Papá, ya te ha llegado la hora,

18/FEB.- Ha llegado el momento. Papá ya se va haciendo viejo, los años no pasan en balde, tiene rarezas que nos complican la vida, a veces se le olvidan las cosas y otras nos cuenta hasta el aburrimiento sus batallitas de joven.


Publicado en el número 268 de 'Desde la Puerta del Sol', 18 de Febrero de 2020.
Ver portada Desde la Puerta del Sol en La Razón de la Proa.

Papá, ya te ha llegado la hora,

Ha llegado el momento. Papá ya se va haciendo viejo, los años no pasan en balde, tiene rarezas que nos complican la vida, a veces se le olvidan las cosas y otras nos cuenta hasta el aburrimiento sus batallitas de joven, estar pendiente de sus cosas nos priva de libertad para vivir como corresponde a nuestra edad, ahora que los hijos se van independizando, tenemos que llevarlo al médico cada dos por tres, si sale solo de casa estamos en un vilo por si le pasa algo, las comidas de toda la vida ahora dice que no le gustan y hay que hacer algo especial para él, nuestros hijos nos dicen continuamente que tenemos que tomar alguna medida, o meterlo en una residencia, o si la pensión le alcanza ponerle a una hispana para que lo cuide pero en su casa de toda la vida que ahora ha venido ocupando Juanito en lo que terminaba el doctorado, o…

Dado que él es tan cristiano, que va a misa todos los domingos y fiestas de guardar, que comulga frecuentemente, que nos sueltan grandes peroratas sobre la moral y buenas costumbres cuando los niños y las niñas se van de viaje con sus parejas, quizá lo que mejor le vendría sería encontrarse con ese Dios tan querido en vez de andar por aquí como un zarrapastroso de la vida, es decir, sin grandes ilusiones, sin esperanza de durar mucho más, continuamente dolorido de aquí o de allá, tomando pastillas a mogollón, yendo hoy al cardiólogo, mañana a hacerse unos análisis, pasado a la internista o al oculista, sin faltar al urólogo cada dos por tres.

A lo mejor le hace ilusión la idea de ir al encuentro de Jesucristo al que tanto reza y sigue en Semana Santa por todas las procesiones de la ciudad.

En estas estaba la familia cambiando frecuentemente impresiones al respecto, los hijos del papá con cierto temor, los nietos sin demasiados miramientos ya que no entraba en sus preocupaciones pues el abuelo solo les servía para sacarle de vez en cuando algunas perras para un viajecito. Los dos bisnietos no entraban en la reunión aunque eran los que más le entretenían y al que se colgaban las más de las veces ya que los demás los huían.

¿Y qué pasó en la reunión? ¿A qué solución se llegó? Sencillo: proponer al papá la marcha al encuentro del más allá. Y una tarde, reunida toda la familia con el anciano en el salón de la casa, el único hijo que tenía le plantó sin mayores ambages:

–Papá, hemos pensado que como ya eres mayor, andas de aquí para allá con los médicos, realmente te aburres con la televisión, apenas lees porque la vista no te lo permite, no puedes ir a la sierra como te gustaba, casi ni sales a la calle, y como lo que más te gusta es ir a la iglesia a estar con tu Dios, quizá lo mejor es que te vayas a su encuentro definitivamente.

–¿Qué?

–Que como ahora nuestros parlamentarios, muy preocupados por la mejor vida de los ancianos, por no poderte subir suficientemente las pensiones para que vayan a todos los viajes del Inserso, pensando que ya no os apetece demasiado seguir en este mundo tan poco atractivo para vosotros, han aprobado en el Parlamento eso de la eutanasia con el fin de que podamos dejar en el momento que lo deseemos este país tan mezquino, quizá te gustaría dar el salto tomándote una pastillita de nada…

–¡Pero hijos de p…! ¡Cabrones! ¿Quién os ha dicho que yo no quiero vivir y todas esas sandeces? De aquí no me voy hasta que me llame el de arriba, nada de irme en su busca voluntariamente porque a vosotros os de la realísima gana.

