ARGUMENTOS

Ángel Ganivet, Felipe de Sandoval, José Antonio.

Del viento que anunciaba a la luz que transfigura los sentimientos, la voluntad colectiva y el amor por la obra transformadora.


Publicado en la revista Altar Mayor (número 154, de verano de 2013). Recogido posteriormente por la revista El mentidero de la Villa de Madrid (12/AGO/2023). Ver portadas de Altar Mayor y El Mentidero en La Razón de la Proa (LRP). Recibir el boletín de LRP.

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Ángel Ganivet, Felipe de Sandoval, José Antonio.

Cuando le cede el sauz desmayado al pálido olivo,
Cuanto la jara rastrera a los mil granados rosales,
tanto en nuestro sentir a tu arte Amintas le cede.
Bien, pero déjate de eso rapaz:
Ya entraste en la gruta
.

Virgilio. Bucólicas.12


I. Ganivet observa lo más lejano para acercarse más a España


Ángel Ganivet, en sus relatos y crónicas publicadas bajo el título de Cartas Finlandesas, escruta diferentes tipos y caracteres humanos en relación con las diversas actividades propias de una civilización moderna. Cuando habla del capitalismo norteamericano (a este respecto todavía está por hacerse una investigación profunda respecto a la influencia de la emigración escandinava masiva a EE.UU. durante todo el s. XX) es capaz de reflejar en negativo la actividad mecánica, reiterativa, vinculada al telégrafo, al teléfono, al tren, al maquinismo y al automóvil propio de los magnates anglosajones de finales del s. XIX. Y comparará el laberinto de las operaciones bursátiles consideradas como geniales por muchos con el esfuerzo continuo de un borrico de carga o de noria de agua. Frente a este modelo de arquetipos económicos Ganivet contrapondrá el valor específico de la obra de arte (que por analogía podría presentarse en sus versiones económicas, jurídicas, políticas, éticas… como ya apuntó en su siglo Platón) por ello el escritor granadino se atrevió a escribir:

«Yo encuentro un gasto mucho más grande de energía en el que crea una obra de arte; y si se quiere un ejemplo de actividad material, diré que más fortaleza física se requiere para ser matador de toros que para ser millonario al estilo yankee»[1].
«El finlandés se aproxima al tipo yankee: no tiene campo de acción para ejercitarse en empresas de alto vuelo, pero en su esfera funciona como un organismo libre, adaptado a una función mecánica; es calmoso hasta un extremo desesperante, pero tiene una constancia a prueba de bomba; su entusiasmo progresista nace, propiamente hablando, de su pereza, del deseo de economizar tiempo y de molestarse lo menos posible».

En el modelo de los «tipos ideales» de Max Weber estas dos sociedades estarían sufriendo y disfrutando de un proceso de racionalización con la tiranía del tiempo, los hombres convertidos en relojes, el rol de la «jaula de hierro» del estatus social, el sometimiento a la productividad de una forma inarmónica e imparable, y las hojas del espíritu sagrado y del encantamiento ancestrales no dejando de caer de sus bosques desfigurando y borrando los caminos de la tradición. Ángel Ganivet llevado por su espíritu plástico y figurativo planteará el injerto, en Sierra Nevada de algunos elementos de la arquitectura popular finlandesa tan eficaz en verano como en invierno. Frente a las grandes construcciones ideológicas del Derecho llegó a escribir con ironía literaria:

«La arquitectura finlandesa nos permitiría tener durante el invierno una Finlandia andaluza en nuestra sierra incomparable e inagotable, y nos convertirá en una especie de comprendió del globo terráqueo. He aquí un cosmopolitismo que a mí me gusta más que el vacío y declamatorio de los “diletantis” del opaco derecho Internacional»[2].

Ganivet extrajo del gran poeta y político finlandés Bjornson, para todo el público lector español, este gran principio no inferior a muchas máximas senequistas:

«Es cierto, con extrema certeza que un individualismo sin freno podría llevarnos a la brutal anarquía, al sensualismo, a las dudas de la decadencia, al desprecio de la libertad, del trabajo y de la ciencia, a no dejarnos otro refugio que un misticismo vago, una especie de entretenimiento malsano con lo infinito».


