HUELLAS Y ESTILO

"La mirada" desde la actualidad

A todos los españoles, de tres o cuatro generaciones históricas, que han cantado el Montañas nevadas y, en ocasiones, recuerdan su tonada, su letra o su mensaje. Y, sobre todo, a todos los españoles que, por su edad, nunca la cantaron, pero que ⎼seguro⎼ se verán atraídos algún día por las propuestas que contiene.


En el 83º aniversario de la fundación del Frente de Juventudes (1940/2023) y el 78º aniversario de la canción Montañas nevadasSolicita recibir el boletín semanal de LRP.

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Dos cadetes y dos arqueros de la OJE de los años 60 mantienen alta la mirada junto al campamento ubicado en el Raso de la Nava, Covaleda (Soria). Al fondo, las montañas nevadas de los Picos de Urbión.
"La mirada" desde la actualidad

'La mirada' desde la actualidad


Un poco de historia.

La canción Montañas nevadas fue publicada en el Cancionero falangista de 1945. La letra es de Pilar García Noreña y la música de Enrique Franco Manera. No se trata ya de una de las canciones de posguerra, sino que contempla un nuevo panorama, ya enmarcado en el Frente de Juventudes (1940) y sus Falanges Juveniles de Franco (1942). Su origen, contenido y, sobre todo, su popularidad y persistencia a lo largo del tiempo la convierten en una de las cancones de marcha-estrella de la Institución; a pesar de la indicación, apócrifa pero generalizada, de que es el himno de los montañeros, supera con mucho esta asignación. Se cantó en las unidades de afiliados (FF.JJ. primero y OJE después) y, de hecho, en todos los ámbitos del Frente de Juventudes (encuadrados), como colegios, campamentos de iniciación, etc.


I. La mirada…

Mirar, según la RAE, es aplicar la vista a un objeto; pero, en su segunda acepción, nos dice la Madre Academia que es tener un objetivo o un fin al ejecutar algo. Este objetivo o fin es, evidentemente, España, a la que siempre hemos amado porque no nos gusta o, en expresión de Unamuno, nos duele, ¡y más en los momentos en que se cuestiona su existencia! Se trata de un objetivo concreto: una España transformada, en la que estén afirmadas la justicia, la libertad y la unidad, en la que todos los españoles vivan con dignidad.

Se puede mirar de muchas maneras: sin fijar mucho la atención, así como el que no quiere la cosa…, y esta es la mirada del pasota o del sencillo votante cada cuatro años que se deja engatusar por promesas; de soslayo, como con suspicacia, y así miran algunos ciudadanos que no se sienten españoles o lo hacen de modo vergonzante; por encima del hombro, como nos suelen mirar los políticos a los españoles de a pie… Evidentemente, esta no es la mirada a la que invita la canción.

II. …clara y lejos

Aquí se precisa un poco más cómo se debe mirar España. La claridad alude, por una parte, a las intenciones y, por otra, a la exactitud de lo que se mira. No se trate de que nuestra vista esté enturbiada y confusa por propósitos malsanos, y aquí se nos ocurren algunos: el ansia de poder, el afán de medrar o escalar puestos, los intereses económicos, los de partido (que pueden o no coincidir con los anteriores)… La claridad también descarta que se vea borroso el objetivo, debido a una miopía política, sea por ineptitud propia o porque el defecto haya sido inducido desde agentes exteriores.

No descartemos, por necesario realismo y humildad, que, en lugar de perseverar en la nitidez del objetivo, algunos hayamos atendido solo a lo superficial, a lo folclórico, y, en no pocas ocasiones, nos hayamos limitado a mirarnos el ombligo, con las tristes consecuencias que todos sabemos.

Pero, además, la letra de la canción nos dice que hay que mirar lejos, hacia horizontes no circunscritos a una coyuntura concreta, de la que, por supuesto, estamos desplazados; ese mirar hacia la lontananza nos hará entender que el camino se divide en etapas, no por cuestión de un cortoplacismo o por abandono, sino por el más puro realismo.


