Ahora dinero para la salud mental

Ahora Pedro Sánchez suelta dinero –del que no tiene– no para cualquier cosa, sino puntualmente para la salud mental...


​​Publicado en la revista El mentidero de la Villa de Madrid núm. 755 (26/MAY/2023), continuadora de Desde la Puerta del Sol. Ver portada El Mentidero en La Razón de la Proa (LRP) Recibir el boletín de LRP.​

No nos quejaremos. Ahora Pedro Sánchez suelta dinero del que no tienepara la salud mental. No para cualquier cosa, sino puntualmente para la salud mental. ¿Será que se ha dado cuenta de que gran parte de los españoles, los que le aplauden como fieras por ejemplo, están mal de la olla?

Han sido concretamente 38,5 millones; ha debido afinar cantidad, aunque no sabemos cómo lo habrá repartido. Si tenemos en cuenta que, según las estadísticas, hay 341 hospitales de la Seguridad Social–sin tener en cuenta otros tipos de centros sanitarios a los que también debería caerles algo–, tocan a 112.900€ por hospital; si agregamos los 431 hospitales privados, suman 772, tocarían a 49.870 euro por hospital. Teniendo en cuenta que las cuatro donaciones de la Fundación Amancio Ortega han sido de 60, 90, 280 y 300 millones, Pedro Sánchez se ha quedado un mijita corto, y eso que no lo saca de su bolsa, sino de la del Estado.

Claro que hay que tener en cuenta que cada día, desde que empezó esto de hablar sobre las elecciones y lo magnánimo que es el PSOE con el dinero que no es suyo, no puede repartir más, pues se lo echan en cara los de Bruselas que miran con malos ojos cómo se va endeudando España cada día. Porque días después anunció que iba a soltar580 millones para reforzar la Atención Primaria –suponemos que será la Educación Primaria y no para la creación de nuevas clínicas abortistas–. Aunque no sabemos para qué son y cómo lo repartirá, evidentemente en este caso ha sido más generoso.

Lo malo es que de aquí al día 26 todavía puede endeudar más las arcas de la nación, y si sigue hasta que se celebren elecciones generales, no sabemos cómo nos va a dejar las alforjas comunes, pues ese dinero de las deudas del estado pesan sobre las espaldas de cada español. Hasta hace unos días, los que llevan las cuentas nos aseguraban que cada uno debíamos 31.516 euros sin saberlo, así que, al paso que va de ofrecer dinero a todo el mundo, vamos a llegar a la cantidad necesaria para dar más de la mitad de la entrada de un piso curiosillo.

Por otro lado, no hay que asustarse dado que los periodistas, que son unos cotillas de tomo y lomo, andan sacan que estas promesas ya son la copia de las que ha hecho en otras ocasiones, de formas que cabe pensar que no se va a incrementar esa deuda que nos asusta, pues es solo un recordatorio la actual proclama de Pedro.

Y a todo esto al BOE se le deben encrespar las páginas, pues tiene que apechugar, entre otras, con las leyes indecentes que aprueba el Parlamento, los autos con trampa del Tribunal Constitucional, los Reglamentos en los que se manosean las leyes, las órdenes ministeriales de todo tipo y cala doy, por otro abunda la morralla de nombramientos, concesiones, premios, ayudas, subvenciones, concesiones administrativas que se hacen libremente por donde se escapa no poco dinero...

Todo ello lo hace Pedro con una alegría tremenda, una magnanimidad extrema, y sonriendo cuando habla a los que sabe le van a aplaudir, pues se siente feliz con sus tropas que, aunque no tengan para comer, le aplauden y se creen lo que dice, incluso eso que anuncia va a poner en el BOE después del primer consejo de ministros, en la seguridad de que no se cumplirá, como suele ser habitual.

Todas esas proclamas de Pedro son lanzadas sin estar informado de lo que ocurre en la calle dado que no la pisa como cualquier ciudadano porque teme y sabe que lo abuchearán como suele ocurrir cuando se ve obligado a ir a algún acto oficial; ni debe ver los telediarios porque parece no estar enterado de todos los españoles que de verdad no tienen trabajo; de los estragos en el campo laboral –y en otros– que producen las genialidades de las ministras Yolanda Díaz, Ione Belarra e Irene Montero, por hacer corta la cola; de las gentes que se juntan en los lugares donde se reparte comida a los necesitados; de los saltos que experimentan los precios en los mercados; de cómo los ganaderos han de llevar sus reses a los mataderos porque no pueden alimentarlas; de lo mal que lo pasan los pequeños industriales pues están aguantando en espera de un renacimiento en el que tienen fe; y un largo etcétera. Con el añadido de las memeces del ilustre ministro Alberto Garzón que sigue empeñado en que los españoles no coman carne y así no tendrán este gasto.

Pedro, lo mejor que podías hacer era subir al helicóptero, pedir al piloto que te lleve al Palacio de la Zarzuela y, aunque se te retuerzan los intestinos, presentar la renuncia al Rey, que tantas cosas debe saber de ti. No tienes ni idea de lo a gusto que te quedarías, cómo podrías disfrutar con los ahorros que hayas hecho, que no serán pocos ni menos que los de tu antecesor José Luis Zapatero que ya ves lo que viaja en avión continuamente de aquí para allá, visitando a sus amigos los presidentes bolivarianos, dando conferencias –sabe Dios de qué les hablará–, sin tener que aguantar las tonterías y zancadillas que te harán los veintidós ministros con los que obligatoriamente tienes que convivir. Eludiendo, además, estar tocando gaitas y soportar las exigencias del pequeño Aragonés de Cataluña y el Otegui de ETA que, la verdad, son insoportables y te traen como piedra por rastrojo de un lado para otro prometiéndoles lo que piden, dándoles algo que a veces es demasiado –como el Sahara a Mohamed, por ejemplo– y tratando de engañar a todos los españoles, sin que ninguno esté contento porque saben que juegas con trampas, pues te tienen calado. ¡Ay Jesús, Jesús, qué chico más desequilibrado! Con lo bien que lo podía pasar sin tantas preocupaciones, sin tener que soltar tantas mentiras, sin verse obligado a cambiar el sentido de las leyes para poder hacer tus apaños, sin disfrutar de un poco de tranquilidad cuando debía saber que cualquier día te pegas el trompazo y has de abandonar todo de mala manera.




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