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Los velos del nacionalsindicalismo (y II)

A los noventa años de la irrupción del nacionalsindicalismo, sorprende la persistente ignorancia en torno a lo que representó históricamente, sobre todo en sus aspectos doctrinales.


Publicado en la revista Desde la Puerta del Sol núm. 504, de 23 de septiembre de 2021. Ver portada Desde la Puerta del Sol en La Razón de la Proa (LRP). Recibir actualizaciones de LRP.​

Los velos del nacionalsindicalismo (2)

Ver la primera parte


4. El Tercer Año Triunfal.

En la realidad política, la victoria de las llamadas fuerzas nacionales [1] significó la práctica desaparición de Falange Española.

Sin pretender incurrir en simplificaciones, resulta evidente que, muertos los principales fundadores –coincidentes con los más notables ideólogos– del nacionalsindicalismo[2], un representativo núcleo de los dirigentes supervivientes ocupó posiciones de relieve dentro del nuevo régimen. Por su parte, la primitiva militancia (diezmada después de tres años de persecución y guerra, a la vez que desbordada por las nuevas incorporaciones masivas) se encontró completamente desorientada, optando por la comprensible lealtad a sus mandos.

De este modo, notables figuras del falangismo se pusieron a la incondicional disposición del nuevo jefe del Estado, en un claro afán colaboracionista (valgan los ejemplos de Raimundo Fernández Cuesta, José Antonio Girón de Velasco, Dionisio Ridruejo, Pilar Primo de Rivera…), llegando a ocupar puestos destacados en la nueva situación política, mientras parte de los escasos afiliados de la primera hora que lograron salvar su vida se limitaron a ocupar cargos políticos y sindicales de nivel provincial y local, cuando no se retiraron a completar sus interrumpidos estudios y a atender sus obligaciones profesionales y familiares.

A partir de 1937, la nueva organización política surgida del Decreto de Unificación (Falange Española Tradicionalista y de las JONS) se convirtió en la columna fundamental del Nuevo Estado, como era llamado el nuevo régimen. No son abundantes los testimonios conocidos sobre la oposición directa de los falangistas a la forzada unión con los carlistas, así como a la designación de Francisco Franco como jefe nacional del Movimiento (en el que se incluía Falange Española, que pasaba como tal entidad autónoma a desaparecer).

Terminada la contienda, comenzó un tímido movimiento de resistencia en el que Narciso Perales y otros falangistas, en su mayor en Madrid, intentaron la organización de grupos de oposición al franquismo.

5. Los falangistas y el régimen de Franco

Durante casi cuarenta años, tras la heroica intervención de los miembros de la División Azul en la Segunda Guerra Mundial en el frente ruso (en la que aumenta el número de caídos de militantes de la primera hora) [3], mantiene la división del falangismo en los dos sectores mencionados.

El primero, abrumadoramente mayoritario, muestra su inquebrantable adhesión a Franco y al régimen surgido del 18 de julio. El Movimiento Nacional constituye el cauce de participación política y en el mismo se integraron diversas organizaciones (de jóvenes: Falanges Juveniles de Franco, primero, y Organización Juvenil Española, después; y de adultos: Guardia de Franco y Sección Femenina). También, se crearon varias hermandades, todas ellas de apoyo al régimen (como Excombatientes, Mutilados, Vieja Guardia…). Por supuesto, los alcaldes, gobernadores civiles, autoridades sindicales y ministros fueron seleccionados entre los miembros del partido único.

Además, el Consejo Nacional del Movimiento (en sustitución del Senado), aunque con escasos frutos, constituyó otro cauce de participación en el poder político. Sus miembros eran mayoritariamente designados por el jefe del Estado o a su sugerencia.

