La formación profesional

9/NOV.- En tiempos pasados, en los que se soñaba no poco pero se pensaba y pisaba de forma pragmática, en España se puso en marcha una formación profesional que fue lumbrera en el mundo.

Publicado en la revista Desde la Puerta del Sol núm. 535, de 5 de noviembre de 2021. Ver portada Desde la Puerta del Sol en La Razón de la Proa (LRP).

La formación profesional

El mundo parece desquiciado por culpa de la carencia de personal especializado en el trabajo manual. ¡Con todos los parados que existen! Al menos en España. Que si faltan camioneros, que si no encuentran fontaneros, que si los carpinteros (fundamentalmente los finos, los ebanistas) han desaparecido, que si no hay electricistas que sepan poner un enchufe,... Y eso da lugar a que no se puedan terminan de fabricar los coches por una piececita de nada, no hay cajas para empaquetar los productos farmacéuticos, ni pueden acabarse los juguetes que han de consumirse por las navidades, ni se terminan de recolectar determinados productos en los campos por falta de mano de obra,... Este, no cabe duda, es un desastre añadido a todas las pandemias que están sucediendo por el mundo.

¿Será que hemos querido hacer universitarios a todos los nacidos? ¿Será que las ventajas de la técnica moderna han desechado todo lo que sean manualidades porque la electrónica ha primado por encima de ello? ¿Será porque la tendencia se inclina en el deseo de que todo nos lo den hecho y nosotros nos tumbemos a la bartola a verlas venir? Puede ser por esto o puede ser por cualquier otro desconcierto en la mente de quienes tienen la obligación de analizar el presente, ver el futuro, y programar por donde ha de ir la formación de las nuevas generaciones para coincidir con el futuro.

En tiempos pasados, en los que se soñaba no poco pero se pensaba y pisaba de forma pragmática, en España se puso en marcha una formación profesional que fue lumbrera en el mundo, dado los buenos éxitos conseguidos. Se crearon por media España centros de formación profesional y algunas universidades laborales, en las que, junto con la enseñanza general se formaba a los jóvenes en una variedad importante de profesiones; incluso en algunas universidades laborales se conseguía titulaciones intermedias.

Para fomentar el interés de los alumnos, periódicamente tenían lugar concursos por profesiones que resultaban sumamente interesantes por la competitividad que tenía lugar; incluso se ampliaron estas competiciones a nivel internacional, obteniendo los españoles no pocos galardones a este nivel. Quienes conseguían la titulación en estos centros normalmente tenían asegurado el trabajo. ¿Alguien se imagina que pudiera tener interés un concurso de albañilería? Pues sí, porque se proyectaba como trabajo a realizar la reproducción de piezas históricas de difícil ejecución por los maestros de tiempos pasados, que eran capaces de hacer aprendices de hoy en la materia.

Como ejemplo del interés de estos centros laborales, cabe hacer referencia a la Universidad Laboral de Gijón, institución que funcionaba como una localidad integral, donde los alumnos, además de estudiar, ejercían las funciones desde la de alcalde al más simple de los que puedan existir en un pueblo. Era una formación integral de los jóvenes que vivían y estudiaban en ella.

A esta gente que anda sin saber por dónde tirar para que el país funcione, empeñados en derogar unas disposiciones que en materia económica estabilizaron a España hace unos años para sustituirlas por leyes caprichosas insufladas por la ideología comunista que llevarán de nuevo al hundimiento al país, no es malo pedirles que despierten de sus ínfulas delirantes para que busquen medios prácticos y eficaces en todos los aspectos de la vida. Y uno de ellos es la formación de la juventud. A la Universidad deben ir aquellos que, interesados en el estudio, estén capacitados en las materias que pretendan cultivar, abandonando el absurdo de que todo el mundo tiene derecho (que es cierto que lo tiene) de ir a la Universidad sustituyéndolo por la realidad de que no todos son capaces para ello y por eso son cantidad los que abandonan a medio camino, con un gasto inútil y unos años perdidos.

Si sus molleras no dan para tanto, les recomendamos que busquen por ahí a los españoles que estuvieron incrustados en esa labor durante años. Es cierto que han transcurrido muchos años y la mayoría ya estén en compañía del Señor, pero seguramente quedarán algunos que los puedan aleccionar. De momento, nosotros salimos por calles y campos en busca de esos maestros de oficios, acompañados de un botijo preciosista, antiguo, que hemos encontrado en una casa de Jaén que se dedica a la compra-venta de antiguallas.

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