SEMBLANZAS
Luys Santa Marina, escritor y poeta falangista
«Hidalgo sin fortuna, obsesionado por lo heroico y devorador apasionado de la literatura “imperial” del Siglo de Oro».
Publicado en la revistas Gaceta FJA (FEB/2024). Ver portada de Gaceta FJA en La Razón de la Proa (LRP). Solicita recibir el boletín semanal de LRP.
Hace poco, leía que Luys Santa Marina, entre otros, estaba olvidado hoy por la tiranía de lo políticamente correcto. Posiblemente, quien esto escribió, tenga algo de razón, pero no toda la razón. El escritor José Luis Gordillo Couciéres, por ejemplo, ha escrito dos magníficos libros sobre Santa Marina: Max Aub y Luys Santa Marina y Luys Santa Marina. Notas de vida y obras. Sin olvidar a José María Calzada, Carlos Fisas, Abelardo Azorín, Fernando Lázaro, Pedro Voltes, Javier Onrubia, Esteban Molist, Josep Massot, José Jurado y el que escribe estas líneas también. Todos nos ocupamos, en algún momento, del poeta falangista. Por esta misma razón, voy a seguir ocupándome de él, en este breve escrito.
El mismo año que nacían en España escritores y poetas como Federico García Lorca, Rosa Chacel, Dámaso Alonso y Vicente Alexandre, llegaba a este mundo ⎼un 4 de enero de 1898⎼, en Colindres de Cantabria, Luis Gutiérrez Santa Marina, «hidalgo sin fortuna, obsesionado por lo heroico y devorador apasionado de la literatura “imperial” del Siglo de Oro», que se hizo falangista en su juventud y que, a través de algunos escritos suyos, de manera poética, cantó a Castilla «de cielos altos y anchos sobre hazas» como también la cantaron aquellos hombres que, pertenecieron a la Generación del 98 que formaron la concepción literaria más universal de la España contemporánea.
La Castilla de la que también nos habló José Antonio, depositaria de valores eternos cuya tierra y cielo absolutos se miraban. Por eso quiso que fuese el día 7 de octubre, y en Burgos, el acto de presentación de Falange Española. Escogió esta ciudad y aquella fecha por su doble simbolismo: porque es cabeza de Castilla ⎼el lugar del Cid⎼, y porque el 7 de octubre es el aniversario de Lepanto «la más grande ocasión que vieron los siglos»; pero el gobernador burgalés no autorizó el acto y tuvieron que aplazarlo al día 29 en el teatro de la Comedia de Madrid.
Santa Marina, después de hacer estudios de derecho en la Universidad de Oviedo sin que llegara a terminarlos, se instala en la ciudad de Barcelona, después de una breve estancia en Madrid, donde encuentra trabajo en un negocio de publicaciones sobre arquitectura que era de unos parientes suyos: los Canosa Gutiérrez. En esta ciudad pasó la mayor parte de su vida y en ella murió. En 1924 publica su primera obra que llevará por título Tras el águila del César. Elegía del Tercio (1921-1922), que «vino a ser prohibida tanto por la dictadura como por la dictablanda, igual por la República que por el Estado nacido un 18 de julio», lo cual no deja de sorprender.
Escribió un libro con el tituló Cisneros. Apareció en las librerías en mayo de 1933 formando parte de un ciclo de estudios sobre la Reina Católica y su época, y en el que venía trabajando desde hacía años. Fue este libro el que leyó Julio Ruiz de Alda cuando intuyó ver en él que su autor tenía que, ser forzosamente falangista, por lo que mandó buscarlo: «Cuando me encontraron -dice Santa Marina en una edición posterior- (principios de diciembre) ya estaba alistado en sus milicias», porque el pensamiento de José Antonio ya había arraigado y enraizado en él y su figura estaría siempre en su vida.
Santa Marina fue, sin lugar a duda, uno de los que mejor comprendieron a José Antonio. Jamás se situó entre los que esperaron repartirse las ganancias. Entendió y creyó en José Antonio y cuando lo recuerda dice que entró en él más por el corazón que por el cerebro, convenciéndole siempre «el primero en todo, y con aquella cordialidad tan suya, tan española, aquel compartir el peligro y el pan con su gente, y saber el nombre de todos, y tratarlos siempre como hermanos, quitándose el bocado de la boca para dársele, lo mismo que Trajano hacía». Siempre estuvo presente en él, en su obra, en su manera de ser y actuar, no dejando nunca de reconocer lo mucho que les enseñó, tal y como recuerda en el siguiente soneto:
Mucho nos enseñó. Fue lo primero
juntar los derramados por el suelo
sagrado, en escueto haz -acero y vuelo-
desdén por todo lo perecedero.
Y nuestro amargo barro y altanero
aceptó el arduo yugo, y el desvelo
de la noche estrellada, y el anhelo
de abnegación con hito de lucero.
Y pasó el tiempo eterno y breve. Un día
subió a lo alto a contemplar España
total, inmensa -solana y umbría-.
Y con su fin transustanció la huraña
y señera soberbia en temple ardiente,
a la obediencia o mando indiferente.
Luys parecía un catedrático de griego, han escrito de él. Parecía un soldado raso. Parecía un falangista de filas. Y era todas estas cosas y muchas más; un hombre bueno y un buen escritor. Era duro y era tierno. Era capaz de jugarse la vida por una idea y se la jugó. Fue fiel a su Falange, a la que consideraba como la gran regeneradora de España, y a su fundador a quien siempre tuvo en su recuerdo. Por eso también le dedicó el poema que tituló, El tenaz recuerdo:
Pasa el tiempo, los días sucesivos
cenicientas oleadas son de niebla
que quieren alejarle de nosotros…
Pero es inútil, queda su palabra,
su palabra moviendo los cerebros
o los curtidos, viejos corazones.
No murió; le sentimos vigilante
en los peligros y malaventuras;
se cruza con nosotros por las calles
y le vemos tendido en las montañas
-piedras, encinas y cielos inmensos-.
Nada, es inútil, no murió… ¿Qué importan
razonamientos de vuelo ratero?
Vive, está con nosotros, cada día
mira el radiante amanecer de España.
El 15 de septiembre de 1980, víctima de una arterioesclerosis que venía padeciendo y que lo tenía postrado desde hacía algunos años, fallece Santa Marina y, a su muerte, su amigo Rafael García Serrano le dedica un amplio recuerdo en el que, entre otras cosas, decía:
«Su manera de escribir parecía nacer en los campamentos de Isabel la Católica, entre los Tercios del Gran Capitán, entre los artesanos que labraban la piedra para las fachadas platerescas, y Luys semejaba un fraile de Cisneros, un capitán en Granada, un amigo de Vázquez de Arce. Nadie escribió como él de la Legión española… Luys Santa Marina vivirá siempre con nosotros y también cuando nosotros desaparezcamos, porque es carne inmortal de la lengua española».
Con su desaparición, las letras españolas perdieron una figura que no tuvo el reconocimiento del que era merecedor.