ARGUMENTOS

Los velos del nacionalsindicalismo (I)

A los noventa años de la irrupción del nacionalsindicalismo, sorprende la persistente ignorancia en torno a lo que representó históricamente, sobre todo en sus aspectos doctrinales.


Publicado en la revista Desde la Puerta del Sol núm. 503, de 22 de septiembre de 2021. Ver portada Desde la Puerta del Sol en La Razón de la Proa (LRP). Recibir actualizaciones de LRP.​

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Los velos del nacionalsindicalismo (I)

Los velos del nacionalsindicalismo (I)

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I. Palabras previas


Nadie con una mínima formación histórica puede negar que la aparición del nacionalsindicalismo [1] en la vida española constituye un hecho merecedor de atención y estudio.

Como tal se entiende un movimiento político, con un incipiente y propio cuerpo doctrinal, concretado en diversas organizaciones a lo largo de su corta y agitada vida, que tuvo una pequeña presencia durante la segunda experiencia republicana española y que, en cierta medida, inspiró o fue utilizada por el régimen que la sucedió.

No obstante, se producen profundas desavenencias en torno a lo que esta corriente de pensamiento ha representado en nuestra historia. En efecto, sobre sus principios ideológicos, así como sobre sus dirigentes y grupos caben diversos análisis, que pueden ser susceptibles de renovados enfoques y conclusiones conforme en el futuro se disponga de nueva información y se conozcan más datos. Es una labor que principalmente debe quedar en manos de los estudiosos de la historia y del pensamiento político.

En todo caso, a los noventa años de la irrupción del nacionalsindicalismo, sorprende la persistente ignorancia en torno a lo que representó históricamente, sobre todo en sus aspectos doctrinales.

En efecto, a pesar del tiempo transcurrido, la oscuridad continúa siendo patente. Los diversos elementos que han conformado su realidad se encuentran cubiertos por unos velos (cuya extensión puede ser interesada o no, esa es otra cuestión) que en nada benefician a la verdad histórica. Se impone, pues, el ejercicio de una tarea seria y rigurosa que colabore al paulatino levantamiento del manto que la oculta.

Ello ayudará a comprender mejor algunos importantes hechos que sucedieron en el siglo veinte y cuyas consecuencias han llegado hasta el presente. Al mismo tiempo, constituye una deuda contraída con quienes desinteresadamente entregaron su ilusión y su esfuerzo (muchas veces, incluso su vida) a una causa que consideraron la más noble de entre las posibles.


II. Los fundadores


En el comienzo de su andadura política, el nacionalsindicalismo coincide con la llegada de la Segunda República a España. Antes de esa fecha podrían encontrarse algunos antecedentes históricos, pero, como tal corriente ideológica, con unas evidentes manifestaciones patrióticas y sindicalistas, el consenso se presenta en torno a los protagonistas que siguen.

1. José Antonio Primo de Rivera

Constituye la figura más representativa del citado pensamiento político, a pesar de no haber sido su fundador.

Pero, el hecho de ser hijo del general Primo de Rivera, unido a su fuerte carácter, prestigio social, excelente formación cultural y jurídica, junto a grandes dotes parlamentarias como diputado, le hicieron muy conocido desde los inicios de su vida pública. Tras su muerte, la originalidad de algunos de sus planteamientos doctrinales, su acreditada valentía y fidelidad a sus creencias, con una positiva imagen política, serían utilizados por el régimen surgido del 18 de julio de 1936.

Sin embargo, sigue habiendo numerosas zonas oscuras en la vida e ideas de este primer jefe nacional de Falange Española. No es posible reducir a una mera relación los numerosos puntos de José Antonio que se encuentran pendientes de investigación [2]; baste con decir que, como todo personaje importante en la historia de España, se encuentra aún pendiente del levantamiento de los velos que impiden conocer su figura con la debida claridad.

2. Ramiro Ledesma Ramos y Onésimo Redondo Ortega

A pesar de su reconocida importancia en los primeros años del nacionalsindicalismo, en la actualidad son prácticamente desconocidos por el gran público.

Si la figura de José Antonio todavía ofrece numerosas sombras, otro tanto –incrementado– puede decirse de estos personajes. Les son aplicables las mismas carencias mencionadas en el supuesto anterior, con el añadido de que su menor significación en la vida política republicana les condujo a una situación de cierto ostracismo nacional, limitado prácticamente a reducidos espacios castellanos.

Entre ambos, indiscutiblemente, sobresale la persona de Ramiro Ledesma, con su destacado protagonismo en el planteamiento del nacionalsindicalismo y su reconocido nivel intelectual, amén de su afincamiento en Madrid. Si José Antonio elevó ese pensamiento a superiores cotas, tanto en desarrollo ideológico como en organización política, fue Ramiro el que previamente había preparado el nuevo camino. Por su parte, la figura del pionero Onésimo Redondo, aunque nunca irrelevante (especialmente, en su ámbito territorial), queda en una segunda posición.

