JOSÉ ANTONIO

Los últimos minutos de la vida de José Antonio.

Me atrevo a aseverar que José Antonio recibió la descarga en su pecho serenamente, que no quería morir pero recibió a 'la parca' sin jactancia ni sorpresa.


​Publicado en Historias azules (18/NOV/2023). Ver portada de Nuestra memoria en La Razón de la Proa (LRP). Solicita recibir el boletín semanal de LRP.

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Alegoría sobre el fusilamiento de José Antonio. Sólo la imagen de la derecha es real, y corresponde al lugar de la cárcel de Alicante en el que se afirma que cayó al suelo José Antonio al ser fusilado.
Los últimos minutos de la vida de José Antonio.

Los últimos minutos de la vida de José Antonio.


Lugar del fusilamiento

Mucho se ha escrito sobre los últimos treinta minutos de la corta vida de José Antonio, unas veces exagerando su último aliento para tratar de dar una imagen arcangélica del jefe de la Falange, otras tratando de adivinar lo que realmente pasó en aquellos últimos minutos, y en el colmo de la desvergüenza histórica incluso se llegó a inventar una versión absolutamente falsa del fin de la vida de José Antonio, de la cual me referiré más adelante.

La falta de declaraciones veraces de testigos, el silencio cómplice de los que alguna responsabilidad tuvieron en su muerte, las versiones manipuladas de los responsables directos, además de la creación del mito de José Antonio, ocultaron a la historia los detalles reales que pasaron en aquellos escasos últimos treinta minutos.

Sabemos que se despidió de su hermano Miguel antes de salir al patio número 5 de la cárcel de Alicante, donde llevaba preso varios meses, pidiéndole que le ayudara a morir con dignidad.

Unos dicen que iba vestido con su mono azul, llevando encima su clásico y eterno gabán, otros manifiestan que llevaba puesto un viejo traje de color gris. Si creemos la versión más verosímil, parece ser que realmente iba vestido con un pantalón de traje gris desvaído, un jersey gris oscuro, que le había confeccionado su hermana Carmen, del que prendían un escapulario y alguna medallita y, encima, su famoso abrigo.

En aquella fría madrugada alicantina, del 20 de noviembre de 1936, José Antonio salió al patio con el pelo casi rapado al cero, la cara muy desmejorada, comprensiblemente de no haber dormido, y calzando unas alpargatas.

Unos dicen que sus carceleros le engrilletaron al sacarlo de la celda. Parece que no es correcto, pues nunca le habían puesto grilletes en su estancia carcelaria, pero en todo caso, de ser cierto, debieron quitárselos antes de enfrentarse al pelotón de fusilamiento.

Sobre las seis y media de la madrugada salió al patio, donde con sorpresa se encontró con cuatro patriotas, dos falangistas y dos carlistas, conocidos como los cuatro de Novelda, que le iban a acompañar en tan terrible trance. Parece ser que se acercó a ellos y les dio ánimos, antes ya habían comenzado a rezar. José Antonio se colocó entre el muro y los cuatro camaradas, un paso por delante de ellos.

Antes de llegar el terrible momento de enfrentarse con la muerte, unos dicen que quitándose el abrigo se lo ofreció a un miliciano, otros que lo tiró al suelo para evitar que lo agujerearan. Fuera como fuera, el abrigo finalmente se lo llevó un anarquista que formó parte del pelotón de fusilamiento.

José Antonio estaba sereno, no necesitó ninguna sustancia o droga para enfrentarse a la muerte, como maliciosamente luego contaron algunos malnacidos. Unos dicen que se dirigió al pelotón preguntándoles si tenían buena puntería, otros que les animó a disparar. También dicen que dio una última consigna política, otra versión indica que solo gritó un último ¡Arriba España! Otros dicen que solo besó una cruz que llevaba y no le dio tiempo a decir ni una sola palabra.

Los fusiles del pelotón de la muerte, en una primera andanada, parece ser que dispararon todos sobre José Antonio, y pocos segundos después, el tiempo suficiente para recargar, dispararon sobre los cuatro de Novelda cuando José Antonio ya yacía en el suelo. Esa parece ser la versión más exacta, pues también cuentan, increíblemente, que se realizaron hasta seis descargas de fusil.

También han contado que había dos pelotones de fusilamiento, el primero que solo disparó sobre el cuerpo de José Antonio, y el segundo destinado a fusilar a los cuatro acompañantes, aunque parece que dicha versión es totalmente inexacta. No sabemos a ciencia cierta cuántos milicianos componían el pelotón, se ha dicho que hasta doce, aunque creemos que la cifra más exacta es de ocho.

Fosa en donde depositaron los cuerpos de los cinco fusilados

Sí parece ser verdad que nadie dio la orden de disparar, y que estaba presente un pelotón de guardias de asalto que, supuestamente, iban a ser los encargados de la ejecución, aunque no llegaron a intervenir; el presunto honor de fusilar a José Antonio lo querían en exclusiva anarquistas y comunistas.