III. …y la frente levantada

Importante: sacudámonos los posibles complejos que nos quieren echar encima, el de culpabilidad y el de inferioridad. ¿Tenemos algo de qué avergonzarnos? ¿Somos culpables de algo? Acaso, en algunos momentos, de aquella ardorosa ingenuidad, pero, en otros, fuimos capaces de una contestación ante los poderes establecidos ⎼los de antes y los de ahora⎼, eso sí, con la precariedad de medios que siempre nos ha caracterizado.

Por lo demás, somos ciudadanos de a pie, capaces de convivir con otros que pueden pensar distinto a nosotros, pero sin dejarnos amedrentar por los epítetos injuriosos que los más exaltados o ignorantes (suelen ir juntas estas características) nos puedan regalar. Sobre todo, no nos dejemos intimidar por el qué dirán, por el dedo acusatorio de muchos que, posiblemente, no pueden caminar en puridad con sus frentes levantadas.

Pero, eso sí, para mantener en alto nuestras frentes debe existir perfecta correspondencia entre lo que pensamos, lo que decimos y lo que hacemos; a esa figura se llama ser consecuente y, también, dar testimonio. Y aquí cabe perfectamente el concepto del Estilo o manifestación externa de una manera de ser, inseparable de maneras de pensar; esa es la guía adecuada para reconocer al camarada, y no el estúpido y contraproducente falangistómetro.


IV. …voy por rutas imperiales caminando hacia Dios.

A estas alturas de la historia, nos rechina lo de imperiales; y no es porque no existan los imperios, que están ahí y España sufre su influencia y mediatización constantes. Por suerte para los conocedores del tema, el sentido de imperio en José Antonio Primo de Rivera es muy otro, pues siempre se refiere a este con el añadido de espiritual, y, más taxativamente, nos habló de recuperar para España las empresas imperiales del espíritu.

Además, salvando el posible anacronismo, imperium es, etimológicamente, mando, autoridad, y además de hacer posible que algún día España recobre esa primacía de las empresas espirituales (la de la Escuela de Salamanca, la de la afirmación de la libertad del hombre frente a la predestinación, la prédica de que todos los seres humanos somos iguales y dotados de dignidad…), debemos atender al imperio sobre nosotros mismos, que el condición indispensable para llegar hasta Dios.

Quizás deberíamos revisar el antiguo lema del Frente de Juventudes y aplicarlo a esta idea mencionada; porque nuestra vida es, en efecto, un camino hacia Dios, en el que hay que transitar por senderos angostos y entrar por la puerta estrecha, según dice el propio Cristo. Se trataría de una afirmación de sentido profundamente religioso, cristiano, sobre el que descansa toda forma de articulación ideológica y política. Y, aunque vivamos en una sociedad fuertemente secularizada y en un Estado aconfesional (que no es lo mismo que laicista, aclaremos), nuestras bases se sustentan en la creencia en ese Dios, que a menudo es silenciado, ocultado o negado por la corrección política imperante.


V. Quiero levantar mi Patria, un inmenso afán me empuja

Tampoco está de moda mencionar la palabra patria; ni siquiera la palabra España, que es sustituida, en la lengua del politiqués, por la inocua e imprecisa de país. Sin embargo, nosotros afirmamos que España es nuestra Patria, aunque, actualmente, no ejerza como tal al faltar ese proyecto, misión o empresa que debe caracterizarla. Y nuestro afán es trabajar para que nuestros descendientes hereden una patria española mejor.

Incluso podríamos decir que nuestra mirada, al ser clara y lejos, no se detiene en España, sino que llevamos nuestras aspiraciones y esfuerzos hacia las nociones de hispanidad y de europeidad, pues nos acordamos de aquella consigna de nuestros campamentos de juventud: España fue grande cuando se abrió y dio al mundo. No somos, pues, nacionalistas, que es, en definitiva, el individualismo de los pueblos.