II. El arte como arquetipo del espíritu de un pueblo y de su gloria.


En la ambiciosa pretensión del gran filólogo alemán Max Kommerell que en sus obras sobre el clasicismo y el romanticismo alemán creyó vislumbrar una estrella fugaz pero siempre fiel a su cita respecto a la revelación del espíritu cultural germano, de los últimos siglos, o recordando los planteamientos de G. Gadamer respecto al foco de verdad que se desvelaba en el arte tal como razonó en su obra Arte y Estado de 1934. Podemos intuir una recreación ennoblecedora del carácter por medio de la cultura. Un tercio de siglo antes, Ganivet había escrito en su obra Idearium español:

«Si contrastamos el pensamiento filosófico de una obra maestra de arte con el pensamiento de la nación en que tuvo origen, veremos que, con independencia del propósito del autor, la obra encierra un sentido, que pudiera llamarse histórico, concordante con la historia nacional: una interpretación del espíritu de esta historia»[3].

España fértil en la creatividad artística y en la valoración del arte foráneo pero realizado en España, de tantos europeos que trabajaron en los palacios de nuestra monarquía, ha encontrado, en no pocas ocasiones, una idea de regeneración, redención, reorganización política o de progreso social, pero generalmente huyendo de lo mejor del arte que también se ha «hecho visible en fórmulas negativas o destructoras», disolviendo la conciencia colectiva como escribió Ganivet. El regeneracionista santanderino Ricardo Macías Picavea, anterior a Costa, y muy cercano al oscense Lucas Mallada (profundamente realista respecto a las carencias en materias primas y minería de nuestro país, no en vano era geólogo..., pensador al cual ya dediqué un ensayo…), afirmó que la incapacidad para el encuentro con una razón útil y liberadora de los españoles no podía implicar el derrotismo, por ello escribió:

«Pues esta atrofia y debilidad interna del discurso y de la voluntad libre constituyen la raíz y causa íntima de nuestra cobardía civil. Y ¡cuidado que parecen increíbles los extremos a que se lleva! Se ve clara mil veces la necesidad de una resolución, de una eliminación, de una reforma: ¿quién se atreve aquí a acometerlas, ni siquiera a aconsejarlas?»[4].

Sin ideas sabias, ecuánimes, nobles, integradoras, renovadoras, caeremos en la tecnocracia; precisamos de ideas vivas para que la Universidad, las Administraciones, los sindicatos, las empresas no funcionen en seco y con bajo rendimiento, como máquinas, lo cual delata una enfermedad colectiva del espíritu, la debilidad de la voluntad, la abulia… como posteriormente reafirmaría nuestro premio Nobel Ramón y Cajal. El espíritu fuerte a partir de multitud de ideas contradictorias debe ser capaz, según Ganivet, de ser asimilado para «elegir un rumbo propio que se eleve a concepciones originales». Este fue el reto que asumió José Antonio después del fracaso de la Restauración canovista, del reformismo maurista y de la ímproba pero infravalorada labor de la dictadura del general Primo de Rivera (que creó miles de escuelas e institutos, potenció los regadíos y las obras hidráulicas, impulsó la industrialización del país y las obras públicas, y elevó a un rango destacable de justo equilibrio las relaciones socio-laborales, creando, en su primer versión moderna, el derecho del trabajo español…, etc.). Posteriormente una República pretenciosa que despreciaba toda la buena herencia recibida nos llevó por el egoísmo desalmado de todos los sectores sociales y políticos al brutal enfrentamiento civil. Pedro P. Laín ya se hizo eco de la afirmación unamuniana respecto a la ineficacia de los partidos políticos españoles, radicalmente adversarios y "polémicos"... 

«Con una clara ausencia de espíritu constructivo: Puede decirse que nuestros republicanos no son sino antimonárquicos y no sino antirrepublicanos nuestros monárquicos» Unamuno[5].

Este espíritu hemipléjico donde sólo se aprecian posturas "anti" golpeaba la conciencia de José Antonio que buscaba el bien integral de la Nación por encima de cualquier particularismo e ideologismo. José Antonio fue consciente de las graves lacras que lastraban el ser de España y buscó en una Revolución Nacional la dignificación del trabajador y del trabajo, el progreso socioeconómico, como había escrito J. P. Forner, dos siglos antes,...

«El punto central de la sabiduría útil»[6].

El estilo joseantoniano tenía algo de serenidad clásica, aspiraba a integrar el cielo protector de todo el contorno de la Patria con todos los vectores milenarios que la habían configurado. En el artículo titulado El ruido y el estilo, censurado en abril de 1936, José Antonio escribió, en relación a ciertas afirmaciones supuestamente patrióticas: «que en realidad no podía saberse a qué ley matemática y a qué ley de amor obedecen», se trataba de no hacerle el trabajo duro y sucio a la derecha en aquella circunstancia representada por Miguel Maura. Ya Sánchez Mazas, o el jesuita español del s. XVIII Esteban Arteaga, antes que Wagner, describieron el arte total, este último en el teatro italiano además de publicar sus valiosas Investigaciones filosóficas sobre la belleza ideal… Ciertamente el estilo falangista tiene algo de filosófico, estoico, ascético, militar y religioso; por eso desconcierta a los acomodaticios del sistema del pensamiento débil y pragmático.

