que se han pasado en la ingestión de drogas, heridas por navajazos, y hasta, en ocasiones, de armas de fuego, etc.

Todo esto entra dentro de los artículos del Código Penal que analiza los atentados contra el orden público, la autoridad y las personas individuales, etc. ¿Y qué hace la autoridad pública que interviene en estos actos? Lo que la permiten sus mandos de acuerdo con las instrucciones recibidas del correspondiente ministerio –es decir, del Gobierno–, con insuficiente policía enfrentándose a la mayoría de manifestaciones de botellón que, últimamente, han llegado a 25.000 y 45.000 individuos (e «individuas»).

¿Qué nos dice este panorama?

Que en España no hay autoridad, que el Gobierno es incapaz de marcarla y llevarla a buen fin, que no sabe o no quiere tomar cartas en el asunto, que incluso algunos partidos políticos que colaboran con el Gobierno originan las revueltas, que los jóvenes españoles –y algunos no tan jóvenes– están desmadrados y se enfrentan con la autoridad y las leyes sin ningún respeto, pues saben que, si los detienen, en dos días están en la calle con la posibilidad de seguir haciendo los mismos destrozos, los mismos atentado, las mismas revueltas.

Lamentablemente, sintiéndolo profundamente, vemos a nuestra España rota, como los botijos rotos que hoy presentamos, pues la falta de autoridad impide contemplar la belleza en su estado natural, que la sociedad desenvuelva su vida de forma lógica, civilizada y amable, que las revueltas sean hechos de la historia, que los jóvenes estudien y se formen para trascender de cara al futuro, los mayores desarrollen su actividad reproductiva o creativa con alegría, y los ancianos puedan llegar en paz al fin de sus días

Recemos para ello, para que desaparezcan todas las revueltas, para que la paz se imponga, y quienes tienen que ejercer la autoridad la lleven a cabo sabiendo lo que hacen. Y si no saben, a la calle.

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