3. Otros

Tampoco cabe olvidar a numerosos personajes que militaron desde el principio o se incorporaron más tarde al nacionalsindicalismo (del que no todos salieron con dignidad) y que merecen, igualmente, un pormenorizado estudio; así, resulta obligada la mención de Raimundo Fernández Cuesta, Julio Ruiz de Alda, Manuel Mateo, Miguel Hedilla y Pilar Primo de Rivera, entre otros muchos dirigentes de las diversas organizaciones de los primeros años (la propia Falange, el SEU, la Sección Femenina, la CONS…).

Sin embargo, como acontece en otros temas ya apuntados, o que iremos desgranando en el curso de estos comentarios, da la impresión de la existencia de casi un pacto de silencio en torno a estos personajes. Ni siquiera el propio régimen franquista, tan proclive en teoría a favorecer a algunos de los mencionados, se preocupó por alentar el estudio sobre ellos. Exceptuando algunos escritos en parte anecdóticos (siempre relativos a quienes colaboraron con dicha situación política), hay que acudir a las memorias personales y a otras fuentes para obtener más información.

Por lo que respecta a los ámbitos provincial y local, en líneas generales, los estudios publicados hasta ahora, aunque escasos, comienzan a aportar datos de interés. Es fácil colegir que posiblemente en dichos niveles se conserve la mejor información escrita (primordialmente, en manos privadas).


III. Las organizaciones nacionalsindicalistas


Como corresponde a la limitada actividad política y sindical desarrollada, la presencia pública de esos grupos fue bastante escasa en sus primeros años de existencia. Sin embargo, durante la dilatada etapa franquista se produjo un espectacular crecimiento dentro de los que se organizaron desde las propias esferas del poder. También, fue significativa la aparición –aunque minoritaria– de los que adoptaron una actitud crítica frente al nuevo régimen (especialmente, durante sus últimos años).

1. Etapa fundacional (desde 1931 hasta 1933)

Es manifiesto el desconocimiento actual en torno a las Juntas Castellanas de Actuación Hispánica y a las Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista (entonces, las segundas se escribían con un guion separador). Salvo la exposición de lugares comunes y apuntes biográficos aislados, faltan estudios detallados sobre el número de sus militantes, profesiones y extracción social de los mismos, zonas de mayor implantación, principales dirigentes, etcétera.

Tampoco se dispone de suficiente información sobre las relaciones con otras formaciones políticas nacionales y extranjeras, así como las posibles ayudas económicas recibidas y los contactos con militares.

Sin embargo, fue en los primeros años cuando se establecieron los pilares ideológicos de lo que más tarde se convertiría en el bagaje doctrinal falangista; incluso, se dio forma a la parte más importante de sus símbolos y consignas.

Es un período histórico en el que el nacionalsindicalismo, además de en tierra castellana, arraiga en varias provincias (ténganse presentes las sedes universitarias: Barcelona, Granada, Santiago de Compostela, Sevilla, Valencia…), con ciertos militantes de acreditada calidad intelectual y alguna publicación periódica de interés (ni que decir hay que urge su reimpresión).

La explicación del parco conocimiento en torno a los orígenes del nacionalsindicalismo puede encontrarse en el escaso eco que entonces tuvo en la vida política nacional y, tal vez, en el casi exclusivo protagonismo que años más tarde alcanzó la figura de José Antonio. También, el abrumador crecimiento de Falange durante la guerra civil (con la incorporación de muchísimas personas provenientes de otros campos políticos) motivó dicho olvido. Pero, sin duda, la etapa fundacional es esencial para comprender la posterior evolución.

El hecho de que Valladolid y provincias aledañas (donde el nacionalsindicalismo tenía una considerable implantación) se encontraran en territorio alzado contra el régimen republicano, con toda seguridad, permitió la conservación de una documentación de primera mano para la mejor comprensión del nacimiento y desarrollo de este fenómeno político [3].

2. Del Teatro de la Comedia al Frente Popular

Está comúnmente admitido que constituye el período de mayor desarrollo organizativo y doctrinal del nacionalsindicalismo.

Hasta llegar a octubre de 1933 –fecha del conocido acto del Teatro de la Comedia–, con la previa y frustrada aventura de El Fascio, no se dispone de mucha información fidedigna sobre los contactos producidos entre José Antonio Primo de Rivera, Ramiro Ledesma Ramos y Onésimo Redondo Ortega, así como sobre sus respectivas trayectorias políticas.

