Con la justicia hemos topado, amigo Sancho

4/08.- Tras aventar la parva y cazar los roedores para limpiar y ordenar la casa, hay que aplicar la justicia ya que sin ella el orden no queda plenamente establecido...

Publicado en el Nº 336 de 'Desde la Puerta del Sol', de 4 de agosto de 2020.
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Con la justicia hemos topado, amigo Sancho

Vive Dios, amigo Sancho, que es fortuito coincidamos Manolo Parra y un servidor en el rótulo de nuestros artículos! No he querido cambiar el mío, Sancho, pues aunque uno y otro van encaminados por senderos paralelos, en nuestro caso hemos remedado la frase del manco de Lepanto, tomado distinta calle al entrar en el Toboso particular en el que nos encontramos. Pues la Iglesia por la que pensamos andar, aunque no debe transitar lejana a la Cruz, no la tiene por emblema, pues es la justicia.

Y es que, tras aventar la parva y cazar los roedores para limpiar y ordenar la casa, hay que aplicar la justicia ya que sin ella el orden no queda plenamente establecido. Es decir, que en nuestra España hay que reflexionar respecto a muchas de las disposiciones que se han ido legislando y tomando a lo largo de los años, útiles para uno u otro de los partidos políticos que se han ido sucediendo, pero nefastas para el orden general de la gente que debía descansar en su cumplimiento.

¿Recuerdan los mayores en edad a aquellos jueces de paz que existían en los pueblos? No sé si los sigue habiendo, pero desde luego llevo muchos años sin oír que ejercen alguna función. Pues bien, esos jueces de paz podían ejercer labores sencillas en sus localidades de forma que no se llenaran los juzgados de asuntos que se pueden resolver con la participación de uno de estos «hombres buenos». Por ejemplo, el tema de los «okupas», que se podía solucionar en 24 horas con su decisión, están más de un año en tramitación, fundamentalmente porque no se toca el expediente por falta de tiempo, y, luego, porque hay un piélago de papeleo cuando es algo que está a la vista.

¿Qué pasa con el Tribunal de las Aguas de Valencia? Un tribunal que ya existiera en tiempo de los romanos, que debe su organización actual posiblemente a la época del Califato de Córdoba, y que «va a misa» –que diría un castizo– en cuanto a dirimir los problemas del agua en tierras valencianas. Y con un respeto a sus decisiones que ya quisiéramos ver en alguna delas tomadas por Tribunal Constitucional.

Se dio el caso de que cuando llegaron los «demócratas de toda la vida» metieron mano en los temas de justicia y lo fastidiaron. Los jueces de paz, si existen, como si no estuvieran; los partidos judiciales al parecer fueron agrupados en unidades más importantes para que no hubiera mucha dispersión; no todos los jueces acceden por oposición –lo que ofrecía una garantía importante de su conocimiento de las leyes– creándose el conocido como «tercer turno» con el fin de poder dotar a los juzgados de más jueces, compuesto el cuerpo por uno de esta procedencia de cada tres; la formación de los jueces ya no era tan sólida como anteriormente, y aunque el acceso al «tercer turno» era para abogados con seis años de ejercicio, un currículum aceptable y unas pruebas razonables en cuanto a sus conocimientos, dado que, lógicamente, los buenos abogados ya tenían ocupación, hubo que abrir la mano e ir cambiando las disposiciones al respecto, dándose el caso de que no pocos de los que se presentaban no eran capaces de pasar la prueba.

Con ello se cayó en el yerro de hacer un giro copernicano a lo previsto en la Constitución, y simplificar el procedimiento de forma que se llegó a poder nombrar jueces entre los amiguetes del partido político, cambiando también la forma de acceder a los tribunales superiores de Justicia de las autonomías, a los presidentes de Audiencias, a los tribunales superiores y al Consejo General del Poder Judicial. Con ello, como hemos podido comprobar –salvo numerosas excepciones de jueces y magistrados que no deben nada a nadie– las sentencias son muy disímiles de unos jueces a otros, los trámites se prolongan más o menos –teniendo que medirlos incluso por años–, en muchos casos las resoluciones llegan tarde, como, por ejemplo, la que pueda producirse respecto a un juicio de despido cuya vista –según la prensa de no hace mucho– se ha previsto –salvo error– para el 4 de abril de 2021. En este caso están las actuaciones respecto a «okupas» que, además del largo trámite para echarlos, cuando se van lo hacen de rositas después de haber desvalijado la casa, destrozado sus instalaciones y obligado al propietario a pagar cada mes el consumo de luz y demás servicios sin que las leyes les permitan darlos de baja.

Estamos terminando sin que nos haya dado tiempo a decir que la justicia, libre de la acción de partidos políticos y demás influencia perniciosa, tendrá que hacer horas extraordinarias para despachar todos los expedientes que tienen de ladrones, ladronzuelos y aprovechados de muy diferentes especies en la Administración del Estado y fuera de ella, además de cuantos lógicamente irán cayendo cada día a medida que se va expurgando por los rincones y será obligado abrir infinitos en esta España nuestra, tan sucia, tan desmantelada casi como una casa ocupada por «okupas», tan desordenada, con una legislación tan ramplona, tan falta de seriedad.

Además será preciso tomar en serio el problema de las comunidades disidentes de su pertenencia a la patria común, pues no se podrá evitar si no cambian de parecer, sin otros consejeros que los que se desprenden del articulado de la Constitución, cómo será preciso limpiar tantos espacios llenos de porquería como existen, llenos de una patulea de gentes descarriadas que habrá que encauzar de nuevo –cosa que resultará harto difícil, pero que habrá que hacer sin falta y con la intensidad precisa– a proseguir el destino común.

¡Uf! ¡Qué trabajo espera a los españoles! Y será preciso seguir utilizando mascarillas, quizá no solamente quirúrgicas, sino industriales para mayor garantía de no contaminarse. Mientras, con la ayuda del botijo que Don Quijote ofrece a Sancho en la imagen que hoy nos acompaña, vayamos al Toboso a ver si encontramos un Juez de Paz que nos ampare.


 

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