En cuanto a la oposición falangista al franquismo, de muy escasa presencia durante los años posteriores a la contienda (existe poca información sobre grupos autodenominados como Falange clandestina o auténtica), se desarrolló especialmente a partir de los años sesenta y siguientes; de este modo, surgieron: Círculos Doctrinales José Antonio, Agrupación de Antiguos Miembros del Frente de Juventudes, Círculos Manuel Mateo, FNAL, Frente Sindicalista Revolucionario, etcétera. Bajo su cobertura actuaron, en claro enfrentamiento con el régimen, numerosos grupos de estudiantes: Frente de Estudiantes Sindicalistas, Frente Universitario Nacionalsindicalista, entre otros, con relevante implantación en los principales distritos universitarios.

En sus respectivos momentos, fue muy importante la creación de Falange Española Independiente y, más adelante, de las Juntas Promotoras de Falange Española de las JONS. También, numerosos falangistas se reunieron en torno a Fuerza Nueva, que no era una organización que se autodenominara nacionalsindicalista, sino abiertamente defensora del franquismo.

Puede apreciarse la confusión reinante durante esos años en las propias filas falangistas. Por otra parte, salvo determinadas iniciativas particulares (incompletas, aunque bienintencionadas) y la edición (igualmente, parcial) de las pretendidas Obras Completas de José Antonio (también, existen algunas recopilaciones de discursos y escritos de otros fundadores), no puede calificarse como abundante la producción bibliográfica nacionalsindicalista a lo largo de las primeras décadas de franquismo.

Igualmente, se echa en falta la realización de un estudio sobre la participación de los falangistas supervivientes en los órganos de poder de la estructura política surgida a partir de 1936; tampoco se conoce suficientemente la trayectoria de quienes adoptaron una distinta posición.

Es imperativa la búsqueda en las correspondientes hemerotecas y en los archivos de todo tipo (sobre todo, militares y policiales) para acceder al conocimiento de la verdadera situación de ambas actitudes políticas. Téngase presente que, en los inmediatos años del fin de la guerra civil, la censura fue bastante rígida.

6. Los nacionalsindicalistas y la democracia

Será con la legalización de los partidos políticos (poco antes fueron las asociaciones políticas) cuando se exteriorizaron determinados sentimientos falangistas que permanecían ocultos, cuando no confundidos con los valores del sistema autoritario vigente hasta entonces.

La masa social que conformaba el régimen de Franco pasó, mayoritariamente, a engrosar las organizaciones políticas de centro y de derecha (con reconocido éxito electoral), mientras que los autoproclamados herederos del nacionalsindicalismo pasaron a tener una mínima presencia pública (lo que subsiste en la actualidad).

De modo paralelo, ya en el presente siglo (incluso, a finales del anterior), se ha producido un aluvión de publicaciones sobre muchos temas relacionados con el nacionalsindicalismo (con especial atención a la figura de José Antonio, que despierta un creciente atractivo).

En los comienzos de la nueva situación constitucional y tras el restablecimiento del sistema de partidos políticos como único medio de participación en el poder, los falangistas adoptaron una de las siguientes actitudes:

a) A partir de ese momento, se alejaron –o continuaron apartados– de toda actividad política.
b) Se incorporaron a nuevas formaciones, tanto de cuño derechista y ultraderechista, como socialista.
c) Registraron partidos propios con la intención de concurrir a los comicios: Falange Española de las JONS, Falange Auténtica, Movimiento Falangista, La Falange y Círculos Doctrinales José Antonio, principalmente.

Los resultados electorales siempre han sido muy parcos, marginales. Posiblemente, sean varias las causas que lo explican, como la elevada edad de la militancia, la escasez de recursos económicos, el silencio asfixiante de los grandes medios de información, etcétera.

En todo caso puede afirmarse que los falangistas han respetado plenamente la legalidad, sin la menor oposición violenta al sistema democrático de partidos, a pesar de la gran contradicción que ello implica con su ideario favorable a un modelo de representación basado en medios diferentes.


IV. La doctrina política


A lo expuesto sobre la trayectoria seguida por las organizaciones de inspiración nacionalsindicalista hemos de añadir la problemática doctrinal. Aquí, la confusión, cuando no la ignorancia, es patente.