Camón Aznar, sabio crítico de arte zaragozano, escribió sobre Valdés Leal: «sus pinceladas parece que siguen el ritmo de sus palpitaciones»[7]. El pálpito de los tiempos al que hizo referencia el Sócrates catalán, Eugenio D’Ors, exigía para la España «que no puede morir» una revolución social, institucional y nacional que la rescatase para el orden de la justicia y de la hermandad. Ese era el proyecto de José Antonio.

La visión poética que José Antonio tiene de España es realista, ambiciosa de superación del sufrimiento, la injusticia y la miseria.

«En la mitología se dan unidas poesía y filosofía, una producción del saber que es ya en sí poético, o una poesía, que tiene en sí, no tomado o recibido de fuera, un contenido filosófico. La mitología no puede ser explicada en su origen y nacimiento de una manera mecánica, sino tan sólo como una producción orgánica»[8].

En el fono, los estudios filológico-históricos de Menéndez Pidal en su Castilla, la tradición y el idioma, o en su magnífica investigación Los godos y la epopeya española, se extrae del romancero germánico una parte medular del ser y de la conciencia literaria y cultural de España. Como escribió Claudio Sánchez Albornoz, España se convierte en poesía hecha obra:

«Aunque nos faltaran los testimonios de 'Las partidas', del 'Libro de los estados y del caballero', del 'Libro infinido', de don Juan Manuel, y del 'Rimado de Palacio', del canciller de Ayala, bastarían para acreditar que ya había prendido entre los castellanos la preocupación por la cultura, las palabras con que excusa su ignorancia el jocundo arcipreste de Hita, en verdad mucho más “sabior” de lo que le lleva a confesar su admiración por el saber de los otros»[9].

La corte del monarca aragonés Alfonso V en Nápoles fue un epicentro de toda la cultura greco-romana clásica a la cual sirvió y de la cual se alimentó espiritualmente. Los cronistas coetáneos relataron cómo hacía altos con el grueso de su ejército en los lugares donde había escrito o reposado Tito Livio


III. José Antonio, la justicia social. Una nueva economía al servicio de la colectividad.


La efervescencia de nuevas doctrinas políticas en el periodo de entreguerras, sovietismo, nazismo, fascismo, derecha fascistizada, corporativismo, liberalismo autoritario, nacionalismos unitarios y nacionalismos micro disgregadores…, afianzamiento de los grandes imperios liberales (inglés, francés, holandés,…), representó la aparición de nuevas fórmulas y pretenciosas soluciones para problemas socio-económicos que habían llegado a enquistarse en el corazón del intelecto europeo y en la extensión plena de todas las naciones de la vieja Europa (como consecuencia de la desaparición del Imperio Otomano y del Habsburgico). El joven trabajador, literato, y filósofo zamorano, Ramiro Ledesma Ramos, será consciente de la insuficiencia teórica y práctica del marxismo y del liberalismo para ilusionar a una juventud que únicamente era poseedora de una patria por construir y transformar y de una vida en perspectiva que entregar para modelar con generosidad y decisión una sociedad más justa y extraer de las entrañas de la nación nueva savia para fecundar el futuro. La Revolución nacional debía abrazar y vincular en la empresa transformadora del Estado a la clase obrera pero también a las clases medias para abarcar a la sociedad entera en un proyecto donde las masas se transmutan en pueblo consciente de sus intereses, pero prioritariamente de los intereses supremos de la nación misma. El jurista Onésimo Redondo, de Valladolid, constante luchador por los intereses de los agricultores e impulsor del ateneo de la cultura castellana como aliento novedoso para vitalizar el pensamiento español, procurará el establecimiento de una justicia para todos los trabajadores que no permitiese ni la pobreza, ni la miseria ni el paro forzoso ni las desigualdades insultantes.

