Dos de Mayo

No son tiempos de querellas violentas pero sí de echar mano de las armas que esconden las leyes, la Constitución, los valores que deben acompañarnos desde el nacimiento.


​​Publicado en la revista El Mentidero de la Villa de Madrid (2/MAY/2024). Ver portada El Mentidero en La Razón de la Proa (LRP). Solicita recibir el boletín semanal de LRP.

cabecera-mentidero-1280x300-V14bis
Dos de Mayo

No parece mal día este 2 de mayo para recordar que los madrileños, y los españoles todos menos los afrancesados, decidieron levantarse contra los hijos de Napoleón quien intentaba sumar a su Francia la España secular que ya había recibido, a lo largo de los siglos, la visita de numerosos extranjeros. Unos, como los fenicios, quedándose junto a los nativos para engrandecer la patria existente; otros con ánimo de dominio tal los romanos que aportaron su cultura y hasta llegaron a regirse por personajes nacidos en la piel de toro; o los árabes de los que también se absorbió parte de su cultura aunque, después de ocho siglos de permanencia y continuas guerras, hubo que echarlos sin contemplaciones porque los nativos no admitían la conversión al islamismo.

El motivo por el que los madrileños, y españoles todos, se encorajinaron aquel 2 de mayo que ahora celebramos, era nuevamente por el ansia de un ambicioso que no se conformaba con lo que tenía y anhelaba apoderarse de todo lo que le rodeaba. Pero los españoles, y los madrileños en primera fila, no aguantaron un pelo y hasta se jugaron la vida por defender a unos reyes que no se lo merecían, pero que representaban el ser de España.

Más recientemente, en los años 30 del siglo pasado, de nuevo surgieron unos individuos, nacidos en España, que quisieron cambiar las normas de vida intentando imponer lo que se manejaba por otros países de Europa, y muy especialmente por Rusia. Y en una gran mayoría, otra parte de españoles, se irritó dando lugar al enfrentamiento de hermanos contra hermanos por algo que no los conducía a ningún sitio; si se hubieran reunido para estudiar y aproximar las diferencias probablemente hubieran llegado a un acuerdo de seguir juntos el mismo camino sin romper con la historia, y con ello ir adoptando lo aceptable, sin pisotear los valores que desde antiguo se iban actualizando paso a paso. La ruptura que se había creado subsistió disimulada cuando finalizó la contienda mientras y España fue creciendo como nunca y la población floreció, saliendo de la pobreza para convertirse en clase media.

Ni siquiera los compromisos de la transición fueron adoptados con honestidad por todos. Las renuncias solo las cumplieron unos. Porque los que perdieron una guerra absurda pero ganaron en progreso real, no fueron capaces de descabalgar de las ideas que día a día se iban haciendo obsoletas, y con esa actitud fueron socavando los cimientos de la nación, incluidos los presidentes de Gobierno que ocuparon tal estado. Y llegó lo que tenía que pasar con este caminar entre pedruscos; tenían que llegar surgir de nuevo las diferencias. Y más cuando un espécimen ambicioso, ignorante e indocumentado, que tiene como medio para el progreso apoyarse en lo anticuado que, está demostrado, ha producido un inmenso daño a la humanidad; y, está claro, de ello hay que limpiar a España.

Por eso el 2 de mayo no es mala fecha para pensar en cómo echar fuera toda la bazofia que nos rodea, limpiando el país y todos los asientos ocupados por mezquinos ambiciosos y mastuerzos ineptos e indocumentados.

No son tiempos de querellas violentas pero sí de echar mano de las armas que esconden las leyes, la Constitución, los valores que deben acompañarnos desde el nacimiento como son la independencia, la justicia, el altruismo, la sabiduría, la honestidad, la franqueza, la tolerancia, la fidelidad, la calidad, el respeto, entre otros. Haciendo uso de esas armas, invitamos a los madrileños, y españoles de todos los lugares, a que inicien el rebato para volver a España a su tradicional camino, avanzando día a día, rompiendo todas las trampas y artimañas que conducen al odio, la mentira, demoliendo las pretensiones de los ambiciosos.