En general, se carece de suficientes datos, y no solo de sus promotores y seguidores. Incluso, el propio acto de la Comedia sobre el que tanto se ha escrito, sigue a la espera de un exhaustivo estudio. Existe, eso sí, gran cantidad de testimonios personales, junto a anécdotas y detalles de todo tipo, pero no un trabajo detallado sobre los contactos y acuerdos entre los oradores antes del mitin (incluidas las relaciones de José Antonio y de Julio Ruiz de Alda con Alfonso García Valdecasas). En este sentido, tampoco sería cuestión baladí examinar su aparición pública en la prensa de la época, así como su consideración por parte de otras formaciones políticas, sociales y sindicales.

Posiblemente existan, debidamente conservados y a buen recaudo, informes reservados y actas de sesiones, así como escritos de diversa índole que podrán aportar en el futuro mucha luz para la acertada comprensión de esta importante etapa del nacionalsindicalismo.

Tras la fundación de Falange Española y su posterior fusión con las JONS, la organización resultante comienza una andadura no exenta de dificultades. Entre éstas, hemos de citar las propias disensiones producidas en su seno entre José Antonio y Ramiro, que culmina con un mutuo alejamiento definitivo, secundado por otros militantes (recuérdense también otros casos, como el del conde de los Andes, los hermanos Ansaldo…).

Falange Española –más tarde, con las JONS– tuvo la capital española como el ámbito principal de su actuación, con implantación paulatina en otras zonas: Castilla (en su más amplio sentido, especialmente a partir de su fusión con los jonsistas), Galicia, Extremadura, Andalucía, Cataluña (sobre todo, Barcelona), Levante (a destacar las provincias de Valencia y Alicante), Aragón... Por no mencionar todas, puede afirmarse que no quedó tierra española sin la presencia de grupos falangistas. En líneas generales, se observa una ausencia de material fehaciente sobre las respectivas militancias (edades de los afiliados, profesiones, clase social…).

También, llama la atención la escasa presencia del nacionalsindicalismo en la prensa de toda España durante aquellos años, el eco de sus actos públicos (localidades, número de asistentes, discursos…), así como los principales oradores que intervinieron y un sinfín de aspectos aparentemente nimios, que nos dan una idea aproximada de los velos existentes en torno a esa importante etapa histórica.

Igualmente, se necesita una obra comprensiva de los principales aspectos de la organización (número e identidad de los falangistas asesinados por miembros de otras fuerzas, localidades en las que existían sedes abiertas, prensa propia y ciudades en que se publicaba, boletines clandestinos, pasquines y carteles de propaganda…). Por supuesto, también se encuentra pendiente la confección de un diccionario biográfico nacionalsindicalista.

Tampoco existen sobrados datos sobre las posibles relaciones entre los grupos nacionalsindicalistas y otras organizaciones políticas (Renovación Española, CEDA, Tradicionalistas…) y sindicales (especialmente, por su interés, hay que mencionar la CNT y el grupo de Ángel Pestaña).

Prácticamente no hay noticias –al menos, de manera suficiente y esclarecedora– sobre las infiltraciones de otros grupos dentro del nacionalsindicalismo, y viceversa. En concreto, creemos que merece una atención especial la actividad de la masonería en relación con las fuerzas falangistas.

Por último, los procesos judiciales seguidos contra numerosos militantes nacionalsindicalistas, así como sus ingresos en prisión, igualmente están necesitados del correspondiente estudio (número, edades, cargos que ostentaban en la organización, centros en los que estuvieron recluidos…). Destacan los casos de José Antonio, sus hermanos, Julio Ruiz de Alda y Raimundo Fernández Cuesta. Pero, en términos generales, la información disponible al efecto no pasa de ser casi anecdótica.

En resumen, a modo de anticipo, puede afirmarse que las lagunas informativas existentes, con sus correspondientes sombras (intencionadas o no, esa es otra cuestión), sobre esta etapa fundamental del nacionalsindicalismo español justifican la necesidad de proceder a su incondicional investigación y riguroso estudio.

3. La guerra civil

El implacable acoso que recibió Falange por parte del Gobierno tras el triunfo electoral del Frente Popular en febrero de 1936, con el cierre de sedes y la detención de sus máximos dirigentes, explica la inclinación de la primera en favor del alzamiento militar de julio de 1936. De los testimonios existentes –especialmente, de los escritos– parece deducirse dicha conclusión.

No obstante, para una mejor comprensión de tan importante acontecimiento, hay que profundizar en los contactos entre los principales responsables falangistas y los militares organizadores del inicial golpe de Estado. Resulta pacíficamente admitido que, en un principio se previó una corta duración, aunque después la lucha fratricida se alargó durante tres años. Consecuentemente, la energía principal de los falangistas durante ese tiempo se dirigió a lograr el triunfo en la contienda.