José Antonio, como jurista, conocía bien la obra inconmensurable de la dictadura de su padre, que posteriormente fue recopilada en leyes, en política financiera, en obras públicas y en estadísticas y en estudios rigurosos para las ciencias sociales como los de E. Aunos, J. Pemartín,… o J. Calvo Sotelo. El líder de Falange de inmediato sufrió la convulsión de la desilusión al poder comprobar cómo las masas que habían protagonizado y se habían beneficiado de la ciclópea obra de la Dictadura, la ignoraban, infravaloraban y despreciaban, adoctrinadas por una prensa censora y masónica o marxista extremista. España era una Nación ciega y perezosa incapaz de distinguir el bien del mal. Un pueblo convertido en masa informe manejada por las ideologías, las costumbres disolventes, el sindicalismo falaz y demagógico, y los partidos políticos con visión parcial e insuficiente de los problemas e incapaces de respetar el Estado de derecho y de diseñar programa de regeneración radical en todas las esferas de la convivencia pública y del Estado.

La justicia social para José Antonio no era un eslogan, ni una moda, ni mercadotecnia para el engaño, se trataba de una necesidad imperiosa para que el pueblo español alcanzase niveles de vida digno, decoroso, suficientes y por lo tanto pudiese edificar con libertad las asociaciones sectoriales que garantizasen sus vivencias, proyectos y su perfeccionamiento. El reparto más equitativo de la riqueza, la colonización agraria, la reforma de las estructuras de propiedad agropecuarias, el aprovechamiento reticular de las plusvalías económicas para que su circulación retroalimentase el tejido productivo y fortaleciese no sólo la estructura empresarial sino la participación en los beneficios por parte de los trabajadores, llegando estos a ser protagonistas en el diseño de la empresa. Se trataba de rediseñar una economía donde los medios de producción no resultasen ajenos, lejanos ni extraños para todos los integrantes de la empresa especialmente para los obreros.

El fin social de la propiedad empresarial en sus diferentes fórmulas: sindical, cooperativa, autónoma laboral, comunal, familiar… etc. debía transferir parte de sus beneficios en una actuación institucional de promoción de la vivienda, de la salud, de la cultura, de las actividades deportivas, recreativas al acceso de todo el pueblo sin exclusiones.

«Se nos tacha de que somos obreros, y precisamente ese es nuestro mayor mérito: el de combatir un Estado como el actual, en el que por nuestras condiciones sociales solamente hemos de disfrutar de beneficios, y defender la implantación de otro Estado en el que la vida para nosotros habrá de ser muchos más dura» (La Nación: 23 de julio de 1934).

En una axiomática que es a la vez vivencial crítica del liberalismo (yo mismo en otro trabajo he afirmado que el actual sistema se puede considerar incluso peor al que conoció José Antonio ya que transgrede muchos de los planteamientos teóricos de los liberales decimonónico que ya de por sí ostentan inconvenientes serios y en ocasiones insalvables, y lo he denominado tiranía económica internacional), José Antonio se atreverá a afirmar:

«Además, estas teorías, al proclamar también la libertad económica, hacen creer ilusoriamente a los obreros que son libres para contratar con el patrono sus condiciones de trabajo, cuando en realidad lo que hacen es sancionar la mayor de las injusticias al dejar frente a frente al fuerte contra el débil, obligando a éste, por sus necesidades, a aceptar las imposiciones de aquél».

El Estado debe tutelar las relaciones laborales, y los trabajadores, por medio de los sindicatos, embridar la pujanza de las fuerzas económicas que anhelan multiplicar beneficios sin multiplicar inversiones generadoras de bienes y servicios.

Por otra parte, la creación por iniciativa del Estado Nacional del 18 de julio del Institutito Nacional de Higiene y Seguridad en el Trabajo, hoy en día inoperante frente al INSS, fue una expresión más de esta búsqueda de humanización y de equilibrio justo en las relaciones laborales en el mundo de la empresa inspirada en los ideales joseantonianos. Las fuentes que desbordan los diques del capitalismo liberal en José Antonio son muy diversas, podríamos mencionar algunas: a) La doctrina social de la Iglesia: P. Azpiazu, Lacordaire, Montlembert, O’Conell, Görres, Balmes, Donoso Cortés o quizá el mismo Federico Ozanam,...

«A quien apenas se le conoce bajo otro aspecto que el de apóstol de la caridad, y el cual, en 1840, ocho años antes que Ketteler y más de cincuenta que León XIII, abogaba desde su cátedra de Derecho Mercantil por la reglamentación de las relaciones entre patronos y obreros, creación de las asociaciones de trabajadores, regulación del salario según las necesidades de la familia e intervención de los Gobiernos en determinadas circunstancias»[10].

