Hablemos del cambio climático

Sin duda esto de la pandemia nos está cambiando las costumbres. Junto con la Agenta 2030. Por un lado la pandemia, a cara descubierta, y con la compañía de la insensatez de una buena parte de la población, nos tiene sujetos como con grilletes a quienes consideramos que hay que cumplir determinadas normas para intentar vencer el mal, en tanto los insensatos continúan su aquelarre haciendo caso omiso de las normas más elementales, y los nacientes conjuntos de opuestos a las vacunas se manifiestan abiertamente contra la posible obligatoriedad de recibirla ya que da la impresión de que esto no se termina así como así, o sea, por las buenas.

Por otro lado están los desmesurados acuerdos de los que viajan en avión con la misma frecuencia que otros en el metro o el autobús, que se empeñan en que es preciso someter al resto de la población mundial a normas rígidas en cuanto al uso de vehículos movidos por este o aquel combustible; eliminación de centrales eléctricas cuyos generadores funcionan por carbón o petróleo condenadas al desmantelamiento dado lo perjudicial que resulta para los seres humanos la contaminación que lanzan sobre la atmósfera; la condena que existe, ━por parte de algunos, aunque otros las tienen a pleno rendimiento━ de las centrales nucleares que al parecer son las menos contaminantes al respecto y las más económicas en la producción de energía eléctrica; acompañado por la supresión de la ganadería industrial porque provoca la deforestación de valiosos ecosistemas al tiempo que el ganado produce en 14% del total de emisiones de CO2; y un largo etcétera.

Pero en el manoseo de todo esto, que lo aseguran los que no tienen ni pajolera idea en la materia, junto con la niña iluminada que tiene obnubilados a todos los señores serios que se reúnen para hablar de estas cosas, y también a las masas ignorantes, no se tiene en consideración la opinión de los expertos que opinan que durante la larga vida del planeta Tierra se han sucedido diferentes eras en las que el frío y el calor han intercambiado su presencia, los hielos y las agua han hecho su aparición alternándose durante largos espacios de tiempo, la atmósfera ha respondido a los aconteceres en este globo en el que vivimos, todo ello sin que el hombre tuviera participación porque quemara o no quemara árboles para calentarse o hacer sus comidas.

Pero el descaro mayor lo ponen los que discuten y aprueban las medidas que se han de adoptar para que todos los demás nos privemos de lo que se ha ido consiguiendo año tras año. Porque mientras Pedro Sánchez se compromete a rebajar el uso de vehículos en España, por ejemplo, él no pierde ocasión de tomar el helicóptero Súper Puma, el avión Falcón y el automóvil para ir a cualquier lugar, ya sea en visitas oficiales ya sea para asistir a reuniones o mítines del PSOE, ya para llevar a la familia a un concierto de The Killers, sin duda algo fundamental para el gobierno de la nación; o cómo se comportan los grandes magnates del mundo respecto a lo que pregonan, cuando tuvo lugar la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP26), en Glasgow, se juntaron en el aeropuerto de dicha localidad la friolera de más de cuatrocientos aviones en los que arribaron los participantes defensores de la no contaminación.

Se dice, lo dicen las constituciones de cualquier país libre y democrático, que todos somos iguales. Pero, a pesar de que se harten de decirlo todos los líderes de esos países, lo cierto es que no somos iguales, sino muy desiguales, pues violan las constituciones acomodándolas a sus gustos personales, a sus egoístas deseos. En este momento hablamos del cambio climático y demás zarandajas, pero es extensible a todos los ámbitos de la vida de los humanos. Cada vez somos menos iguales. Cada vez van desapareciendo más las clases medias para pasar a formar parte de una clase masa despreciadas por quienes consiguen el poder.

Digamos que seguiremos hablando del Gobierno, como dirían Tip y Coll –Luis Sánchez Polack y José Luis Coll– aquellos geniales humoristas que se prodigaron ampliamente entre 1967 y 1995, ejerciendo sin ambages su libertad en la interpretación de los acontecimientos de España, mediante el uso del ingenio y elegancia en el comentario, enjuiciando abiertamente a la política de un tiempo considerado como obtuso y cerrado a cualquier actuación de este tipo.

Mientras proseguimos el camino que nos conduce a la Navidad, hoy presentamos un Belén montado en una pequeña botija, que es una delicia.

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