¡Pepa! –llamó el papá a la asistenta que desde hace años limpia la casa y ayuda a la familia, procedente de Villaconejos, viuda prematura, y sin más la dice: –coge mi ropa, el cepillo de dientes y la maquinilla de afeitar y vámonos a mi casa. Y el padre y abuelo, se fue a terminar tranquilamente sus días en compañía de Pepa, que lo atiende estupendamente.

A la vista de las energías del papá, allí se quedó pasmada toda la familia, pues el que tenían ya como medio muerto, sin cortarse un pelo, decide tomar las de Villadiego para reanudar una vida que le gusta cantidad, sin verse obligado a soportar una familia egoísta, volviendo a ver los programas de la tele que le apetecen, leer los viejos libros que constituyen su biblioteca así como algunos nuevos, haciendo crucigramas o sudocus para relajarse, durmiendo cuando le parezca, y, bien agarrado al brazo de la señora Pepa, salir a la calle para dar un paseíto, o sentarse en un banco del parque a tomar el sol.

Pregunta que nos hacemos

Los diputados (de ambos sexos) que ocupan los escaños del Parlamento, al aprobar la ley que están discutiendo, ¿tienen en cuenta que a algunos de ellos, por edad, sus hijos, u otros miembros de la familia se pueden sentir interesados en que hagan uso de la eutanasia y les pueden mandar a otro mundo?

Los memos de menor edad, ¿piensan situar en el camino a sus progenitores A y B dentro de un santiamén, al ver cómo se les nota van renqueando más de la cuenta? ¿Están ellos mismos buscando el papel donde dar instrucciones para que pongan en la cola del camino en cuanto lleguen a mostrar alguno de los síntomas que, según ellos, lo aconseje? ¿O es que solo desean que se marchen los de otras familias que son un impedimento para que les cuadren las cuentas, para que la población rejuvenezca o para tener más plazas para inmigrantes?

¿Acaso Carmen Calvo, que ya no está para muchos trotes, a quien la jactancia la impide, cuando se acicala ante el espejo, verse las arrugas que la acompañan –como hacía la madrasta de Blancanieves–, o que en cualquier momento le puede dar un telele en uno de los berrinches que se toma y quedar lista para la toma de la pastilla que la lleve a sabe Dios dónde, o a ninguna parte –como suponemos– piensa se encuentra el más allá desde que abandonó a las madres escolapias de Cabra?

Es triste la insensatez que demuestran estos representantes del pueblo cuando se ponen a ¿pensar? Porque teniendo ahí el problema del campo, el desbarajuste del país, la impertinencia de determinadas Comunidades Autonómicas, el paro que se incrementa día a día, la economía que decae, las inversiones que se reducen, la construcción de viviendas que decrece, la necesidad de ayuda que tienen los damnificados por los tornados de meses pasados que les han prometido y no llega de ninguna forma, la infame enseñanza que se empeñan en imponer, el menor consumo de cemento –¡lo que ya es el acabose!– la estúpida discusión de la cantidad de «géneros» del homo sapiens que existen en el mundo (¿y no han pensado en el de los animales por los que sienten tan profunda inclinación y querencia?), cosa que Putin ha resuelto en un santiamén: hombre y mujer. Todo está desmedido, y, no cabe duda, a lo mejor han de volver los papás añosos a reponer el servicio de té en la vitrina del aparador.

Ya que traemos a colación el servicio de té, como nos quedamos en casa a pasar la tarde, no viene mal sustituyamos hoy el botijo por una antigua tetera para servirnos un té verde con menta, calentito, mientras intentamos comprender a nuestros gobernantes a través de lo que nos presenta la televisión. Al fin y al cabo la tetera también sirve para contener agua aunque luego se la aromatice.


 

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