Tanto el episcopado español como el grupo de estudios de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) alabaron la eficacia de la Organización Sindical Española, en el año 1969, aunque solicitaron cambios en el sentido de ampliar el pluralismo libre frente al Estado. Ahora bien, ese pluralismo podía ser en el fondo fatal para el movimiento sindical español, ya que debilitaría la tan necesaria unidad de acción de los trabajadores frente a las demás fuerzas socio-económicas que lo asediaban, idea reiteradamente manifestada incluso en las internacionales obreristas anarquistas, socialistas o comunistas a lo largo de más de un siglo. No me resisto a transcribir ese punto de crítica de la OIT y de la comisión episcopal, que admite una doble lectura:

«El efecto de estos cambios sobre el lugar que ocupa la Organización Sindical dentro del Estado exigiría inevitablemente trasladar el énfasis del estatuto privilegiado de la Organización a una mayor libertad de sus miembros»[11].

La planificación económica, hoy en día tan denostada apostando por un liberalismo tan liberal que prácticamente nunca ha existido ni en el mundo de las ideas ni en el de las realizaciones, fue justificada técnicamente por el economista austriaco, entre otros varios, Eugen von Böhm-Bawer,...

«Tomando simples ejemplos de la vida económica fue el primero en explicar cómo la eficacia de la innovación y de la producción depende de la prolongación minuciosa del proceso de preparación es decir, de una capitalización técnica debidamente efectuada»[12].

Creo que honra al pensamiento organicista católico español, las críticas parciales, pero profundas, por ejemplo de nuestro J. Calvo Sotelo, en su obrita El capitalismo contemporáneo y su evolución, respecto a los representantes de la llamada "Revolución conservadora" y burguesa alemana como Rueff o Spengler, al afirmar el dirigente monárquico español:

«Por desgracia, cualesquiera que en todos los países fueren las medidas de protección que se brinden al proletariado, es incuestionable que en todos los países viven de modo miserable masas ingentes de seres humanos para quienes la Civilización es tesoro casi inasequible»[13].

Relata Tomás Borrás que el joven Ramiro guardó su primer Manifiesto de la Conquista del Estado, unos pocos folios, entre las páginas de una vieja edición de las Lecciones sobre la filosofía de la Historia Universal de Hegel. En uno de sus puntos podemos leer:

«Las corporaciones, los sindicatos, son fuentes de autoridad, aunque no la ejerzan por sí, tarea que corresponde a los poderes ejecutivos robustos. Pues sobre los sindicatos o entidades colectivas, tanto correspondientes a las industrias como a las explotaciones agrarias, se encuentra la articulación suprema de la economía, en relación directa con todos los demás altos intereses del pueblo»[14].

Nicolas Berdiaeff en su obra El cristianismo y la lucha de clases escribió:

«León Bloy lo comprendió extraordinariamente. No sólo sufren las clases obreras de este mundo fantasmagórico, sino todas las demás clases. El hombre sucumbe en él y su imagen se empaña dolorosamente. Los capitalistas contemporáneos, perseguidos por un deseo de expansión desenfrenada, son víctimas de fuerzas insensatas e inhumanas al servicio de las cuales están sometidas. Una vez en el torbellino son incapaces de pararse, la visión divina se aleja de ellos, ya no pueden contemplarla, y sus almas sucumben»[15].


IV. José Antonio y algunos intelectuales.


Por medio de Eugenio D’Ors, José Antonio pudo recibir el influjo del sindicalismo revolucionario del francés G. Sorel previamente metabolizado y asimilado selectivamente por el sabio catalán:

«Había pocas mentes entre aquellas a quien el principio del siglo actual encontró en adolescencia y, adviértase que esto quiere decir, entre aquellas a quienes hoy toca pronunciar, en el mundo, las grandes palabras eficaces, que no hayan desarrollado su formación intelectual bajo el influjo del signo de Georges Sorel, a pesar de que –añade– los caminos hayan podido ser, después, diversos, como los que siguieron Mussolini, Reiner María Rilke, el Conde de Keyserling o como el de su comentador en las presentes glosas»[16].

Los conceptos orsianos de ecúmene europea, de unidad desde la peculiaridad, de civilización sindical, de la obra bien hecha, y de clasicismo de vanguardia, entre otros,… influyeron en la formación cultural y estética de José Antonio.

El hijo mayor de Gregorio Marañón relató a Felipe Ximénez de Sandoval, cómo Unamuno había alabado el proyecto nacional y sindical de José Antonio ante el gran humanista y médico después de haberle escuchado en su multitudinario mitin de Salamanca (ver también al periodista Gibello, A.: José Antonio. Apuntes para biografía polémica). De hecho, en diciembre de 1935, José Antonio pudo cenar y dialogar largamente con el doctor Gregorio Marañón en la casa de los condes de Artaza.

