A los variados Tancredos

3/MAR.- Nos referimos a los Tancredos que, como el fugado Puigdemont, se reunió hace unos días en Perpiñán con una piara de independentistas catalanes, bajo el lema «La República en el centro del mundo».


Publicado en el número 274 de 'Desde la Puerta del Sol', 3 de marzo de 2020.
Ver portada Desde la Puerta del Sol en La Razón de la Proa.

A los variados Tancredos

No me refiero a los seguidores de Tancredo de Galilea o Tancredo de Hauteville, que de las dos formas era conocido, personaje que allá por el 1096 se las anduvo duras en la Primera Cruzada. Este Tancredo fue digno de ser cantado en versos épicos y no es motivo de nuestro comentario.

Nos referimos a los Tancredos que, como el fugado Puigdemont, se reunió hace unos días en Perpiñán con una piara de independentistas catalanes, bajo el lema «La República en el centro del mundo», fiesta organizada por el Consell per la República, ANC y Òmniun Cultural.

Junto al Tancredo de Puigdemont aparecían los exconsejeros Toni Comín y Clara Ponsatí en un momento en el que, al parecer no es el mejor en las relaciones entre JxCat, ERC y CUP.

¿Qué quién fue don Tancreo? Con la perdida de las tradiciones y el olvido de los hechos del pasado, probablemente a algunos de nuestros lectores no les suene la personalidad de este individuo.

Pues bien, allá por finales del XIX y primeros del XX, se conocía como don Tancredo al individuo que esperaba al toro a la salida de los chisqueros, subido sobre un pedestal situado en el centro del coso taurino. Este lance consistía en quedarse quieto ya que en la tauromaquia de aquel entonces se entendía que, al quedarse en esa postura, el toro creía que la figura era de mármol y no embestía, convencido de su dureza. Por ello el Tancredo se vestía de ropa cómica pintado íntegramente de blanco.

No hay ninguna seguridad de a quién se le ocurrió tamaña sandez, aunque algunos apuntan que se debió a un torero de Valencia de poca fortuna y de nombre Torcuato López. La gente del momento le cogió el gusto a tal pantomima y se fue extendiendo. Normalmente este personaje era interpretado por gente desesperada en busca de ganar de forma rápida algún dinerillo y con poco que perder. Llegó un momento, a mediados del XX, en que fue prohibido por la autoridad competente.

Fernando Fernán Gómez dejó constancia de don Tancredo en la película El inquilino y Pío Baroja lo incluyó en su novela La busca.

Y últimamente el programa televisivo El Grand Prix del verano lo hizo suyo vistiendo a los concursantes como bolos que tenían que aguantar en un pequeño foso la embestida de una vaquilla y ganaban aquellos que no eran derribados por esta de su pedestal.

Recordando las patochada llevadas a cabo por el huido Pugdemont desde que se fugó de España para no verse sometido a lo que le pudiera llegar como responsable de sus actos, me vino a la mente don Tancredo, aunque, es preciso reconocer, que don Tancredo si se ponía ante lo que le pudiera llegar por la acción del morlaco.

Puigdemont, como un cobarde de tomo y loco, y un golferas que ha vivido a cuerpo de rey a nuestra costa –y creo que sigue viviendo con cargo a los mismos–, lleva dos años y medio dando saltos de un lugar a otro, largando soflamas inútiles aunque enervantes para los subnormales que lo siguen, programando una república que no llegará, y desvinculándose de otros separatistas por la pretensión de alzarse en presidente de la misma.

Por más que también por otros caminos andan no pocos Tancredos. Aunque su pantomima la hacen no en perjuicio suyo como don Tancredo expuesto a que le empitonaba el toro, sino en detrimento de todos los españoles y la patria común, como es el caso de los ERC y demás agrupaciones de siglas variadas. Y, ¿por qué, hemos de preguntarnos, Pedro Sánchez no es también inscribible como un don Tancredo, aunque aparezca con visos de más espabilado?

A través de los artículos que incluimos a continuación se podrá apreciar que Pedro es un Tancredo que está exponiendo a que España sea desmembrada, cediendo a los separatistas catalanes –y luego vendrán los vascos– una parte del territorio nacional.

De momento, en la primera mesa de negociación, a la que han acudido un inhabilitado y un imputado, ha cedido a la primera parte del programa presentado por los sediciosos, facilitando la apertura de las puertas de la cárcel a los benignamente condenados por los Tribunales de Justicia, sustituyendo buenos servidores del Estado en diferentes puestos de organismos e instituciones, tratando con benignidad los hechos del 1-O, y conviniendo que cada mes irían cediendo en los demás deseos, pues no todo se puede hacer de una vez.

Como un don Tancredo ha caído por egoísmo ante los avates que le plantean los independentistas de la República Catalana.

Por más que, por otro lado, con su vestimenta de hombre de Estado –como lo califican sus admiradoras– en algún momento dará con sus huesos en el suelo cuando ya no pueda aguantar las embestidas de los bovinos de hermosa testa, de cualquiera de las dehesas españolas que le llueven desde todos los puntos con acoso ansioso por limpiar las majadas de necios Tancredos.

A los Tancredos les traemos hoy un botijo cuyo origen desconocemos y, sin lugar a dudas, absolutamente original. Y se lo dedicamos en especial para que vean que en la patria de los botijos, en la mayoría de las ocasiones, no hay distinción de dónde pueden haber nacido.

La patria de todos los botijos de España es única. Y cada cual, en su rincón tiene la libertad de hacerlos al modo que les venga en gana y según su creación artística les señale.


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