Quienes inauguraron la canción del Montañas nevadas tenían ante sí una España y una Europa con las recientes ruinas provocadas por las guerras, nosotros, en nuestro momento, estamos asomados a un mundo igualmente ruinoso; y no solo por las guerras que siguen asolándolo, sino que podemos hablar de ruinas espirituales. El bienestar económico, en primer lugar, no es para todos, como bien sabemos, pues el Sistema imperante lleva en sí mismo la injusticia; la especulación del globalismo no se fija en esos detalles…

En segundo lugar, el hombre actual vive, en general, un profundo vacío, un sinsentido de su vida, una carencia de soportes de carácter espiritual y cultural que den significado a su existencia. Ruina, no solo de las sociedades, sino del individuo.

Nuestro afán inmenso nos ha sido dado en herencia, pues, así como las patrias son tarea intergeneracionales, el propósito de regenerarlas, partiendo del ser humano que vive en su marco, es el mismo que recibimos de otros que marcaron nuestra historia: los primeros de la O.J., los de quienes marcharon bajo el símbolo del ave de Cisneros, los que lo hicimos ya con la Cruz potenzada…


VI. …poesía que promete

Esa poesía es, evidentemente, la que constituye el pensamiento de José Antonio Primo de Rivera; se opone, claro, a la poesía que destruye, esa que hoy en día nos es propagada abundantemente, tanto por los secesionismos regionales como por la llamada Ideología woke.

Al hablar de poesía no nos refiramos al verso literario; recurramos a la etimología de la palabra, que se refiere a creación, construcción, y, de paso, a la belleza que debe caracterizar toda obra poética. Todo el mensaje joseantoniano es una propuesta creativa, que, al morir joven y por las premuras de su tiempo, quedó en forma de melodía inacabada, para ser continuada por otras generaciones.

Y no nos fijemos, por favor, solo en aquellas propuestas concretas para la España que él vivió; muchas de ellas han quedado, claro, obsoletas o impracticables en nuestro momento. Atendamos a la esencia de su pensamiento, ese que parte de una interpretación total de la vida y de la historia, de base española y cristiana, que se fundamenta en el ser humano, digno, libre e íntegro, que propone nuevas formas de participación en la vida colectiva, que denuncia la injusticia de un sistema socio-económico y valida el papel del trabajo y de la propiedad, que concilia la unidad y la diversidad de España…

Esa poesía que promete -revisada y actualizada para nuestro momento- es la que debe plantear nuevas formas de empresa, nuevas vías auténticamente democráticas, nuevas estructuras sociales, nuevas relaciones en el interior de una nación y entre las naciones…, que garanticen, en general, el cumplimiento del viejo lema jonsista que aunaba patria, pan y justicia, al que no es óbice añadir, por nuestra parte, la cultura.


VII. …exigencia de mi honor.

Otra palabra que, no solo no está de moda, sino de la que muy pocos saben su significado: honor. Volvamos a la Academia para aclarar su significado profundo: Cualidad moral que nos lleva al cumplimiento de nuestros deberes respecto del prójimo y de nosotros mismos. ¡Casi nada! No es extraño que ese concepto haya prácticamente desaparecido del lenguaje de los políticos, de los ciudadanos en general y, lo que es más preocupante, de las aulas.

Dice un punto de la Promesa de la OJE: ser sobrio en el uso de mis derechos y generoso en el cumplimiento de mis deberes. Y el cumplimiento de esos deberes con respecto al prójimo se llama servicio, y, con respecto a nosotros mismos, adquiere el nombre de autenticidad.