«Hablaron de temas de arte, literatura y política, coincidiendo plenamente la clarísima inteligencia del médico-ensayista y el potente genio del profeta-creador. La conversación se prolongó deliberadamente por los interlocutores hasta más allá de la medianoche»[17].

Ortega influirá también en el desarrollo de José Antonio político, aunque yo me atrevería a decir que Ortega tuvo más eco posteriormente en las cátedras de Filosofía del derecho de los años cuarenta y cincuenta en la propia interpretación del pensamiento falangista. Son cimientos del enfoque analítico joseantoniano de la política: la carencia de minorías rectoras con función de servicio y que desencadenasen procesos de emulación frente al dominio de la vulgaridad de las masas amorfas, idea muy elaborada en La rebelión de las masas; la asunción de un Estado integral que vertebrase voluntades e intereses disolviendo los localismos y el simplón casticismo; el deseo de llegar a construir una: "España vertebrada y en pie" planteamiento defendido por Ortega, en su obrita Vieja y nueva política; la más grave patología que nos debilita, el separatismo insolidario es en realidad potenciado por la propia España decadente y por una falta de proyección internacional poderosa en todos los ámbitos, por el apocamiento del ser nacional y por la anemia de un Estado incapaz de aglutinar ilusiones y proyectos, planteamientos todos ellos sacados de La España invertebrada. En el ensayo de Ortega Historia como sistema, el maestro afirmará:

«La vida humana, por lo visto, no es una cosa, no tiene una naturaleza, y, en consecuen cia, es preciso resolverse pensarla con categorías, con conceptos radicalmente distintos de los que nos aclaran los fenómenos de la materia», en José Antonio ello daría lugar a la superposición de ideales realistas que conciliasen lo que Ortega denominaría «ser fieles, a la vez, a las condiciones de lo real sobre lo que pensamos y a las condiciones del pensar con que manipulamos la realidad»[18].

Goethe fue otro autor muy valorado por José Antonio;...

«Entraña y estilo, he ahí lo que compone a España. Ahora se nos habla mucho contra el estilo; se nos dice que nadie que hizo nada grande se dio cuenta de que tenía un estilo. ¿Y qué importa que no se diera cuenta? Lo importante era tenerlo; en sí, el estilo es como lo que Goethe llamaba la idea de su existencia: es la forma interna de una vida que, consciente o inconscientemente, se realiza en cada hecho y cada palabra» (brindis de José Antonio en un banquete a Eugenio Montes, el 24 de febrero de 1935),

Muy acertado estuvo el fundador de la Falange en este requiebro a Goethe el cual escribió:

«El objetivo supremo sería entender que todo lo fáctico es ya teoría. El azul del cielo nos revela la ley fundamental del cromatismo. No se busque nada detrás de los fenómenos: ellos mismos son la teoría» (Aforismos de Goethe)[19].

El azul del cielo de Castilla en sus madrugadas místicas de resurrección gélida de la sangre, las glosas de Xenius Vientos de Castilla no son anécdotas sino un impulso más para el desarrollo industrial y social de la patria milenaria, un nuevo esfuerzo de reconquistar la altura del s.XXI. El abad benedictino fray Justo Pérez Urbell, tan joseantoniano por convicción y razón, cuando publicó su extraordinario ensayo sobre la conmemoración del primer milenio de Castilla como reino compactará el espíritu, la fe, la lealtad y la emoción con un trabajo erudito colosal de historia del derecho, del arte, de la política y de la  misión cristiana del viejo reino.

En los Discursos a la Nación alemana de Fichte, además de ensalzar y garantizarse la libertad, frente al imperialismo francés, dentro del ámbito nacional, se deduce del amor sin fin a la Patria un afán por la justicia y un rechazo por las situaciones que impliquen un empobrecimiento general y un malestar cívico como consecuencia del bienestar de unos pocos. Es ciertamente una idea pivote reiteradamente presente en José Antonio.


