Huellas de nuestro paso

Las marchas de escuadra

Probablemente se trate de una escuadra de la OJE de Madrid, de los años 60. La fotografía aparecía en el libro de texto 'Convivencia humana' (1964), de la editorial Doncel, de la asignatura Formación del Espíritu Nacional (FEN) para el curso de cuarto de Bachillerato. Sobrepuesto, el manual 'La Escuadra', de Joaquín Ocio, que detallaba las peculiaridades de esta pequeña unidad juvenil.

Las marchas de escuadra eran ahí radica la clave el resultado de una interiorización de lo que se llamaba entonces sentido de la responsabilidad, y también, ilusión por la aventura.


Publicado en el núm. 212 de 'Trocha'. Marzo de 2020.
Editado por Veteranos OJE - Cataluña.
Ver portada de Trocha en La Razón de la Proa.

Las marchas de escuadra

Que no, que no se trata de ninguna fantasía, palabra, sino de una realidad retrospectiva: hubo un tiempo (allá por los años 60 del siglo pasado) en que se hacían marchas de escuadra de arqueros, es decir, de cinco, seis o siete preadolescentes de 14 o 15 años que salían al monte oficialmente, es decir, con el visto bueno de la Organización, sin más dirección o mando que uno de nosotros, que era el jefe (normalmente titulado) de aquella pequeña unidad.

Y no solía pasar nada. ¿Verdad que es impensable hoy en día?

Por supuesto, la escuadra debía presentar su proyecto al jefe de Centuria (y este, al jefe de Hogar), donde constaba el lugar, el itinerario, los horarios, los objetivos formativos y su contenido…

Una vez tenía las bendiciones del mando superior, se podía llevar a la práctica el proyecto; y, a lo mejor tímidamente por nuestra parte y con ciertas prevenciones por parte de algunos padres, porque sus retoños salían solos a la montaña, se llevaba a cabo la actividad.

Al regreso al Hogar, y tras las correspondientes novedades al jefe de Centuria, nos sentíamos un poco héroes, explicábamos la aventura al resto de camaradas y suscitábamos una cierta envidia a los flechas, cuyas escuadras, por razón de la edad, no podían salir si no era en compañía de sus mandos mayores.

Al escribir estas líneas y sin pretenderlo a priori, he venido al recuerdo de este articulista la primera marcha en la que me estrene como jefe de la Escuadra Roger de Lauria, como guía, responsable y conductor de cuatro o cinco escuadristas: consistió en un recorrido dominical de La Floresta a Sarriá, por senderos y obviando carreteras, con varias paradas:

En una de ellas, enseñé una canción; en otra, desarrollé una breve consigna formativa, y, en otra, explicamos lo que era la Organización a un grupo de chavales que nos miraban con cierta sorpresa. A la vuelta, solo me faltó decirle al jefe de Hogar aquello de ¿El doctor Livingston, supongo?, tal era mi grado de euforia.

Las marchas de escuadra eran ahí radica la clave el resultado de una interiorización de lo que se llamaba entonces sentido de la responsabilidad, y también, ilusión por la aventura.


Ver otro artículo con el mismo título publicado en el boletín nº 158 de Trocha, de Abril de 2015.