La tarea falangista no es solo un programa político; si así fuera, habría desaparecido su sentido con el paso del tiempo; es a modo de una constante que se va repitiendo de generación en generación, que se concreta en esa forma de ser que hemos dicho, que tiene unos fundamentos esenciales para ir elaborando unas formas de pensar, y que tiene como leit motiv el servicio: a España, al prójimo, a la propia idea.


VIII. Montañas nevadas, banderas al viento

Estos versos del estribillo dan el título a la canción. La evocación histórica es clara: unos campamentos al pie de las montañas, con su mástil en el que ondean las banderas. Lástima que algunos de nosotros solo podamos pisar ocasionalmente esas altas montañas y la vida de campamento sea, acaso, demasiado dura para los esqueletos de los ya entrados en años…

Pero el estribillo sugiere algo más, aparte de otorgarnos esa punzada de respetable nostalgia: las montañas blancas por la nieve son una imagen de la belleza y la pureza, en contraste, a veces, con los llanos; ¿no dice aquella balada montañera atrás quedan los valles del odio y del rencor /arriba las montañas que son nuestra ilusión? Fijémonos en el arriba de la letra… Por otra parte, ¿hemos arriado las banderas de nuestra vida? El símbolo de las banderas movidas por el viento simboliza que los ideales que representan siguen en pie, aunque los mástiles se hayan tronchado o hallar sufrido la acción del hacha del adversario.

Además, sabemos que, en otros lugares, bajo las mismas u otras montañas, hay otros jóvenes que conviven en campamentos, y que izan la bandera cada amanecida. Claro que a lo mejor nos desconocen personalmente, y que tienen otro paso y otros ritmos, pero la luz que viene del sol y las montañas ⎼esfuerzo, belleza, camaradería, contemplación de la Creación…⎼ son las mismas. No les dejemos a la intemperie de la noche.


IX. …el alma tranquila. ¡yo sabré vencer!

La trilogía se ha completado: belleza y pureza ⎼montañas⎼ ideales banderas⎼, alma tranquilaEl resultado no puede ser otro que la victoria. No una pírrica victoria electoral; no otra pírrica victoria sin convencimiento de sus beneficiarios. En primer lugar, victoria de unos valores, que siguen en pie entre nosotros y susceptibles de atraer a muchos; victoria porque la Verdad, a pesar de las posverdades que se difunden por doquier, sigue siendo una.

Además, el mundo da muchas vueltas; esos valores ⎼ocultados o tergiversados⎼ pueden ser nuevamente reconocidos en su valor, como muchas veces ha ocurrido en la historia; pero no nos confundamos: el pasado no puede volver, y es lógico. Aquí sí que no vale la nostalgia de otros momentos, de una juventud que quedó atrás, de unos modelos que quedaron obsoletos. Habrá que tener los ojos abiertos, no solo al presente, sino al futuro. ¿No decíamos que la mirada ha de apuntar a la lejanía?


X. Al cielo se alza la firme promesa...

Todos hemos repetido mil veces aquel Sí, prometo ante las imágenes de nuestro santo patrón san Fernando. Además, muchos hemos repetido las bellas palabras del Juramento de la Falange, debidas a la pluma de Sánchez Mazas. Promesa y Juramento se corresponden, pues aquella es la forma didáctica y poética para los jóvenes que vinieron después. Recordemos algunos aspectos: solo el orgullo del servicio, lealtad, recuerdo a nuestros caídos, España como objetivo, camaradería, huella de quienes nos precedieron, justicia, libertad, norma…

Por la promesa nos comprometemos ante los demás y ante nosotros mismos (honor); por el juramento, además, ponemos a Dios por testigo de nuestro compromiso. Y ambos deben ser firmes, no sujetos a las veleidades de la política, a la legítima situación personal de cada cual, a los intereses que hoy mueven a otras personas.


XI. …y hasta las estrellas encienden mi fe.

Estrellas… o luceros, qué más da. El ejemplo de quienes nos precedieron, tanto los caídos en las épocas de lucha como los fallecidos en momentos de paz en la perseverancia en el servicio, es un acicate para no abandonar a mitad del camino: ninguno de ellos lo hizo, tampoco nosotros.

