EDITORIAL | TROCHA

Sensibilidades y valores

Los valores que se contienen en el seno de nuestra Promesa son intemporales, y no dependen de la apreciación que una coyuntura histórica les dispense.


Publicado en el núm. 249 de la revista Trocha, de julio de 2023. Editado por Veteranos OJE - Cataluña. Ver portada de Trocha en La Razón de la Proa. Para recibir el boletín de Trocha

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Sensibilidades y valores

Sensibilidades y valores


Se habla y se escribe mucho de sensibilidades, en el marco de la sociedad individualista en que vivimos. Si se dice que cada uno tiene su alma en su almario, otro tanto se puede decir del mundo de lo sensible, que todos mantenemos en el fondo de nuestra conciencia. Así, las sensibilidades dependen de nuestra personalidad y de nuestro carácter, de nuestra historia propia, de nuestra edad y de nuestras circunstancias. La variedad de sensibilidades es, pues, natural y legítima, y pertenece al ámbito de lo subjetivo, debe ser respetada, dentro del ámbito de la tolerancia; pero apresurémonos a decir que este último concepto nunca debe ser confundido con un entreguismo, con una renuncia o claudicación a nuestras propias ideas, con un silencio vergonzante ante la presión social o el culto a las mayorías: la verdadera tolerancia se basa en un respeto a la persona y a su dignidad, aunque discrepemos de sus apreciaciones.

En cuanto a los valores, entran en el área de la estimativa, pues se considera que tienen validez por sí mismos; se aceptan y asumen porque estamos de acuerdo con las ideas y creencias en que se inspiran. Los valores suelen ser compartidos en el marco de una sociedad histórica o de una organización que se inspira en ellos para existir: son la seña de identidad de ese colectivo, y, por tanto, no puede haber discrepancia si hemos decidido optar por pertenecer a este.

La ventaja de estar inmersos en un marco pluralista es que cada cual puede integrarse, afiliarse o militar en aquel grupo, asociación o colectivo que coincide con nuestros valores, y elegir otro cuando descubrimos que existe una discrepancia. Si uno ingresa en un club de ajedrecistas, no puede pretender que se cambien las reglas del juego porque no coinciden con nuestra personal sensibilidad; si uno es creyente, tomará conciencia de qué confesión religiosa es la adecuada, pero no pretenderá introducir en su seno la discrepancia sobre lo fundamental de la misma; lo de actuar desde dentro, como caballo de Troya, es opuesto al sentido común… salvo que se trate de una estrategia para dinamitar el colectivo en que nos hemos inscrito.

No es correcto argumentar que unos determinados valores ya no se llevan, no son los imperantes en la sociedad. Sabemos que los valores pueden oscilar en su apreciación social, pero, si son verdaderos, no tienen fecha de caducidad y es muy posible que se restaure su apreciación por influjo de la educación o de las circunstancias.

Los valores que se contienen en el seno de nuestra Promesa son intemporales, y no dependen de la apreciación que una coyuntura histórica les dispense. Quien formula el sí, prometo lo hace por encima de las sensibilidades subjetivas y de la estimativa dependiente del juego de mayorías y minorías apreciativas de los mismos.