MANIFIESTOS

Declaración Doncel ante los acontecimientos actuales

Por encima de fulaneos políticos, a la postre efímeros, lo que cuenta, después de todo, es la definitiva verdad de España.


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Un ciudadano ejemplar recicla una botella en el contendor del desasosiego. Al fondo, desde una petulante fachada, un mensaje sugiere una candorosa ficción para crédulos desnortados.
Declaración Doncel ante los acontecimientos actuales

Estimados camaradas:


A la vista de lo que está ocurriendo estos días en España, la Junta de la Hermandad Doncel se considera obligada a manifestar ante sus miembros y amigos algunas reflexiones, esperando que sean compartidas:
 

  • En estos días se consumará la infamia perpetrada por un hombre enfermo de sí mismo, fatuo y ávido de poder; un espíritu desordenado, sectario y sin escrúpulos, inundado de vanidad, capaz de incendiar España en aras de una egolatría seguramente patológica. No hace falta dar su nombre: sólo hay un sujeto así, tan completo, en el horizonte político inmediato.
     
  • Este hombre renovará inevitablemente su presidencia del Gobierno de España con la bandera ambigua de un progresismo del que nadie tiene noticia de los detalles y un relato cargado de rencor hacia sus adversarios. Y lo hará con otro gobierno igual de caro, abundoso y sectario que el anterior. Un gobierno, por lo demás, sin sentido del honor y sin ningún sentido de Estado. Un gobierno que, en tiempos difíciles como los presentes, no ha hecho nada meritorio por la vida de los españoles, la vigencia de la justicia o la prevalencia de España en el mundo. Ya nos consta que no sabe hacerlo, lo ha demostrado sobradamente; y es de pensar que tampoco quiere hacerlo, acaso por planetarios vasallajes inconfesables.
     
  • Para acceder al poder este hombre encanallado y su pésimo gobierno se han arrastrado miserablemente ante esa mimada anomalía histórica, mezquinamente insolidaria y codiciosa, que es el separatismo nacionalista vasco y catalán.
     
  • Con rendida obsequiosidad les han concedido todo calculado capricho exigido por los nacionalistas; un feo espectáculo, como de cortesanas y viejos verdes, que mueve a reflexión sobre un sistema que permite estas cosas.
     
  • La relación de ignominias es prolija y de todos conocida: basta referir las exageradas competencias autonómicas previstas en nuestro sistema político, el indignante riego de dinero público negado a otros españoles más leales, los gestos estudiados para humillar a la odiada España o, en fin, la obscena amnistía, de sastre, ofrecida, a todo correr y con las mayores garantías, a delincuentes catalanes y vascos, incluidos los delincuentes futuros y también los muy veteranos.
     
  • Eso viene haciendo este envilecido gobierno, con la aclamación servil y despreciable de un partido socialista desnortado porque ya no tiene nada que decir ni aportar a la humanidad, salvo las consabidas tonterías woke de moda hoy, y que se sostiene sólo por el convencionalismo político de un régimen demasiado previsible, filosóficamente mecanicista e íntimamente injusto.
     
  • Con esto, la credibilidad del Estado y del Gobierno quedará en entredicho por mucho tiempo; el sistema institucional precarizado y cercano al hundimiento; la igualdad de las regiones y los hombres de España rota; el espíritu de la unidad de España también. Y, por si fuera poco, su frívolo e inconsistente progresismo sectario está escindiendo en dos mitades cada vez más irreconciliables a los españoles.
     
  • Pero no queremos perder de vista que estos lodos vienen del polvo levantado en los albores de un régimen político, éste nuestro de hoy, el célebre y autocelebrado sistema del 78, que consagró, a sabiendas y a conciencia, en medio de un inducido aplauso civil e internacional, (I) una atmósfera mental progresista generalizada, hoy sólidamente instalada en toda cabecita pequeño-burguesa con un difuso sentimiento de culpa por algo; (II) un régimen de máquinas electorales llamadas partidos devenidos férreas oligarquías políticas y, finalmente, (III) un sistema territorial autonómico inventado para dar cobarde satisfacción a insaciables separatistas que hoy han logrado llegar a una posición que les permite burlarse de todos nosotros e insultar impunemente a una España a la que no quieren dejar ni rechistar.
     
  • Pero por encima de fulaneos políticos, a la postre efímeros, lo que cuenta, después de todo, es la definitiva verdad de España. España como concepto, como filosofía de vida tallada a lo largo de varios siglos: la eterna metafísica de España que consiste, no en una tierra, menos aún en una raza, ni siquiera en un Estado, sino en un destino abierto a quienes quieren entender lo español como una misión permanente ante el mundo y para los hombres. Eso, la primacía de lo espiritual, es lo importante; Pedro Sánchez es una mera china en el zapato que se perderá cualquier día en el polvo del camino.

Hermandad Doncel, a 15 de noviembre de 2023

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