Algo parece claro en su origen: las opciones políticas existentes en esa época no satisfacían a los fundadores del nacionalsindicalismo. Con la excepción del anarcosindicalismo (hacia el que los jonsistas, primero, y los falangistas, después, miraron con cierta simpatía), ni las posiciones liberal-conservadoras ni las formaciones socialistas-comunistas de la época atrajeron su atención. Tampoco el creciente fascismo, cuyo éxito en Italia era indiscutible, gozó de bastante atractivo, en términos generales, en los grupos nacionalsindicalistas (aunque habría que distinguir entre antes y durante nuestra guerra civil). Más claro aún fue el rechazo del nacionalsocialismo, a pesar de la participación española con la División Azul al lado de Alemania en su lucha contra Rusia, pues el movimiento hitleriano nunca tuvo especial predicamento entre los falangistas.

Desde un principio, los nacionalsindicalistas se presentan como una alternativa al capitalismo y al comunismo (en el segundo caso, a pesar del triunfo de la revolución rusa). No resultan atraídos ideológicamente por ninguno de los movimientos políticos entonces en boga, hasta el punto de que constantemente insisten en una actitud política alejada de los principios esenciales del liberalismo-capitalismo y del socialismo (especialmente, del comunismo).

Sin embargo, como hemos dicho, se percibe una actitud de respeto hacia el anarcosindicalismo español, tal vez producto del carácter independiente y genuino de esta enorme fuerza sindical.

Lógicamente, los años fundacionales constituyen la época de planteamiento de los principios generales, balbuciente, con escaso desarrollo doctrinal. Da la impresión de que no se sabe muy bien a dónde se quiere ir, aunque se manifieste una clara voluntad de no encuadrarse en alguna de las corrientes existentes. Incluso, se observan titubeos, no exentos de contradicciones.

Hay puntos que resultan indiscutibles (como la unidad nacional, el carácter sindical, el rechazo de los partidos políticos como medio de participación en el poder, el respeto a la propiedad privada, la superación histórica de la monarquía, la separación entre Iglesia y Estado, etcétera), al lado de muchos otros tímidamente esbozados (relativos a materia económica, administración de justicia, organización municipal, reforma agraria, enseñanza…). Sin duda, es el terreno más necesitado de examen y reflexión, por la claridad que puede aportar a la mejor comprensión del nacionalsindicalismo (y no solo durante los años fundacionales).

En este sentido, estimamos que hay que profundizar en el estudio de las posibles coincidencias –incluso, coyunturales– con las principales organizaciones políticas y sindicales españolas de la época (de derechas: Renovación Española, Frente Nacional, CEDA, Comunión Tradicionalista; y de izquierdas: especialmente, CNT y Partido Sindicalista). Aunque no hay que descartar ninguna sorpresa, hasta el momento no consta que se produjeran contactos significativos con el Partido Socialista Obrero Español, el Partido Comunista de España y la Unión General de Trabajadores, con los que la desavenencia política y doctrinal fue siempre patente.

También, el estudio de las relaciones de la cúpula dirigente nacionalsindicalista con algunas embajadas en Madrid (en concreto, Alemania, Italia, Francia, Gran Bretaña y EE. UU. de Norteamérica), particularmente durante los años de la contienda española, tal vez, podría aportar noticias de interés.


V. Las fuentes de información


Con los medios de escritura, grabación y reproducción audiovisual existentes durante el período republicano y a lo largo de la guerra civil, más la burocracia administrativa de la época y de la posterior, deben abundar testimonios de toda índole que hayan logrado llegar hasta nuestros días. Cabe albergar esperanza, a pesar de las intencionadas campañas llevadas a cabo para su destrucción, sin olvidar nuestra tradicional desidia patria.

En consecuencia, en relación principalmente con las citadas etapas históricas (que, a nuestro juicio, son fundamentales para el mejor conocimiento del nacionalsindicalismo, aunque tampoco hemos de descartar los años siguientes), sin ánimo exclusivo, sugerimos las siguientes fuentes informativas:

1. Prensa

Por motivos obvios, en primer lugar, hay que acudir a la escrita, en especial a la contenida en la Hemeroteca Nacional y en otros organismos. Además de los primitivos órganos nacionalsindicalistas (FE, Arriba, La Conquista del Estado, No importa…), resulta obligada la consulta de numerosas publicaciones editadas en capitales de provincia y localidades importantes (muchas de ellas con nombres similares).

