Redes sociales: ¿pradera sin ley?

15/05.- Si lo que se pretendía en el nacimiento de las redes sociales era que sirvieran de cauce a relaciones sociales y personales más o menos lúdicas o de escasa trascendencia, nos encontramos aquí y ahora con que se han convertido en medio de transmisión y divulgación de ideas y planteamientos...


Publicado en el número 11 de Somos, de marzo de 2019. En la sección Pensamos que... Editado por la asociación cultural Avance Social. Ver portada de Somos en LRP. Publicado también en el número 307 de Desde la Puerta del Sol, 15 de mayo de 2020. Ver portada Desde la Puerta del Sol en LRP.

Si lo que se pretendía en el nacimiento de las redes sociales era que sirvieran de cauce a relaciones sociales y personales más o menos lúdicas o de escasa trascendencia, nos encontramos aquí y ahora con que se han convertido en medio de transmisión y divulgación de ideas y planteamientos que, rebasando ese plano de relaciones, son bandera de señales y altavoz de personas a quienes los medios de comunicación al uso jamás publicarían una «carta al Director».

Y esto es lo que está produciendo desasosiego en los poderes políticos y plutocráticos que, mediante prensa escrita y cadenas de televisión y radio, mantienen el oligopolio de la información en nuestra sociedad. Estos poderes ya están anunciando algún tipo de censura en redes sociales que impida que se transmitan las llamadas, en su libérrima consideración, fake news, noticias falsas.

En consecuencia, se nos dice que por las redes sociales, al igual que por las paraderas sin ley del Far West, galopan cuatreros, salteadores de diligencias y forajidos de toda laya, mala gente sin duda. Pero algunos sabemos –y eso no se nos dice– que también galopan los peligrosísimos e irreductibles pieles rojas que se resisten a que los metan en una reserva y los no menos irreductibles jinetes pálidos, caballeros andantes que, cabalgando hacia el sol poniente, pasan por encima de lindes y alambradas protectoras de tierras no siempre adquiridas de forma legítima.

Así que los dueños de la tierra intentan por todos los medios que sea su ley la que rija en la pradera, que para eso han gastado oro, tinta y pólvora en sobornar, falsificar y disparar contra el que se opusiera.

Y en eso estamos. Los intentos de poner alambradas a la pradera están a la vista. Se nos quiere convencer, más o menos veladamente, de que sólo los medios oficiales o paraoficiales, constituidos en sociedades mercantiles que nos venden información, tienen la alta misión y el exclusivo derecho de transmitirnos la verdad pues, como alardean, basan su actividad en muy exigentes códigos deontológicos que les vedan la mentira y la manipulación. Es difícil que una mente libre y crítica se lo crea habiendo por medio, como hay, tanto poder, tanto dinero y tantos intereses.

El que paga manda, y la información se nos transmitirá desde esos medios con el sesgo necesario para favorecer su conveniencia, a fin de configurar una opinión pública que les sea favorable. Y eso sin hablar de los sucesos y acontecimientos que ocultan, que por omisión también se miente.

En todo caso y frente a la verdad ocultada u omitida, una buena galopada por la pradera sin ley nos llevará a conocer lo que nos quieren escamotear con alambradas.

Claro que los irreductibles comanches y jinetes pálidos, en su cabalgada, encontrarán los bulos, mentiras y tergiversaciones con los cuales cuatreros y forajidos degradan la pradera y ante los cuales, los dueños de la información y las alambradas claman alarmados, pretendiendo meter a todos los que la frecuentan en el mismo saco y ofreciendo a las almas cándidas su protección, mediante censuras y definiciones de lo que se puede decir y de lo que no.

Pero a pesar de ello, sorteando obstáculos, renunciando a la mentira, desde la honradez intelectual, debe continuar la galopada de los irreductibles, a quienes es de aplicación un párrafo del gran Ernst Jünger en su ensayo La emboscadura:

«…en el seno de gris rebaño se esconden lobos, es decir, personas que continúan sabiendo lo que es la libertad. Y esos lobos no sólo son fuertes en sí mismos; también existe el peligro de que contagien sus atributos a la masa, cuando amanezca un mal día, de modo que el rebaño se convierta en horda. Tal es la pesadilla que no deja dormir tranquilos a los que tienen el poder».

Galopemos, pues. Que los del oro, la tinta y la pólvora no duerman tranquilos.