V. Participación política. Diseño del Estado.


El nacionalsindicalismo criticará por múltiples razones a los partidos políticos por generar torbellinos de insolidaridad, dividir al pueblo, inocular una conflictividad añadida a la propia de cualquier organización social. Los partidos distorsionan la voluntad popular, incumplen sus proyectos, programas y compromisos políticos son creaciones artificiosas que se mantienen con recursos públicos o donaciones interesadas de los grandes oligopolios económicos, vigas sobre las que el capitalismo mantiene su difícil estabilidad, por lo tanto, no responden a los intereses legítimos de millones de sus electores, secuestrando la voluntad popular. Monopolizan la soberanía instrumentalizando las instituciones para mantenerse en el poder y garantizar sus intereses propios por medio de una estructura piramidal rígida y altamente burocratizada como señaló el pensador alemán nacionalizado italiano R. Michel. El caso de los sindicatos, sean del cariz que sean, es justamente el mismo síndrome pernicioso el que se nos presenta. Por lo tanto, partidos y sindicatos son el caldo de cultivo de la corrupción y de la rapiña de los recursos públicos, son altamente susceptibles de servirse del abuso y de la desviación de poder especialmente en las Administraciones públicas donde procurar encastillar sus privilegios injustos.

La disgregación de los vínculos orgánicos, naturales, sociales, laborales y políticos lleva a dos fracturas contrarias a la integridad de la Nación y que imposibilitan la justicia:

«Esta pérdida de armonía del hombre con su contorno origina dos actitudes: una, la que dice: “Esto ya no tiene remedio; ha sonado la hora decisiva para el mundo en que nos tocó nacer, y no hay sino resignarse, llevar a sus últimas consecuencias la dispersión la descomposición”. Es la actitud del anarquismo: se resuelve la desarmonía entre el hombre y la colectividad disolviendo a la colectividad en los individuos; todo se disgrega como un trozo de tela que se desteje. Otra actitud es la heroica: la que, rota la armonía entre el hombre y la colectividad, decide que ésta haga un esfuerzo desesperado, para absorber a los individuos que tienden a dispersarse. Estos son los Estados totales, los Estados absolutos» (discurso en el cine Madrid, 17 de noviembre de 1935).

José Antonio, rechazando ambas fórmulas, mantendrá la esperanza de una reconstrucción de los valores de integridad y solidaridad donde se conjugarán utilidad e idealidad de valores «orgánicos, libres y eternos»; estos se quintaesencian en el individuo, la familia, el sindicato y el municipio, estructuras que benefician la convivencia y apuestan por la paz y el progreso. Curiosamente el líder socialista Julián Besteiro (catedrático de lógica), en la sesión del 15 de marzo de 1934 declaró:

«Cuando yo hablo de cámara corporativa no quiero que se creen corporaciones artificiales, sino que se reconozcan las existentes, que se pongan frente a otras, y se lleven allí técnicos que las asesoren y asistan, y que esa cámara se ocupe de los asunto económicos independientemente de las pequeñas cuestiones políticas»[20].

El Estado es un instrumento al servicio de los intereses del pueblo, de las necesidades sociales y que garantiza la dignidad de la persona, el Estado se define como garantía de poder de ejecución de las acciones imprescindibles que de forma subsidiaria nadie puede realizar mejor y como impulso para engendrar y encauzar iniciativas viables de la sociedad. El Estado sirve a las totalidades no a grupos sectoriales privilegiados, ni a las masas que, según Ramiro, serían un epifenómeno parcial de las minorías ariscas y que también adquieren protagonismo en ocasiones disolvente y egoísta y contrario a la meritocracia. Se trataba de garantizar derechos concretos, derechos esenciales que trasluciesen la dignidad del hombre y el valor social e individual del ciudadano en sus relaciones constitutivas y de plenitud existencial. De vida auténtica colectiva y personal.

«Primero derrotados, y luego, perseguidos; al fin, según dicen disueltos. La Falange no existe; la Falange no tiene importancia. Eso dicen. Pero ya nuestras palabras están en el aire y en la tierra, y nosotros, en el patio de la cárcel, sonreímos bajo el sol. Bajo este sol de primavera en que tantos brotes apuntan»[21].


VI. El hombre y su muerte. El anhelo que perdura.


José Antonio humilde, sencillo y profundo creyente, no olvidaba la «voz de Dios» respecto a la obra de su Iglesia (discurso pronunciado en Cádiz, 12 de noviembre de 1933). En aquella ocasión hacía el fundador referencia a la huella y al sol imperecederos de la civilización católica en España frente a la opinión del socialista Fernando de los Ríos o de Azaña. Cristo siempre es joven infinitamente más que los reiterados pecados, idolatrías, abominaciones y errores que siembran siempre la historia de la humanidad en todos sus periodos y ciclos. Recordemos aquí a un teólogo de las Españas, de la Corona de Aragón. R. Llull:

