Nacionalizar empresas,...

6/08.- ...el viejo principio falangista. Parece que las condiciones actuales hacen posible, y en algunos casos deseables la nacionalización de empresas...

Publicado en el número 335 de la Gaceta FJA, de agosto de 2020.
Ver portada de la Gaceta FJA en La Razón de la Proa

Nacionalizar empresas,...

Cuando ahora, a causa del colapso industrial derivado de la crisis auspiciada por el Covid-19, se plantea en la Comunidad Europea –abril de este año– la posibilidad de nacionalizar empresas, estén en mayor o menor grave situación, y se acuerda legislar en base a su mejor y más pronta resolución, me viene a la memoria la vieja reivindicación falangista.

Aquella de nacionalizar el tipo de empresas que la doctrina original y genuina de la Falange exigía como medio para desterrar injusticias y abusos estructuralmente económicos, que a la fin era uno de los referentes de Falange Española de las JONS, expresado neta y públicamente, y sobre todo doctrinalmente, en el punto 14 de los 26 puntos de la Falange; que tengo releído en la sexta edición ofrecida por la Sección Femenina de la Falange, en un bonito opúsculo, como aspiración irrenunciable.

En la explicación de dicho punto, Falange habla de nacionalizar empresas como la banca y las de servicio. Quedando claro que se refiere a empresas tipo, Renfe, Iberia, electricidad o astilleros. Y por supuesto, haciendo incapié especial en aquellas que tuvieran el título de estratégicas. No hace falta explicar más.

Pero esto, que en algunos teóricos de las falanges les parecía algo así como una herejía utópica (y tengo nombres para parar un tren), ahora no sé lo que dirían al ver que la propia UE auspicia (claro que por motivos de craks, como lo sería la del 29 del siglo pasado), la necesidad de nacionalizar empresas fallidas bajo la excusa –capitalista– de salvarlas.

De hecho, aquí en España ya hay doctos economistas como el profesor Bernados, y creo que el titular en la Universidad San Pablo-CEU, que aceptan esta probabilidad como recurso ante una crisis que parece quedarse. Es verdad que ponen un límite temporal a esta situación en las empresas, pero el hecho es que aquella se contempla ya en países cercanos; Italia con Alitalia, o Francia con participaciones de hasta el 85%.

Ya sé que se permite la evolución política en las personas, incluso la de los falangistas, pero parece incomprensible que teóricos del nacionalsindicalismo, y pienso en hombres como Jaime Suarez (ya fallecido, al que le debo memoria, respeto y admiración, y mi controversia), o a mi antiguo y camarada Javier Morillas, de la Auténtica, autor del libro Una brecha para la Revolucion (hoy profesor universitario en Economía), que defiendan todo lo contrario.

El mismo Miguel Hernández Cegarra, que fue mi jefe regional en FE-JONS (y por eso salí de esa organización, por mucho que lo apreciara, alguna vez habría que dar nombres sin temor a que me califiquen de chivato) en tiempos de Márquez, me hablaba de la imposibilidad de la Falange en estos tiempos. Los cito, con cariño pero con rotunda decepción. Y con ellos cientos, que yo respeto pero que no coincido.

Pues bien, parece que las condiciones actuales hacen posible, y en algunos casos deseables la nacionalizacion de empresas, con lo cual, además de quedar en entredicho, suponen su poca fe en la doctrina que les hizo llamarse falangistas. Vuelvo a insistir que no los nombre como “pecadores”, valga la expresión, sino como camaradas de muy poca convicción falangista, o de un fácil cambio de mentalidad. Hoy el mundo se abre a esa solución, por otra parte siempre manejada por los adversarios naturales del nacionalsindicalismo, como los comunismos ad hoc –Podemos– sin que nunca haya renunciado a sus convicciones.

Entonces, ¿querremos los falangistas reivindicar nuestras originales propuestas y pedir, porque es factible, la nacionalización de determinadas empresas? Podremos decir sin que se nos tache de primitivos, que volveremos a luchar por un Crédito Nacional. O una nuclear nacionalizada, sin que se nos tache de idealistas utópicos?

Si hoy otros partidos, lo piden desde la normalidad democrática, aunque sea bajo el ropaje de “ayudas”, por más que el ministro galo Le Maire declare que harán todo lo posible por salvar sus empresas, ¿cómo nosotros, que lo llevamos en nuestro ADN, no lo proclamamos ya? Espero que los camaradas que abandonaron esos principios nacionalsindicalistas, retomen su vuelta a los programas de lucha políticas y de acción. O por lo menos, sirva para un serio debate de posición.


 

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