Cuando estemos desalentados ⎼¡es humano!⎼ miremos ese cielo estrellado; y, más allá del cielo atmosférico, miremos hacia ese otro Cielo, el de la Vida Eterna, junto al Dios del Amor. Seguro que esas miradas reforzarán la nuestra, la de quienes seguimos en el servicio en esta vida. Sentiremos que algo nos refuerza; que, por encima de las miserias humanas y de las imperfecciones que todos tenemos, la fe en los ideales, la fe en España, la fe en el hombre redimido, se acrecienta y nos impulsa a seguir sin desmayos.


X. José Antonio es mi guía

Ya lo hemos dicho: nuestro principal referente en la Idea es José Antonio Primo de Rivera. Antaño fue jefe, y, ahora, es maestro. A nosotros, los discípulos, nos es lícito debatir muchas de sus apreciaciones, porque, no lo olvidemos, su momento no es el nuestro; ha llovido mucho y el mundo ha cambiado sobremanera. No es lícito anclarse en sus palabras exactas, lo que sería una forma de traición. Su perspectiva no puede ser la misma que la nuestra, ni, mucho menos, las soluciones que propuso para su circunstancia.

Pero, por debajo de lo coyuntural, de lo anecdótico, de lo que su tiempo le echó encima, permanecen una serie de aspectos esenciales, que son los que constituyen el punto de partida para nuestra perspectiva actual; ya lo hemos dicho: su valoración del hombre como base de cualquier propuesta política o económica, su amor dolorido a España, su denuncia de la injusticia, su fundamento religioso… Ahí está la guía para elaborar, entre muchos, una alternativa para nuestro momento y para el de nuestros hijos y nietos.


XI. …y bendice Dios mi esfuerzo.

¿No será una presunción esta afirmación que considera que la bendición divina recae sobre nosotros?  Ya sabemos que el ser humano camina hacia Él, como meta de su camino terrenal, pero ello no quiere decir que haya que descuidar el trabajo para hacer este mundo más habitable, más justo, de acuerdo con sus Mandamientos. Dice un viejo refrán A Dios rogando y con el mazo dando, y el cuidado del mundo, de su Creación en definitiva, merece nuestra atención, sin descuidar, por supuesto, nuestra vocación trascendente.

Lo de aquí es antesala de lo de Allí, y seguro que Dios nos pedirá cuentas de si hemos puesto amor en nuestra tarea; otra canción decía La historia es un quehacer de amor, y nosotros, por nuestro Estilo, jamás hemos predicado el odio ni este ha sido el motor de nuestros actos. Cuando imploramos la bendición de Dios es porque creemos firmemente que ⎼en palabas de José Antonio⎼ estamos colaborando a la armonía de la Creación.


XII. Cinco flechas florecidas quieren alzarse hacia el sol.

En este punto, ¡ojo a la letra! No llevamos nuestra presunción a que las flechas de nuestro emblema lleguen hasta ese Dios al que hemos implorado su bendición en nuestros esfuerzos. La letra original decía hasta el sol. Estos versos resumen la belleza de nuestra simbología: las flechas llevan, cada una, una rosa, que constituye una metáfora de la Primavera; son cinco, cada una representa un antiguo reino de España, y están unidas por el yugo que significa la unidad en la empresa común; el sol es el símbolo de la luz.

No hace falta pensar mucho para darse cuenta de que estos versos resumen gran parte del contenido de nuestro himno, Cara al sol. Curiosamente, aunque nuestro himno ha tenido mala fortuna por su utilización muchas veces, pervive en el recuerdo de muchos españoles y lo han aprendido otros muchos que nunca lo habían cantado. Recordemos sus elementos: la novia, la muerte en el servicio, los caídos en sus luceros y su presencia entre nosotros, las banderas de los ideales que, al fin, triunfan, la paz, las rosas, la primavera, y el ¡arriba! como colofón de todo ello. Ni una sola palabra de odio, ni referencia a un posible enemigo, pues el proyecto era para unir a todos los españoles.

