Mecachis, que guapo y listo soy

10/ENE.- El piropo «qué guapo soy» me suena de hace bastantes años. Buscando antecedentes, tropiezo como creadores del mismo al grupo Mojitos Escozios.

Publicado en la revista Desde la Puerta del Sol núm. 571, de 10 de enero de 2022. Ver portada Desde la Puerta del Sol en La Razón de la Proa (LRP).

Mecachis, que guapo y listo soy

El piropo «qué guapo soy» me suena de hace bastantes años. Buscando antecedentes, tropiezo como creadores del mismo al grupo Mojitos Escozios, que empezaron a dar la murga con sus canciones absurdas y bastas, mediocres y ramplonas, allá por finales del pasado siglo y principios del presente, y que ellos encajan dentro del hard rock y el heavy metal español (¡que Dios me perdone al confesar que soy incapaz de poder traducir esos estilos al pentagrama musical), al tiempo que confieso que tampoco conocía la existencia de tan importante grupo, los Mojitos Escozios. La ignorancia de uno no tiene límites. Con mirar a Pedro Sánchez enseguida salta el dicho para ser tenido en cuenta.

Pues sí, en aquellas calendas, los Mojitos Escocios montaron un espectáculo que titularon nada menos que Ópera Rock Triunfo, con la que se hicieron famosos cantando los siguientes versos:

No tengo arruga, no tengo verruga, ni tengo pata de gallo,
no tengo espinilla no tengo barrillo, ni tengo los dientes de caballo
por eso a cualquier sitio a donde voy todo el mundo me dice

Que guapo que soy (bis varias veces)

Después de su duro trabajo y de mucho
currá, le importaba too
una carajal porque había llegado la gran finaaaaal.

Que guapo que soy (bis repetidamente)

Como vemos, unos fantásticos versos, o lo que sean, que expandieron los Mojitos Escozios de finales de la movida madrileña que engrandecen en mucho el palmarés español.

Pero nuestra intención de hoy al traer entre nosotros a Mojitos Escozios es porque queremos extraer de su producción rock –o lo que sea– el verso «qué guapo que soy» para aplicárselo a Pedro Sánchez dado el uso que hace de su persona en las charlas para ignorantes que suele dar cuando reúne a sus huestes, como está haciendo estos días, exhibiendo su fastuosa presencia, su juego de manos, su sonrisa imperecedera, el dominio que tiene del escenario, a la vez que sus trajes ajustados y sus pantalones pitillo, que tanto le gustan.

Hay que confesarlo, aunque no estamos al día en cuanto a belleza varonil, que el chico no está mal; como también hemos de reconocer que su verbo es suelto, bien vocalizado, con la fausta ostentación necesaria para requerir el aplauso.

¿Qué dice algo importante? Ahí ya la cosa se desploma. Lo más que hace en estos casos es anunciar las leyes que próximamente se aprobarán en el Consejo de Ministros –incluso sugiere que serán aprobadas por el parlamento, como si lo tuviera en su mano–, lo bien que lleva la pandemia, aunque unos días diga que es cosa absolutamente controlada y al siguiente que es algo que se ha asentado para largo entre los mortales.

O que todos estamos trabajando intensamente para reconstruir la isla de La Palma asolada por el volcán Cumbre Vieja, porque las cantidades anunciadas por él mismo de haber sido aprobadas por el Consejo de Ministros no han llegado todavía a pesar del tiempo transcurrido, sin que por ello le corte para hacer una octava visita en los días navideños con el fin de que le hagan la foto y dejar constancia de lo mucho que él se está ocupando de las gentes que han perdido todo, lo que se dice todo todo, y que la España oficial se volcará de verdad sobre ella como lo están haciendo los españoles a título individual.

Y lo señeramente es como se dirige a la oposición pidiéndoles su voto para todo lo que se le ocurre –a la vez que condenándoles por no seguirle la corriente–, dejando caer sobre ellos la condena por no comportarse como «gente de Estado» al intentar exponer su punto de vista sobre respecto a geniales maquinaciones para convertir a España en una pocilga en la que, entre el barro y la suciedad, puedan, él y sus adláteres, hacer de su capa un sayo.

O cuando presume de dar la cara y reúne a los presidentes de comunidad, ya sea en forma presencial o no, sin orden del día y con la intención de soltarles el rollo más o menos habitual para terminarla sin acuerdos serios ni decisiones que puedan se manejar en cada una de ella para reducir los estragos que la pandemia está produciendo, levantando la sesión con el solo acuerdo de imponer de nuevo la mascarilla.

De los demás asuntos, como necesidad de personal y material sanitario que cada cual haga lo que pueda y le venga en gana.

Tras hacer este pequeño repaso –que podría ser muy amplio– sobre la inacción y pasividad de Pedro Sánchez para sacar a España del berenjenal en el que la ha metido su egocentrismo, su ambición y su narcisismo, poco vale su facha, pues cualquier día caerá como los papeles que con la imagen de las más bellas mujeres del planeta se ponen en las pancartas publicitarias y que, cuando termina el periodo de exhibición, son arrancadas de la pared donde se exhibía. Es decir, que la soberbia de considerarse el más listo del mundo se perderá pisoteada por los suelos por alguien, probablemente con menos ínfulas, pero con mayor capacidad para dar a la Patria España, y a sus gentes, lo que necesitan.

Con el fin de arrancar un nuevo año con destacadas intenciones de seguir trabajando por el bien de España, traemos como mascota un botijo de la alfarería M. Zabala, de Puente del Arzobispo, Toledo, cerámica que ha sido declarada nada menos que patrimonio cultural inmaterial de la humanidad por la UNESCO en 2019. Este botijo sin duda puede ser considerado como guapo, se lo merece, y como listos quienes han sido capaces de manipular el barro para dejarnos esa pieza sensacional. Sin que para ello requieran los necios versos de Mojitos Escozios.



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