Durante la guerra civil, entre otras muchas publicaciones periódicas, se editó Jerarquía (autodenominada La revista negra de la Falange [4]. Su consulta es recomendable para conocer la actitud de los intelectuales más representativos del falangismo en plena contienda, una vez desaparecidos los fundadores. Más tarde, en la misma línea, destacan la revista Escorial y el diario Arriba.

En general, también hay que acudir a los diarios y semanarios publicados durante el franquismo. En concreto, constituyen una interesante fuente de información los ejemplares correspondientes a determinadas fechas (29 de octubre y 20 de noviembre, especialmente), tanto en España como en el extranjero. Toda la llamada Cadena del Movimiento, entre otros, recoge información de interés.

Igualmente, merecen ser conocidas las publicaciones confeccionadas en el seno de la División Azul y que eran distribuidas entre las unidades del frente. Aunque su finalidad y espíritu no eran propiamente políticos, sino todo lo contrario, entre líneas puede obtenerse información de valor.

Tampoco deben olvidarse las numerosas y sencillas publicaciones falangistas de crítica y oposición al franquismo, sobre las que continúa pendiente su adecuada recopilación. En líneas generales, puede afirmarse que, durante los años sesenta y setenta, no hubo grupo falangista (especialmente, a nivel de estudiantes universitarios, aunque también de núcleos obreros) que no contase con boletines multicopiados[5], muchas veces de corta vida. No tenemos constancia de la existencia de similares boletines de combate durante los años cuarenta, a cargo de los grupos de Falange Auténtica. 

2. Archivos

Con expresa mención del Histórico Nacional, más los de Ávila y Salamanca, hay que tener en cuenta los de índole judicial (Tribunal Supremo, audiencias territoriales y provinciales, así como tribunales militares) y policiales. Naturalmente, tampoco deben excluirse los archivos judiciales y militares del bando republicano. También, existen datos de indudable interés en numerosos organismos oficiales, como el Congreso de los Diputados, Administración del Estado, diputaciones, ayuntamientos, etcétera.

En cuanto a las embajadas y consulados, destacan especialmente, las representaciones en Madrid de las grandes potencias de entonces, sin desdeñar los archivos de algunos consulados en determinadas ciudades. En este sentido, los papeles desclasificados de EE. UU. y de la URSS representan una fuente de especial importancia, a los que hay que sumar los correspondientes de Alemania, Italia, Gran Bretaña, Portugal…

Igualmente, pueden aportar una estimable información los archivos de los partidos políticos y centrales sindicales a lo largo de la etapa republicana y de la guerra civil (Partido Socialista Obrero Español, Partido Comunista de España, Unión Republicana, Confederación Nacional del Trabajo, Unión General de Trabajadores, Partido Sindicalista, Partido Nacionalista Vasco, Esquerra Republicana, etcétera), así como los correspondientes a las actuales fundaciones (Francisco Franco, José Antonio Primo de Rivera, Francisco Largo Caballero, Indalecio Prieto Tuero, José Díaz Ramos y Ramón Serrano Súñer, entre otras), que con toda seguridad conservan documentación de interés para el mejor conocimiento del fenómeno nacionalsindicalista.

Tampoco deben olvidarse los archivos privados, aunque más bien hay que hablar de documentos en posesión de descendientes de los militantes de la primera hora. Son incalculables e irán surgiendo paulatinamente. Lo mismo puede afirmarse de los que se encuentren en manos de descendientes de notables miembros del Frente Popular. En este sentido, especial interés merecen los documentos correspondientes a los primeros años del nacionalsindicalismo; como hemos dicho, algunos cayeron en manos de organizaciones de izquierda, otros fueron destruidos por razones de seguridad en los primeros momentos de la guerra y, finalmente, algunos continúan en posesión de particulares.

