A Leopoldo Panero en el mediodía de mi vida

A la nostalgia la salva únicamente la gratitud, que es el ejercicio del corazón cuando hace memoria.


Artículo firmado por Diego Chiaramoni, publicado en el digital El Manifiesto (25/02/2024). Leerlo en su sitio web original. Recogido parcialmente por La Razón de la Proa (LRP). Solicita recibir el boletín semanal de LRP.

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A Leopoldo Panero en el mediodía de mi vida

Cuando uno va arribando al mediodía de la vida, el acto de escribir comienza a erigirse como un lento ajuste de cuentas con el pasado. Con su estela de sangre, la pluma va destilando amores y dolores, resignaciones y traumas, mares helados o bosques incendiados. Las palabras son sabias (a pesar de lo que digan los apóstoles del relativismo), porque muchas de ellas muerden el labio de la misma realidad. La palabra “nostalgia”, por ejemplo, proviene del griego νόστος (nostos = regreso) y ἄλγος (algos = dolor). La nostalgia, entonces, es la pena de verse ausente de la patria o de los amigos y es un volver con el peso del dolor a cuestas. A esa nostalgia la salva únicamente la gratitud, que es el ejercicio del corazón cuando hace memoria. Uno mira hacia atrás y agradece el techo que lo cobijó, el pan que lo alimentó, las manos de nuestros abuelos, los desvelos de nuestros padres, el vino compartido con los amigos y también los libros que abrieron mundos delante de nuestros pasos. Todos tenemos un mito de origen en nuestra vida de lectores y el mío se funda en las historias que escuché de los labios de Aurora, mi bisabuela, que como he dicho alguna vez –emulando a Delibes– “llevaba el pueblo dibujado en el rostro”. Allí creció en mí ese regusto por el castellano bien hablado, por los sabores y los olores de aquella España rural de los cielos altos, de las angostas callejuelas de polvo, de las setas en los bosques y del golpe del agua entre las piedras. Luego, todo ello dio paso a otra afección, la de las tertulias literarias de los Cafés, la de las generaciones del 98 y del 14, del 27 y del 36, la Guerra Civil y las heridas abiertas...

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Publicada por La Cofa en Viernes, 1 de marzo de 2024