«Por el fuego de la Fe, el entendimiento se trasciende a sí mismo. Así como “la caridad dispone a la voluntad al amor”, de “la fe dispone el entendimiento a entender”. Principio común a ambos es la Verdad. Pero en orden a ella, “es la fe superior en el creer y el entendimiento inferior en el entender”. Así “si un hombre, sin ser filósofo cree que Dios existe, al hacerse filósofo, entiende que Dios existe y su entendimiento se eleva al nivel en que estaba cuando sólo creía”. No queda por ello la fe anulada ni se basta el entendimiento por sí mismo. Por el contrario, ello nos eleva al grado más alto del conocer, “cómo el aceite que flota en un vaso de agua flota más si sube el nivel del agua por la introducción de nueva agua y al subir el nivel del agua al mismo tiempo el del aceite que continuará ocupando el lugar más alto”. Dios es inteligente por naturaleza y causa de que el entendimiento humano lo pueda entender por razone necesarias. “Pero ha introducido en el entendimiento del hombre el hábito de la fe a fin de que la fe ayude al entendimiento a entender”»[22].

Vemos que es una tesis muy agustiniana propia de los franciscanos, pero incidiendo en el poder, no de simple adorno, de la razón humana.

«¡Oh espada de fuego de los semidioses con que degollar dragones carceleros! ¡Oh frágil nada –voz, aliento, gesto– con que hacía Jesucristo los milagros!»[23].

El fundador de la Falange mostró un crucifijo a sus carceleros que guardó devotamente, era su más humilde y máximo gesto, declaró someterse en todo a la doctrina de la Santa Iglesia y cayó herido mortalmente sin poder vitorear a esa España que no nos gusta y que por eso mismo amamos con más pasión y razón.

El canónigo Ángel Amor Ruibal, según Ramiro, demostró que «los problemas de la filosofía medieval eran de más amplio radio que los actuales». nuestro inefable y extraordinario Santiago Ramírez OP, siempre lo consideró excesivamente influenciado por lo más dudoso de la filosofía alemana, pero ahí está su obra: La evolución homogénea del dogma católico. ¡Quién iba a decir que el fundador del nacionalsindicalismo, Ramiro Ledesma Ramos, matemático, filósofo y escritor, se dolió con lamento agreste el día del fallecimiento del canónigo gallego!

«La oblación voluntaria, amorosa, obediente, de Cristo al Padre es a su muerte física lo que la forma a la materia», según Santo Tomás (3 q.14, a.1 ad1). Los dos aspectos, interno y externo, no pueden separarse, en orden a la eficacia salvífica del sacrificio decretado por Dios»[24].

José Antonio definió una doctrina magistral, vivió con ejemplar entrega en la búsqueda del bien común para una patria mejor, sin excluir a nadie y murió humildemente como un buen cristiano más.

Mas temía perder una angustia divina,
y besando en mi mano la mordedura fina
ya, de mi antiguo cuerpo insensible, sabía
tan sólo aquella llama que en mis bordes ardía.
¡Adiós, mi YO, mi hermana mortal y evanescente!
...[25].


  • [1] Ganivet: Cartas finlandesas, p. 42. Espasa. Madrid.1971.
  • [2] Ganivet: Cartas finlandesas, p. 101. Espasa. Madrid. 1971.
  • [3] Ganivet: Espasa, p. 124. Madrid. 1971.
  • [4] Macías Picavea, Ricardo: El problema nacional. «Ensayos y documentos»”, p. 93, Madrid.1972.
  • [5] Laín, Pedro: La Generación del 98, p. 94. Espasa. Madrid 1967.
  • [6] Marías, Julián: La España posible en tiempos de Carlos III, P. 63 Sociedad de Estudios y Publicaciones. Madrid. 1963.
  • [7] Aznar, Camón: Las artes y los días, p. 243. Aguilar. Madrid. 1965.
  • [8] Pérez-Borbujo Álvarez, Fernando: p. 468 Herder. Barcelona. 2003.
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  • [11] Iglesias Selgas, Carlos: p. 171. Biblioteca Fomento Social. Mensajero. Bilbao. 1971.
  • [12] Oules. Fermin: Democracia y planificación económica. Biblioteca Fomento Social. Mensajero. p. 217. Bilbao.1971.
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  • [20] Fernández de la Mora, Gonzalo: Los teóricos izquierdistas de la democracia orgánica, p.101. Plaza y Janes. Barcelona. 1985.
  • [21] Ximénez de Sandoval, Felipe: José Antonio. Biografía apasionada, p. 453, Bullón. Madrid.1963.
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  • [25] Valéry, Paul: p. 53 El cementerio marino. Unidad Editorial. Madrid. 1991.