3. Fotografías y documentos sonoros

Aunque en escaso número, parece razonable que algunos hayan subsistido tanto en archivos de prensa como en manos particulares. Todos ellos pueden suministrar una información del máximo interés sobre asistentes a actos públicos, edades, indumentarias, etcétera.

Como documento sonoro es sobradamente conocido el corto fragmento en que José Antonio, con gabardina, habla sobre los males que afectan a España. Por otra parte, existe un gran número de grabaciones interesantes correspondientes a las formaciones que se enfrentaron durante la guerra.

Recientemente, se ha publicado Historia gráfica de Falange y también se tiene noticia de numerosos reportajes y publicaciones conteniendo fotografías sobre los actos y personajes del nacionalsindicalismo. De todos modos, estamos convencidos de que todavía falta mucho tiempo para disponer de una obra completa. En este sentido, se impone la necesidad de un ambicioso archivo documental nacionalsindicalista.

Tampoco deben olvidarse las grabaciones conservadas en las emisoras de radio. Algunas de ellas constituyen un material de extraordinario valor.

4. Bibliografía

Llama la atención, sobre todo en los últimos años, la producción escrita sobre los fundadores del nacionalsindicalismo (tanto biografías como examen de cuestiones particulares), en torno a la historia de Falange en particular u otras organizaciones y sobre distintos temas doctrinales. También, se han editado parciales recopilaciones epistolares y sencillas antologías de textos e, incluso, se ha recurrido al relato novelado.

La mención de todas las obras publicadas, afortunadamente en continuo crecimiento, se nos presenta en este momento como una tarea imposible. Por ello, nos limitamos a decir que existen algunos listados bibliográficos sobre el nacionalsindicalismo (ciertamente incompletos, dado el ritmo de crecimiento)

En contraposición con el silencio mantenido durante decenios, con excepciones a veces panegíricas y de escaso calado, produce verdadera sorpresa la continua aparición de nuevas obras sobre este movimiento político. Un indicio más de su desconocimiento y de la perentoria urgencia de que se desvelen numerosos enigmas y de que se aclaren muchos puntos oscuros.


VI. De cara al futuro


Desde el comienzo de la actual etapa democrática, existen organizaciones que se autoproclaman legítimas (cuando no únicas) depositarias del pensamiento nacionalsindicalista. Dicho fenómeno también se manifestó a finales de la Segunda República y durante todo el período franquista. Es una característica que, a modo de maldición, suele acompañar a la historia de esta corriente ideológica española.

Muchos se preguntan cuáles son las razones de que en la actualidad no se produzca la unión de todas las fuerzas afines. Se alega que la conveniente unificación de grupos podría conducir, si no al éxito inmediato (utopía, hoy), al menos a unos mejores resultados electorales que les permitan intervenir con cierta presencia en la vida política nacional.

En nuestra opinión, la causa puede hallarse en la existencia de una diversidad de concepciones sobre el nacionalsindicalismo, con heterogéneas organizaciones que pretenden el monopolio interpretador. Estas oscilan desde posiciones próximas a la derecha política (a veces, incluso, a lo que puede considerarse como extrema derecha), hasta otras que parecen situarse más cercanas al genuino nacionalsindicalismo, cuando no a ciertas posiciones de izquierda. Es decir, las distintas formaciones que se proclaman como fieles interpretadoras no siempre coinciden en lo fundamental.

Lo primero, pues, que se requiere para la consecución de la necesaria unión de todos los hombres y grupos que se sienten identificados con el nacionalsindicalismo es la clarificación conceptual e ideológica de qué se entiende por dicho pensamiento político.

En consecuencia, resulta difícil la aproximación estratégica (en las actuales circunstancias, hablar de identificación doctrinal sería una ilusión) entre posiciones ideológicas absolutamente incompatibles. A título de ejemplo, como diferencias importantes pueden citarse: la aceptación del partidismo liberal como medio de participación en la vida pública o la aspiración a un partido único, en contraposición con un modelo basado en unidades naturales de convivencia; la compatibilidad con la socialdemocracia, con el socialismo marxista o con el capitalismo, en lugar de un Estado de inspiración sindical; la apuesta por un modelo monárquico o republicano; o la alineación con otras naciones en el plano internacional, especialmente en el ámbito europeo.

