RASGOS DE NUESTRO ESTILO

Lo interesante que recordamos.

La vejez es que todo lo interesante que recuerdas haya ocurrido al menos hace veinte años, e incluso cuarenta. Pero, al menos, lo recuerdas.


Publicado en la revista Lucero, núm. 142, ene/mar 2021. Editado por la Doncel - Barcelona | Hdad. Frente de Juventudes. Ver portada de Lucero. Publicado en La Razón de la Proa (LRP) el 29/03/2021. Recibir el boletín semanal de LRP.

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Lo interesante que recordamos.

Lo interesante que recordamos.


Uno es lector asiduo de Arturo Pérez-Reverte, con el que coincide o discrepa indistintamente, pero en el que reconoce una de las mejores y valientes plumas de la actualidad; un querido camarada se ha atrevido, incluso, a considerarlo como digno sucesor, en lo bronco, lo sincero y lo literario, de nuestro Rafael García Serrano, opinión que comparto especialmente después de leer Línea de fuego, sobre nuestra guerra civil.

Pero, a lo que iba en este escrito es a glosar una frase que encabeza don Arturo su artículo El final de la obra maestra (El Semanal, 17-24/I/21) y llevarla a mi molino particular: La vejez es que todo lo interesante que recuerdas haya ocurrido al menos hace veinte años, e incluso cuarenta. Pero, al menos, lo recuerdas. Con ser muy interesante el resto del artículo mencionado ⎼sobre el olvido de las obras maestras del cine y el ansia de inmediatez de nuestra época⎼, me centro en esas primeras líneas y las reflejo en el quehacer de nuestra Hermandad. No obstante, mi pequeña discrepancia aquí se resume con respecto a la palabra toda, como tendrá oportunidad de descubrir el lector si sigue adelante.

La mayoría de nosotros, los antiguos afiliados a las organizaciones del Frente de Juventudes, ya estamos de lleno en la etapa de la vida que se llama de madurez; algunos la han sobrepasado y han entrado en la vejez (aquellos magníficos viejos de la novela de Rafael Bailando hasta la Cruz del Sur); y maduros y viejos evocamos como muy interesante nuestra experiencia de hace veinte, cuarenta o más años en los hogares juveniles, en los campamentos y albergues, en las marchas montañeras y otras actividades; allí, en un sano ambiente de camaradería, disciplina y libertad responsable, nos íbamos formando en el mensaje de José Antonio: servicio, abnegación, patriotismo, religiosidad, en el respeto a la historia y en el afán por un futuro más justo. Fueron, quién lo duda, momentos sumamente interesantes de nuestra vida, ante los que no podemos menos de sentir unas gotas de legítima nostalgia. En todos nuestros encuentros y reuniones, es inevitable que salte la anécdota curiosa, el recuerdo orgulloso de aquella difícil ascensión, la llegada a la memoria de los versos de la antigua canción, los rostros de aquellos camaradas que ya no están entre nosotros…

Esto, además de interesante, es maravilloso. Pero esas vivencias irrepetibles no pueden quedar en la mera evocación; sería como traicionar el recuerdo. Son estímulo para que, a su vez, no olvidemos otros momentos más próximos, incluso recientes, en los que también estuvimos presentes; acostumbran estos últimos a ser algo dolorosos, pero, de alguna manera, constituyen también una forma de aprendizaje. De ahí mi discrepancia con el todo contenido en la frase de Pérez-Reverte; el todo parece referirse a una vida ya finalizada, con los ideales arriados como final de los sueños y de las esperanzas, cuando precisamente constituyen la razón de ser de nuestra perseverancia en el hoy que nos desagrada.

Recordemos muchas cosas: lo de aquellos maravillosos años, lo que pasó después, la noticia que recogieron los medios ayer mismos… Hagamos de todo el conjunto una revista de comisario de nuestra vida, e inscribámosla bajo el lema de la palabra lealtad a aquellos valores e ideales esenciales. Ellos son los que nos deben dar fuerzas para seguir al pie del cañón, en hermandad y, más en concreto, en nuestra Hermandad.