Únicamente sé del principio de las fiestas navideñas, que empiezan tan tempranamente, por lo que he visto en televisión. No es que me haya extrañado, pues la cosa viene de hace tiempo. Pero sí me ha extrañado no haber visto, en ningún momento, algún símbolo de que las navidades tienen por origen la celebración de la fecha en que la Iglesia católica sitúa el nacimiento de Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios, concebido por el Espíritu Santo en el seno de María Virgen.

Las fiestas que nos presenta la televisión, y que al parecer responden a la idea general de la población, es solo lumínica, comercial, de aprovechamiento del viernes a bajo precio, y del mayor disfrute posible con los próximos, e incluso con algunos que no lo son tanto pero a los que tenemos cierta simpatía.

Las iluminaciones inauguradas en bastantes lugares, por lo que nos enseña televisión, se limitan a poner unas pirámides confeccionadas con varillas metálicas y muchas lucecitas de un solo color, o combinando varios, que ya están sumamente obsoletas y no dicen nada; unos colgantes también lumínicos, la mayoría rellenos de cintas de bombillas que tampoco dicen nada; y en todos los lugares, con derroche de bombillas led, arcos, colgajos, bolas, etc.

Pero nada, repito, que tenga una referencia a la Natividad del Hijo del Hombre. ¡Ni siquiera se acuerdan ya de Papa Noel! Únicamente, al parecer, en Madrid se ha puesto, también a base de luces, un Belén, aunque no ofrecieron ninguna toma.

Que España no sea oficialmente confesional no quiere decir que haya renunciado a la fe católica, pues, en la propia Constitución se dice, en el artículo 16, que «los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia católica y demás confesiones». Es decir, que si se celebra la Navidad, dado que esta festividad es la que tiene en cuenta en nacimiento del Niño Dios, lo lógico es que en las manifestaciones de la fiesta se considere el origen de la misma.

No fiamos mucho de que, a pesar de que en casi todas las casas de España se monten belenes, nuestras autoridades vayan a responder públicamente a esa inclinación. Hasta el momento no se ha apreciado. Tampoco los comercios han hecho ningún esfuerzo al respecto como otrora se veía.

Pero nosotros no renunciamos. Creemos que es la fiesta más hermosa del año, con un contenido más profundo que ninguna otra, y una celebración familiar como en pocas ocasiones se tiene durante el año. Por ello intentaremos recordar, a través de los botijos de España, el recuerdo del establo de Belén en el que el Dios Hijo vino al mundo a salvarnos.