Tampoco queda claro si le dieron a José Antonio el tiro de gracia en la cabeza, no lo sabremos nunca, quienes inhumaron su cadáver el 4 de abril de 1939 contaron luego que el cuerpo, salvo los pies, prácticamente estaba incorrupto (¿creación del mito mártir-santo?), y que incluso en su semblante se reflejaba paz, y de ser más o menos cierta esa versión, lógicamente, no es posible que hubieran disparado a la cabeza de José Antonio.

Cuesta creer que encontraran el cadáver de José Antonio casi en perfecto estado, ya que encima de él (al que se le enterró sin ataúd alguno) se encontraban los cuerpos de los cuatro de Novelda, además otros cuatro o cinco cadáveres, alguno de ellos con su correspondiente ataúd. Solo por el peso que soportó, más que un cuerpo casi incorrupto solo podrían encontrarse los restos de lo poco que quedaba del cuerpo de José Antonio.

Aunque se ha escrito que había dos médicos forenses en la prisión, en el momento del fusilamiento, ninguno realizó la preceptiva autopsia del cadáver de José Antonio, ni tampoco se inscribió su fallecimiento, como era obligatorio, en el Registro Civil de Alicante.

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Celda en la que pasó José Antonio sus últimos minutos

Relatos de ficción

Radicalmente falsa es la versión dada por el escritor José María Zavala. en su más que polémico libro Las últimas horas de José Antonio. Zavala, que creía haber descubierto el verdadero final de José Antonio, resulta que utilizó a tal fin otro libro escrito por Joaquín Martínez Arboleya (bajo el seudónimo de Santicaten) titulado Por qué luché contra los rojos, publicado en 1961 en Montevideo (Uruguay). En donde el autor, que colaboró con Falange Exterior, nos cuenta que personalmente presenció el fusilamiento de José Antonio:

Que quisieron vendarle los ojos pero éste rechazó el ofrecimiento, que su último grito de Arriba España se confundió con la descarga de sus verdugos, que se quebró su cuerpo, cayendo doblado, empapadas en sangre sus rodillas, al recibir la descarga en las piernas, que no le tiraron ni al corazón ni a la cabeza, ya que lo querían primero en el suelo revolcándose de dolor, que el miliciano que mandaba al pelotón avanzó lentamente con la pistola amartillada en la mano y encañonándole en la sien izquierda le ordenó que gritase Viva la República, aunque José Antonio le respondió con otro Arriba España. Que entonces el miliciano, apoyando el cañón de su pistola en la nuca de José Antonio, le disparó el tiro de gracia.

Esta versión de la muerte de José Antonio es en la que Zavala se basa para escribir su libro, jactándose de haber descubierto el verdadero final del jefe de la Falange. Pues bien, falsa es la versión de Martínez de Arboleya, quien prosigue en su libro, que apenas tuvo repercusión en España, con una serie inexactitudes que llevan a la conclusión de que todo lo que cuenta es producto de su desorbitada imaginación. 

Por ejemplo, nos cuenta que José Antonio estuvo seis días defendiéndose en su juicio, cuando la realidad es que el juicio duró solo dos. Que José Antonio estaba preso en la antigua fortaleza de Alicante, convertida en presidio (el castillo de Santa Bárbara), cuando José Antonio desde que llegó a Alicante, el 6 de junio de 1936, solo estuvo preso en la cárcel Modelo o prisión provincial. Nos habla de José Antonio como el jefe supremo de la Falange Española y de las JONS (Juntas 'Obreras' Nacional Sindicalistas), confundiendo el significado de la letra "O" de "ofensivas" por "obreras". Nos sigue diciendo que en el momento del fusilamiento José Antonio estaba al pie de la fortaleza, cuando la verdad es que se le fusiló en el patio número 5 de la prisión provincial de Alicante, sin que nunca llegara a pisar el castillo de Santa Bárbara, que estaba a una distancia de varios kilómetros de la cárcel Modelo, aunque, efectivamente, en aquel momento se venía utilizando como centro de detención.

Todas esas falsedades, por sí mismas, demuestran la invención total del relato, pero es que además, testimonios de algunos de los ejecutores de José Antonio, miembros del pelotón de fusilamiento, especialmente de Guillermo Toscano, desvirtúan totalmente la versión mantenida por Zavala.

En definitiva, muchas versiones sobre los últimos momentos de José Antonio, pocos detalles absolutamente contrastados de sus últimos minutos de vida, falsedad absoluta de la versión macabra de los tiros a las rodillas. Solo me atrevo a aseverar que José Antonio, capitán de la Falange, recibió la descarga en su pecho serenamente, que no quería morir pero recibió a la parca sin jactancia ni sorpresa, que en el último momento sintió un profundo dolor por lo que más amaba, por España.


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