Por lo que respecta al denominado bando nacional, a estas alturas del siglo veintiuno resulta imprescindible acceder al conocimiento de gran cantidad de datos para conocer el verdadero papel que el nacionalsindicalismo representó en la guerra; así, el número de las unidades compuestas por falangistas, los mandos que las dirigieron, los frentes de guerra de principal intervención, las gestas acontecidas, los consejos de guerra seguidos contra miembros de Falange, las deserciones producidas en sus propias filas y las relaciones con las tropas alemanas e italianas, así como un sin fin de otros detalles.

Al principio de la guerra, con la victoria de los nacionales en algunas provincias se salvó la principal documentación de interés nacionalsindicalista. Sin embargo, este estado de cosas no se mantuvo durante los cuarenta años siguientes, bien por la sustracción de documentos por parte de algunos afiliados (con diferentes fines), bien por la llegada de la transición política y la destrucción de los archivos políticos. Entonces, se eliminó una valiosísima información, que solo la actitud de algunos falangistas impidió que fuera total. En efecto, se produjo una planificada destrucción con el fin de facilitar el pacífico tránsito de un sistema autoritario a otro de corte democrático, lo que produjo unos daños irreversibles en nuestro patrimonio documental [4].

En cuanto a las ciudades que, tras el alzamiento de julio de 1936, quedaron en un primer momento en manos de la autoridad republicana y más tarde, además, bajo el control de las milicias del Frente Popular, las sedes nacionalsindicalistas fueron asaltadas y confiscadas (incluida toda su documentación), así como los domicilios de sus militantes (especialmente, los más representativos). Es de suponer que, previamente al 18 de julio y ante el cariz que tomaban los acontecimientos, con la detención de sus dirigentes y la clausura de sus locales, se pusiera a buen recaudo parte de la principal documentación (ficheros de afiliados, correspondencia, etcétera). Pero, sin duda, mucha de la información originaria se perdió durante la guerra civil (tal vez, alguna se encuentre todavía en manos de las organizaciones que la confiscaron). También, aquí hay que extender el examen a las peripecias sufridas por los nacionalsindicalistas en el bando republicano, con multitud de aspectos que indagar (actuación de la quinta columna, sometimiento a tribunales populares, delaciones, condenas a muerte…).

Aunque la atención principal se centre en Madrid, que era donde se había desarrollado principalmente la actividad nacionalsindicalista, no hay que descartar el examen de otras regiones y provincias (no todas con la misma implantación, naturalmente), en las que hay que indagar sobre el destino de sus dirigentes, afiliados y simpatizantes. En este sentido, adquiere gran relieve el hecho de las unidades falangistas que se organizaron para el combate (lo que da una idea bastante aproximada del ambiente favorable o no hacia ellos en los comienzos de los enfrentamientos). Tampoco es cuestión baladí los resultados electorales obtenidos por Falange en los comicios celebrados durante el período republicano.

Constituye un capítulo especial la muerte de los más notables representantes del nacionalsindicalismo en ese tiempo (en especial, José Antonio en Alicante, y Ramiro en Madrid). Salvo Raimundo Fernández Cuesta y Pilar Primo de Rivera, desapareció casi por completo la cúspide de la organización. Ello tuvo unas notables consecuencias para Falange a lo largo del tiempo venidero.

En esta línea de sucesos sobresalientes, hemos de mencionar la Unificación de 1937, con la actitud de Miguel Hedilla Larrey y otros militantes.


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  • [1] Se utiliza el término conforme recoge el Diccionario de la Real Academia Española, aun siendo consciente de que en los momentos fundacionales un guion unía las dos palabras que dan nombre a ese movimiento político.
  • [2] De este modo, su infancia y juventud, las relaciones con la Casa Real y con el Ejército, su vida universitaria, los primeros pasos en política, el estudio de su actividad parlamentaria, los contactos con los dirigentes nacionalsindicalistas y de otras formaciones políticas, sus viajes al extranjero, el ejercicio profesional de la abogacía, los escarceos literarios, su vida amorosa, etcétera, sin olvidar las estancias en la cárcel madrileña y en la prisión alicantina. Sobre algunas de estas cuestiones se ha vertido mucha tinta, aunque otras muchas todavía están necesitadas de mayor profundización.
  • [3] Aunque no hay que olvidar que en 1936 la actividad principal se desarrollaba en Madrid, donde fueron detenidos y asesinados Ramiro Ledesma y otros, así como allanados sus domicilios.
  • [4] En Sevilla capital se logró salvar las fichas originales de los afiliados a Falange Española. Pero, en términos generales, se procedió sistemáticamente a la eliminación de una ingente cantidad de documentos, no solo pertenecientes a las organizaciones que habían formado parte del Frente Popular. Con la misma intención, se destruyeron interesantes archivos y ficheros de la policial Brigada Político Social, que hubieran arrojado una preciada luz sobre el funcionamiento interno del régimen franquista.

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