Por el contrario, existen otros muchos temas sobre los que no se plantean divergencias importantes; de este modo: la crítica al sistema de autonomías; la dignidad de la persona, la enseñanza pública, la vocación iberoamericana, el papel de las fuerzas armadas, etcétera.

Mientras los nacionalsindicalistas no aclaren sus ideas, es decir, mientras no se recorra el obligado camino de examen y debate, seguirán condenados de modo irremediable al desencuentro entre ellos mismos y al ostracismo político.

No obstante, es justo reconocer que en los últimos tiempos se observan unos indicios esperanzadores. Por un lado, se percibe una tímida aproximación entre algunas organizaciones nacionalsindicalistas, posiblemente debido a que personas no condicionadas por anteriores circunstancias y diferentes actitudes estratégicas están accediendo a los órganos de dirección de aquéllas. En segundo lugar, se está produciendo un incremento de publicaciones serias y de calidad sobre determinados puntos fundamentales del nacionalsindicalismo, lo que constituye una clara muestra del sentimiento de necesaria reflexión y estudio.


VII. Conclusión


De todo lo expuesto se deduce que ha de profundizarse tanto en el desarrollo del contenido doctrinal del nacionalsindicalismo como en el mejor conocimiento de su historia, ya que ambas facetas constituyen las dos caras de la misma moneda. Por ello, con la mayor honradez posible y con toda la crudeza que sea necesaria, han de eliminarse las sombras que lo ocultan. Solo la verdad nos hará libre; apliquémosla, pues, sin conclusiones preestablecidas, pero también sin complejos.

Son tantas las cuestiones pendientes que nos encontramos en presencia de una ingente tarea, para la que hay que contar con la colaboración de futuras generaciones. Aunque no creemos en la amenaza de su condena definitiva al desván de la historia, sí resulta evidente la posibilidad del retraso de su conocimiento que, a la postre, puede repercutir de modo significativo en su valoración política y en su utilidad práctica. Difícilmente podrá aspirarse a una mayor presencia nacionalsindicalista en nuestro solar patrio y, por supuesto, a su necesaria difusión por otras tierras –a destacar, por su obviedad, las iberoamericanas (aunque no las únicas)–, si no se procede previamente a una tarea de clarificación.

Mientras no se descorran esos velos, se continuará en tinieblas.


  • [1] Aunque los que conformaban el bando enfrentado pertenecían a la misma nación, la dependencia de las instrucciones dictadas por los agentes de la URSS y de la Internacional Comunista, por parte de un importante sector, junto con una eficaz propaganda, facilitó la apropiación del calificativo por parte de quienes se levantaron contra el régimen republicano.
  • [2] Cuestión que no es baladí, pues a ello hay que añadir la corta experiencia política de su principal organización (Falange Española de las JONS), con escasa implantación nacional, así como el incipiente desarrollo de su cuerpo doctrinal y la joven edad de la mayoría de sus militantes.
  • [3] En los últimos años, de modo creciente, están apareciendo publicaciones sobre esta gesta. No obstante, todavía es insuficiente el conocimiento que se tiene de numerosos aspectos de su actuación no bélica (relaciones con la población rusa, desavenencias con mandos nacionalsocialistas, bajas de representativos militantes falangistas, reproducción de los boletines de prensa divisionarios, etcétera).
  • [4] En Pamplona, a cargo de la Jefatura Nacional de Prensa y Propaganda de Falange Española Tradicionalista de las J.O.N.S. (así, sin la «y» entre Tradicionalista y de las J.O.N.S.). Basta con asomarse a sus páginas para comprobar el estilo que impregnaba esta publicación, al servicio del bando nacional.
  • [5] Sin ánimo exhaustivo, entre otros muchos: Misión (Madrid), CONS y UNT (Madrid), Arriba segunda época (Madrid), Vertical (Sevilla), Ademán (Granada), SÍ (Valencia) y Círculo Cultural Hispánico (Barcelona).