Ahora bien, ¿en qué consisten, esencialmente, nuestros valores? ¿En qué se basan?


XIII. Renovando y construyendo forjaré la nueva historia

¡Hay tantas cosas que cambiar para conseguir esa España mejor en un mundo más justo! Habrá que renovar estructuras, renovar formas de pensar ancladas en la injusticia, renovar una sociedad entera. Y habrá que construir, no de destruir, al modo de un rompecabezas en manos de un niño caprichoso.

El falangismo hereda la crítica que formularon antes tantos y tantos patriotas que fueron considerados como contrarios a ese patriotismo; heredamos, así, la crítica amarga de un Quevedo, de un Larra, los proyectos regeneracionistas de fin del XIX, hasta el pesimismo del 98, para llegar a las formulaciones claras y optimistas de Ortega y Gasset. Esa es la genealogía falangista, ante la cual quedan reducidas a lo anecdótico las influencias de la época de entreguerras del siglo XX, como el fascismo, permanente acusación sobre nosotros.

No se trata, por otra parte, de crear la utopía del hombre nuevo, pero sí de conseguir que, mediante la educación y la práctica, ese hombre cambie gran parte de sus esquemas mentales, esos que le ha imbuido la sociedad capitalista, los tópicos de la modernidad creadora del liberalismo y el materialismo marxista, hoy devenido en marxismo cultural. Hemos dicho “mediante la educación” y no mediante la opresión o la fuerza, pues se trata de que el ser humano llegue a la convicción de que debe ser solidario con quienes le rodean, respetar la libertad del otro como modo de afirmar la suya, armonizarse con su entorno, tanto personal, en orden a la inmanencia y a la trascendencia, como colectivo, para instaurar la justicia.

Ese será el punto de partida para una nueva historia.


XIV. De la entraña del pasado nace mi revolución.

Dijo José Antonio, en referencia a la tradición y a los clásicos, que no se trataba de repetir lo que ellos dijeron o hicieron, sino de decir o hacer lo que ellos dirían si se encontraran en nuestro lugar, nunca con afán de copia, sino de innovación, de creación, de imaginación. El falangismo joseantoniano nace enmarcado en una Europa donde predominan los fascismos, y es evidente que no pudo sustraerse a este marco; pero su generalogía ⎼como hemos repetido⎼ viene de mucho más lejos: de todos aquellos pensadores españoles que se dolieron por los males de España y buscaron su remedio.

Tenemos en nuestra historia una pléyade de patriotas que, desde distintas posiciones ideológicas, sintieron a España y la pensaron; nuestro siglo XIX, junto a la insensatez de las guerras civiles y las convulsiones, recoge algunos de estos nombres, no importa si fueron liberales o tradicionalistas. De forma más próxima, nos podemos remontar al regeneracionismo finisecular, y, ya en el siglo XX, a las figuras de Ortega y Gasset y Eugenio d'Ors, entre otros, precursores en tantas cosas del pensamiento de José Antonio.

Él mismo afirmó que su Falange respondía a un proyecto de integración de tradición y revolución: tradición, en el sentido de herencia válida de los valores nacionales; revolución, en el de transformar la sociedad para que fuera más libre y más justa, sobrepasando las resistencias del orden injusto anterior. Tradición que no era inmovilismo; revolución que no era echarlo todo a rodar ni, mucho menos, emplear la violencia.

Si asumimos esos valores heredados (religiosos, culturales) y seguimos estando disconformes con la situación actual, podemos seguir considerándonos revolucionarios, precisamente en un momento en que pocos lo son en verdad y están inmersos en la mentalidad del Sistema vigente.



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