La gran explosión.

31/DIC.- El físico Bruno Bento ha irrumpido en el mundo científico para adelantar la que está dispuesto a demostrar es la auténtica verdad en la ya casi preterida teoría de "La gran explosión".


Publicado en la revista Desde la Puerta del Sol núm. 566, de 29 de diciembre de 2021. Ver portada Desde la Puerta del Sol en La Razón de la Proa (LRP).

La gran explosión.

Son innumerables las teorías que circulan por los mentideros acerca del origen del Universo. Es, o ha sido y seguirá siéndolo, una de las respuestas menos conflictivas que el hombre se da para no adelantar un solo paso en su ignorancia supina del caso; pero ahí seguimos. No voy a recorrer una por una las muchas que los científicos han pergeñado para satisfacerse, ya sean sus delirios o dudas, unas veces con ribetes teológicos, astrofísicos, surrealistas o simplemente literarios, pero convendrá detenerse en la que, por ahora, más concitaba la atención de expertos y profanos, cuál era la llamada del Big Bang, dicho en lengua inglesa pero que nosotros lo traducimos por «la gran explosión».

En síntesis, la teoría expone que por razones jamás explicadas se produjo una inconmensurable explosión, a la cual se le suponían varias «novedades» trascendentes, como el nacimiento del tiempo y del espacio, ambas indisolublemente unidas, amén de una fuerza motriz imposible de calcular que hacía posible que dichos elementos en su interacción continua iniciaran un proceso expansivo, que hoy por hoy se supone no se ha detenido. Como este fenómeno «ocurrió» en el tiempo, los expertos han calculado que tuvo su inicio hace como entre 14.000 y 15.000 millones de años, ignorándose al momento cuándo terminará.

Con la adición de numerosos detalles para alivio de la masa ignorante que recibimos estos juegos cósmicos, acompañan a estos meollos de la ciencia un nutrido grupo de comunicadores que, cámara delante y guiones de ciencia-ficción, ahondan en las cuestiones que no pueden quedar fuera del ejercicio, como preguntarse qué había «antes» de la gran explosión y si a lo que había podía llamársele algo así como Dios. De ahí se pasaba a otros territorios más escabrosos, donde conceptos como eternidad, nada, voluntad divina, etc., todos ellos pertenecientes a esa rara dimensión a la cual no tenemos acceso los mortales pero que manejamos con una familiaridad poco común, como si pertenecieran al nuestro.

Sea como fuere, dada la naturaleza del problema, lo corriente, lo más usual, lo más sencillo que se nos ocurría era dar por buena la teoría del estallido, que, entre otras cosas, tenía la virtud de dejarnos relativamente tranquilos, pues en cierto modo resumía casi todo lo dicho hasta entonces y daba entrada en el repertorio cotidiano a cosas tan corrientes como el tiempo y el espacio, lo que era un principio asumible, sobre todo demostrable, pues sería de risa señalar los esfuerzos que ha hecho el hombre en fijar esas dos cosas en aparatos y máquinas. Pero dejemos esto.

Al menos a mí me lo parece desde que he sabido –bueno he leído– que todo un señor timbrado que ejerce sus saberes en la Universidad de Liverpool, que se llama Bruno Bento, ha irrumpido en el mundo científico para adelantar la que está dispuesto a demostrar es la auténtica verdad en la ya casi preterida teoría de La gran explosión. Se pierde el buen hombre en una retahíla de conceptos y rarezas que únicamente entienden sus colegas y allegados y da por hecho que en el orden de los «cómputos causales» (?) resulta imposible establecer que se pueda obtener demostración del Big Bang con arreglo a las teorías existentes de la relatividad y no menos de la gravedad y los «quásares».

Con esto pretende decir que la famosa teoría, hoy por hoy tan en boga, es solo «un momento particular de la evolución del Universo». O sea, que «antes» que ella, ya existían el tiempo y el espacio, guardándose de ir más allá en sus declaraciones, no sea que en la Academia sueca le pongan peros el día en que se reúnan para decidir sus bien dotados premios. Bien visto, es una revolución a tener en cuenta.

Ni se me ocurre rebatir al sabio. No es que creyera esto o lo otro, es que para este mundo tan acomodaticio como el que tenemos, donde nos cuelan año tras año las más peregrinas noticias, donde nada es verdad ni es mentira sino del color del cristal que los medios anteponen a sus bulos y enjuagues, donde una parte de la Humanidad muere por causas desconocidas –la pandemia lo es– al tiempo que otra perece para enriquecimiento de unos cuantos, mientras un astro flotante parece que ha perdido el rumbo, mientras los políticos se entretienen en juegos de guerra en fronteras afines, mientras los muy ricos se van de vacaciones al espacio, a perder su tiempo y sus dineros, llega uno de esos cerebros aspirantes y en una revista seria dice a la gente que el tiempo y el espacio lucían en el tablero mucho antes de lo que imaginábamos. ¿Habrá querido decir que eran Dios?



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