EDITORIAL. TROCHA Nº 211. FEB. 2020

Frío en el cuerpo, calor en el alma

Los fríos son momentáneos, y una buena ropa de abrigo, un buen fuego o, en su versión ciudadana, una buena calefacción, lo remedian sin más problema. Lo grave es sentir frío en el alma.


Publicado en el núm. 211 de 'Trocha'. Febrero de 2020.
Editado por Veteranos OJE - Cataluña.
Ver portada de Trocha en La Razón de la Proa.

2020-02-11-editorial-1x
Frío en el cuerpo, calor en el alma

Frío en el cuerpo, calor en el alma

El invierno nos trajo su primera invectiva: fue la borrasca llamada Gloria, que tantos destrozos ocasionó en diversas zonas; los vientos huracanados, las olas gigantes en las costas y el aluvión de nieve en el interior, nos tuvieron en vilo durante varios días.

No es extraño que sintiéramos frío en nuestros cuerpos, demasiado bien acostumbrados a unas pasadas Navidades de clima mediterráneo.

Pero los fríos son momentáneos, y una buena ropa de abrigo, un buen fuego o, en su versión ciudadana, una buena calefacción, lo remedian sin más problema. Lo grave es sentir frío en el alma.

Eso ocurre cuando los ideales se van desvaneciendo, porque llega, no el invierno de los años, sino el invierno del espíritu; cuando las borrascas del Pensamiento Único y de su insoportable corrección política amenazan con helarnos el interior; cuando ese frío gana terreno a las antiguas convicciones; cuando a la dificultad de una situación difícil se une el escepticismo o el nihilismo de valores; cuando la pereza se adueña de nosotros, y elegimos la comodidad y el conformismo; cuando no somos capaces de resistir a las tentaciones del desaliento…

Entonces en cuando notamos que el alma se va helando, que el frío se hace insoportable y echamos de menos aquella voz segura de otras veces, quizás porque no estamos en disposición de oírla aunque esté cerca de nosotros.

El nombre de veterano, siempre se ha dicho, encierra deberes y obligaciones y, sobre todo, nos dota de una especial resistencia a las inclemencias interiores; nuestro estado de ánimo debe caracterizarse por una alta temperatura espiritual que nos vendrá dada por la convicción de que Dios está ahí, sigue presente en nuestras vidas, que la Patria sigue siendo una realidad irrevocable que debemos defender, que el servicio no caduca con la edad, ni la vocación hacia la justicia, la libertad, la belleza y el bien; que el recuerdo de quienes nos dejaron nos estimula, con su ejemplo, a seguir adelante.

Esa alta temperatura espiritual la hallaremos, además, en el abrazo del camarada, en el apoyo del amigo, en la entrega personal a la cultura y a la formación permanente, en la acción y en la actividad. Ni estamos solos ni somos tan pocos como nos quieren hacer creer.

Bien está que nos guarezcamos de las borrascas del clima, pero mantengamos en el alma el calor que nos confiere la lealtad, la que vemos en los otros y, sobre todo, en el Otro, que nunca nos abandona.


 

Comentarios